Mágica. Entrañable. Enternecedora. Maravillosa . Son los adjetivos que elegiría de Pride si fuera el responsable de marketing de la distribuidora para resaltar sus mejores atributos en un póster promocional. En letras bien grandes. Sentencias que seguro que más de un crítico anglosajón, de esos tan impulsivos y exagerados, podría destacar sin pestañear en su crónica. Y no estaría faltando a la verdad, porque este insólito encuentro entre activistas gays y mineros en la Inglaterra de Margaret Thatcher sólo podía llevar a un único destino: la pura emoción. Lo que sí es desmesurado en la promoción, y no juega muy a favor de la película, son las comparaciones. Todos sabemos que cualquier excusa es buena para atraer a más público a las salas, pero situar a Billy Elliot y The full monty como referentes de Pride es, además de injusto, un pelín sobredimensionado . Aunque es evidente que gustará a los fanáticos de ambas, la cinta no llega a las cotas de sensibili...
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