Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio vuelven a trabajar juntos por cuarta vez consecutiva en lo que ya es un matrimonio cinematográfico en toda regla. Ambos se idolatran mutuamente sin parecer importarles los efectos negativos de su enlace, entre ellos el hartazgo de una audiencia cansada de tanta insistencia. Es conocido además que al actor de perpetuo aspecto aniñado no le llueven las críticas favorables de la misma forma que al director neoyorquino, con lo que finalmente en esta pareja feliz alguien sale perdiendo. Pero ¡al carajo con los detractores! Ambos ya han anunciado un nuevo proyecto juntos, esta vez para trasladar al cine la vida de Frank Sinatra.
Si nos ceñimos a Shutter island y al resto de películas en las que Scorsese y DiCaprio han unido su talento, el balance de esta unión es bastante positivo. De hecho, los pinchazos sólo pueden achacarse a problemas de dirección en los que el actor poco ha tenido que ver. Sus interpretaciones en El aviador o Gangs of New York fueron más meritorias que el resultado final de ambos filmes, esquilmados en la sala de montaje. No ocurrió lo mismo con Infiltrados y esta última colaboración, donde los dos han equilibrado fuerzas y han entregado productos que rozan el sobresaliente.
Con la novela de Dennis Lehane, Scorsese ya parte con material de primera. Ambientada en los años 50, la investigación de dos policías sobre la desaparición de una paciente del centro psiquiátrico Ashecliffe de Shutter island es un viaje sin retorno a la intriga más adictiva. La novela contiene todos los elementos para mantener enganchado al lector y su traslado a la gran pantalla, en manos de un maestro como Scorsese, no podía quedarse atrás.
El director de Taxi driver o El cabo del miedo parece haber absorbido a la perfección la atmósfera que desprende el libro, convirtiendo a Lehane en uno de los autores mejor adaptados de la historia del cine (Clint Eastwood y Ben Affleck reflejaron con increíble fidelidad la sordidez que desprenden Mystic river y Gone, baby gone). Aunque los manicomios no son ajenos al espectador (míticos filmes como Alguien voló sobre el nido del cuco y El silencio de los corderos rondan por nuestra cabeza mientras visitamos Ashecliffe), Scorsese ofrece un nuevo punto de vista, hurgando en la locura de una manera más penetrante que en la novela original.
Todos los elementos del filme se confabulan para adentrar al espectador en un ambiente esquizofrénico. Desde la machacona música hasta la puesta en escena, que muchos no han dudado en comparar con la de El resplandor de Kubrick. Además de la investigación policial, Scorsese se detiene en el tortuoso pasado del protagonista. A las secuencias de su participación en la liberación del campo de concentración de Dachau, entre las que conviene destacar un tiroteo masivo brillantemente filmado, se les suman las visiones oníricas de un personaje perturbado.
Las interpretaciones no están exentas de mérito a la hora de recrear el ambiente angustioso de Shutter island. El casting encaja a la perfección con los personajes literarios, desde Ben Kingsley a Patricia Clarkson, pasando por un convincente Mark Ruffalo y terminando con el auténtico protagonista del filme. DiCaprio sigue luchando por desprenderse del sambenito de ídolo de quinceañeras por el que muchos no terminan de darle crédito, cuando hace ya mucho tiempo, incluso en sus inicios, que ha demostrado una gran polivalencia.
Es en el final de Shutter island donde encontramos un importante resbalón. Lo que en la novela supone un increíble golpe de efecto argumental en la película no resulta tan satisfactorio, quizá por falta de imaginación, quizá por redundancia en las explicaciones. Una resolución que debiera ser implacable e imprevisible termina por lastrar un filme hasta el momento redondo, dejando en el espectador un cierto regusto agridulce.
Si nos ceñimos a Shutter island y al resto de películas en las que Scorsese y DiCaprio han unido su talento, el balance de esta unión es bastante positivo. De hecho, los pinchazos sólo pueden achacarse a problemas de dirección en los que el actor poco ha tenido que ver. Sus interpretaciones en El aviador o Gangs of New York fueron más meritorias que el resultado final de ambos filmes, esquilmados en la sala de montaje. No ocurrió lo mismo con Infiltrados y esta última colaboración, donde los dos han equilibrado fuerzas y han entregado productos que rozan el sobresaliente.
Con la novela de Dennis Lehane, Scorsese ya parte con material de primera. Ambientada en los años 50, la investigación de dos policías sobre la desaparición de una paciente del centro psiquiátrico Ashecliffe de Shutter island es un viaje sin retorno a la intriga más adictiva. La novela contiene todos los elementos para mantener enganchado al lector y su traslado a la gran pantalla, en manos de un maestro como Scorsese, no podía quedarse atrás.
El director de Taxi driver o El cabo del miedo parece haber absorbido a la perfección la atmósfera que desprende el libro, convirtiendo a Lehane en uno de los autores mejor adaptados de la historia del cine (Clint Eastwood y Ben Affleck reflejaron con increíble fidelidad la sordidez que desprenden Mystic river y Gone, baby gone). Aunque los manicomios no son ajenos al espectador (míticos filmes como Alguien voló sobre el nido del cuco y El silencio de los corderos rondan por nuestra cabeza mientras visitamos Ashecliffe), Scorsese ofrece un nuevo punto de vista, hurgando en la locura de una manera más penetrante que en la novela original.
Todos los elementos del filme se confabulan para adentrar al espectador en un ambiente esquizofrénico. Desde la machacona música hasta la puesta en escena, que muchos no han dudado en comparar con la de El resplandor de Kubrick. Además de la investigación policial, Scorsese se detiene en el tortuoso pasado del protagonista. A las secuencias de su participación en la liberación del campo de concentración de Dachau, entre las que conviene destacar un tiroteo masivo brillantemente filmado, se les suman las visiones oníricas de un personaje perturbado.
Las interpretaciones no están exentas de mérito a la hora de recrear el ambiente angustioso de Shutter island. El casting encaja a la perfección con los personajes literarios, desde Ben Kingsley a Patricia Clarkson, pasando por un convincente Mark Ruffalo y terminando con el auténtico protagonista del filme. DiCaprio sigue luchando por desprenderse del sambenito de ídolo de quinceañeras por el que muchos no terminan de darle crédito, cuando hace ya mucho tiempo, incluso en sus inicios, que ha demostrado una gran polivalencia.
Es en el final de Shutter island donde encontramos un importante resbalón. Lo que en la novela supone un increíble golpe de efecto argumental en la película no resulta tan satisfactorio, quizá por falta de imaginación, quizá por redundancia en las explicaciones. Una resolución que debiera ser implacable e imprevisible termina por lastrar un filme hasta el momento redondo, dejando en el espectador un cierto regusto agridulce.
Comentarios
De todas formas, lo importante es su actuación y hay que reconocerle ese mérito esta vez al menos
Yo me considero uno de estos... sé que es prejuicio, pero otros se han safado mejor de la etiqueta.
Ya sabes, 'A quien ama gilbert Grape' y 'Revolutionary road'. No hay mejor argumento!