Si uno observa con detenimiento la carrera de Sofia Coppola, descubrirá una filmografía de lo más extraña, con un repunte de lucidez llamado Lost in translation pero rodeada de propuestas en busca de una irreverencia frustrada. En el momento en que la hija de Francis ha querido ponerse seria es cuando ha recuperado el crédito de crítica y público. La seducción es probablemente su cinta más correcta, la menos polémica, pero también la más intrascendente de su alocada oferta. Una vez terminada la proyección, es probable que la película no permanezca en el recuerdo. Ni para bien ni para mal. Es lo peor que le puede ocurrir a un expediente en busca de autoría. Que la corrección se adueñe de un perfil hasta ahora mucho más osado. Y es que Coppola ha decidido sentar cabeza y evitar más experimentos. El tiempo le ha demostrado que generan más palos que alabanzas. Pero a cambio ha generado un producto sin alma, descompensado, con un gran esfuerzo estilístico, una belleza rotunda e irr...
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