Zapatero a tus zapatos, suele decirse cuando se produce un intrusismo profesional como el que acaba de practicar el diseñador Tom Ford metiéndose a director de cine. Hasta ahora habíamos presenciado incursiones de este tipo en actores o personajes del mundo de la televisión que, con mayor o menor fortuna, decidieron ponerse tras las cámaras. Gente, en todo caso, conocedora del lenguaje audiovisual. Sin embargo, que yo sepa, es la primera vez que alguien relacionado con el mundo de la moda se introduce en el del celuloide no como protagonista de un biopic sino como realizador. Visto el resultado, que comiencen a temblar los salvaguardas del arte cinematográfico, porque los zapateros vienen con ganas de guerra.
Conocido por sus polémicas campañas, Tom Ford ha decidido echar mano en su debut como director de uno de los libros más emblemáticos del activismo homosexual, la novela de Christopher Isherwood Un hombre soltero. Escrita en los años 60, su publicación debió resultar de lo más polémica, puesto que narraba el desaliento de un profesor universitario tras la pérdida de su amor, obviamente masculino, en un accidente de coche.
Fiel a una línea provocadora, basada en el sexo sin tabúes, sorprende que Ford tomara como punto de partida cinematográfico una novela tan intimista y tan poco explícita como la de Isherwood. Obviamente, el escándalo hace cuatro décadas no pasaba por recrear al milímetro las escenas sexuales. Aún así, el libro ofrecía muy pocas posibilidades de lucimiento, sobre todo porque más que una historia de pasión ilimitada la historia suponía la descripción de una personalidad políticamente incorrecta.
Por suerte, la adaptación de Ford ha sido más libre que fidedigna, imprimiendo un sello personal tanto a la trama como al protagonista que dejan a la novela original en total desventaja. El diseñador ha centrado su atención en el dolor por un amor perdido y ha decidido obviar los aspectos menos audiovisuales pero que más predominan en el texto, como las duras críticas a convenciones sociales como el matrimonio. De esta manera, la película se recrea con absoluta elegancia en el sufrimiento y la agonía de un hombre soltero.
A George Falconer, eminente profesor de literatura rondando la cincuentena, le han arrancado el alma de cuajo. Tras la repentina muerte de su joven amado, se encuentra desamparado, sin rumbo. Ni su posición acomodada, ni su trabajo, ni tan siquiera los consuelos de su buena amiga Charley, consiguen compensarle lo suficiente como para seguir viviendo. Los recuerdos son más fuertes que una realidad que le resulta ajena.
Ford consigue encontrar la belleza en el dolor, orquestando un filme milimétricamente pensado para cautivar con la imagen. La fotografía se adapta a los diferentes estados de ánimo, del blanco y negro del recuerdo al gris azulado de la melancolía, pasando por tantas otras gamas cromáticas. Hasta la muerte del ser amado se presenta con la artificiosidad propia de un anuncio publicitario, algo que si bien resulta hermoso en buena parte de las secuencias se convierte en grotesco e incluso paródico en determinados momentos, como cuando el protagonista busca la mejor forma de terminar con su vida.
Ni Falconer era tan exigente con su vestuario ni residía en un hogar de tal belleza arquitectónica, ni por supuesto manifestaba una tendencia suicida tan acusada como en la cinta. Sin embargo, son algunos de los elementos que Ford ha querido incorporar para llevar la historia a su terreno. Moda y cine se fusionan con resultado notable, demostrando que el debut de Tom Ford no ha sido estrictamente un intrusismo profesional. Un hombre soltero es un traje diseñado a medida, pero sus inquietudes de alta costura sólo las cumplen dos interpretaciones puramente artesanales, las de un Colin Firth irreconocible y una apoteósica Julianne Moore.
Conocido por sus polémicas campañas, Tom Ford ha decidido echar mano en su debut como director de uno de los libros más emblemáticos del activismo homosexual, la novela de Christopher Isherwood Un hombre soltero. Escrita en los años 60, su publicación debió resultar de lo más polémica, puesto que narraba el desaliento de un profesor universitario tras la pérdida de su amor, obviamente masculino, en un accidente de coche.
Fiel a una línea provocadora, basada en el sexo sin tabúes, sorprende que Ford tomara como punto de partida cinematográfico una novela tan intimista y tan poco explícita como la de Isherwood. Obviamente, el escándalo hace cuatro décadas no pasaba por recrear al milímetro las escenas sexuales. Aún así, el libro ofrecía muy pocas posibilidades de lucimiento, sobre todo porque más que una historia de pasión ilimitada la historia suponía la descripción de una personalidad políticamente incorrecta.
Por suerte, la adaptación de Ford ha sido más libre que fidedigna, imprimiendo un sello personal tanto a la trama como al protagonista que dejan a la novela original en total desventaja. El diseñador ha centrado su atención en el dolor por un amor perdido y ha decidido obviar los aspectos menos audiovisuales pero que más predominan en el texto, como las duras críticas a convenciones sociales como el matrimonio. De esta manera, la película se recrea con absoluta elegancia en el sufrimiento y la agonía de un hombre soltero.
A George Falconer, eminente profesor de literatura rondando la cincuentena, le han arrancado el alma de cuajo. Tras la repentina muerte de su joven amado, se encuentra desamparado, sin rumbo. Ni su posición acomodada, ni su trabajo, ni tan siquiera los consuelos de su buena amiga Charley, consiguen compensarle lo suficiente como para seguir viviendo. Los recuerdos son más fuertes que una realidad que le resulta ajena.
Ford consigue encontrar la belleza en el dolor, orquestando un filme milimétricamente pensado para cautivar con la imagen. La fotografía se adapta a los diferentes estados de ánimo, del blanco y negro del recuerdo al gris azulado de la melancolía, pasando por tantas otras gamas cromáticas. Hasta la muerte del ser amado se presenta con la artificiosidad propia de un anuncio publicitario, algo que si bien resulta hermoso en buena parte de las secuencias se convierte en grotesco e incluso paródico en determinados momentos, como cuando el protagonista busca la mejor forma de terminar con su vida.
Ni Falconer era tan exigente con su vestuario ni residía en un hogar de tal belleza arquitectónica, ni por supuesto manifestaba una tendencia suicida tan acusada como en la cinta. Sin embargo, son algunos de los elementos que Ford ha querido incorporar para llevar la historia a su terreno. Moda y cine se fusionan con resultado notable, demostrando que el debut de Tom Ford no ha sido estrictamente un intrusismo profesional. Un hombre soltero es un traje diseñado a medida, pero sus inquietudes de alta costura sólo las cumplen dos interpretaciones puramente artesanales, las de un Colin Firth irreconocible y una apoteósica Julianne Moore.
Comentarios
Te vas a ganar el puesto en Cinemanía.
Es patente que cuando algo te gusta también construyes la críticas con sentido...
.. a ver si monto un blog de crítica de tus críticas, jeje.
Cuidado, porque esta película ha despertado pasiones, eh? Yo me quedo en un notable, pero hay que reconocer que es muy bonita de ver y de oír (se me ha olvidado mencionar la banda sonora y un montón de cosas más!)
.. y si no sí que será responsabilidad tuya.