El paso por la escuela se considera indispensable. Saber que uno y uno suman dos o diferenciar el sujeto del predicado constituyen el primer escalón para un futuro que se nos pinta bien negro sin unos buenos estudios. Los títulos suman más en los currículums que la experiencia, de manera que uno los va acumulando como si de una colección de sellos se tratara. Y mientras hincamos los codos nos va pasando por delante la llamada escuela de la vida, esa para la que no existen ni certificados ni manuales. Esa en la que ni las ecuaciones ni el dibujo técnico nos sirven de guía. La que finalmente más va influyendo en nuestro destino.
An education plantea de manera soberbia el dilema entre la educación formal y las experiencias vitales, el que vive Jenny, una adolescente inglesa en plenos años 60. A un paso para ingresar en la prestigiosa universidad de Oxford, de repente se abre ante ella un mundo nuevo y atractivo totalmente alejado de las rígidas normas de su hogar. El encargado de abrirle los ojos es Brit, un hombre de 35 años que en menos de lo que dura un curso escolar le enseñará lecciones mucho más provechosas.
Jenny parece tenerlo todo para triunfar. Es guapa, inteligente y aplicada. Entiende de arte, toca el violoncelo y le apasiona el francés. Es sociable y domina el arte de la conversación. Lo único que se le resiste en el colegio es el latín. Aún así, su padre (estupendo Alfred Molina) insiste en mantenerla a raya con una férrea disciplina que la convierta en toda una mujer de provecho. Lo que desconoce es que su hija está preparada para todo menos para la vida adulta.
Protegida en la burbuja de su hogar, la joven se adentrará de la mano de Brit en un terreno desconocido, donde la música clásica no es requisito indispensable para hacerse un hueco entre los ricos. Los conciertos en vivo, los viajes y las charlas en buena compañía se le plantean de pronto mucho más estimulantes que las horas muertas de clase. Pero la gran lección que le imparte el apuesto galán no es otra que la del amor, esa primera gran venda en los ojos que la vida te desata en plena inocencia.
Carey Mulligan expresa a la perfección la ingenuidad de los años mozos. A pesar de contar con una madurez impropia de su edad, a Jenny nadie la ha prevenido de embaucadores con amplia experiencia en el arte de la manipulación. Sus excelentes notas en el colegio apenas le sirven en un aprendizaje mucho más subjetivo y complicado, el de la inteligencia emocional, para la que tampoco existen másters sino únicamente la acumulación de experiencias.
Mulligan, con 25 años, asume milagrosamente la inocencia de los 16. Los miedos, las inseguridades, las expectativas y las sorpresas de una etapa de aprendizaje se reflejan en su rostro con inusitada frescura, recordando por momentos a la Katie Holmes de Dawson crece, antes de que fuera abducida por la religión ególatra de Tom Cruise. De cara a la próxima y previsible edición de los oscars, sólo cabe decir que esta joven inglesa demuestra en 90 minutos de metraje una amplitud de registros más extensa que Sandra Bullock en toda su carrera.
Por último, el filme supone en conjunto un elegante cuestionamiento de los valores establecidos. La danesa Lone Scherfig (Italiano para principiantes, Wilbur se quiere suicidar) consigue reflejar en imágenes la difusa frontera entre educación y autoaprendizaje. Una lección suficientemente importante como para buscarle un lugar en nuestra lista de experiencias vitales.
An education plantea de manera soberbia el dilema entre la educación formal y las experiencias vitales, el que vive Jenny, una adolescente inglesa en plenos años 60. A un paso para ingresar en la prestigiosa universidad de Oxford, de repente se abre ante ella un mundo nuevo y atractivo totalmente alejado de las rígidas normas de su hogar. El encargado de abrirle los ojos es Brit, un hombre de 35 años que en menos de lo que dura un curso escolar le enseñará lecciones mucho más provechosas.
Jenny parece tenerlo todo para triunfar. Es guapa, inteligente y aplicada. Entiende de arte, toca el violoncelo y le apasiona el francés. Es sociable y domina el arte de la conversación. Lo único que se le resiste en el colegio es el latín. Aún así, su padre (estupendo Alfred Molina) insiste en mantenerla a raya con una férrea disciplina que la convierta en toda una mujer de provecho. Lo que desconoce es que su hija está preparada para todo menos para la vida adulta.
Protegida en la burbuja de su hogar, la joven se adentrará de la mano de Brit en un terreno desconocido, donde la música clásica no es requisito indispensable para hacerse un hueco entre los ricos. Los conciertos en vivo, los viajes y las charlas en buena compañía se le plantean de pronto mucho más estimulantes que las horas muertas de clase. Pero la gran lección que le imparte el apuesto galán no es otra que la del amor, esa primera gran venda en los ojos que la vida te desata en plena inocencia.
Carey Mulligan expresa a la perfección la ingenuidad de los años mozos. A pesar de contar con una madurez impropia de su edad, a Jenny nadie la ha prevenido de embaucadores con amplia experiencia en el arte de la manipulación. Sus excelentes notas en el colegio apenas le sirven en un aprendizaje mucho más subjetivo y complicado, el de la inteligencia emocional, para la que tampoco existen másters sino únicamente la acumulación de experiencias.
Mulligan, con 25 años, asume milagrosamente la inocencia de los 16. Los miedos, las inseguridades, las expectativas y las sorpresas de una etapa de aprendizaje se reflejan en su rostro con inusitada frescura, recordando por momentos a la Katie Holmes de Dawson crece, antes de que fuera abducida por la religión ególatra de Tom Cruise. De cara a la próxima y previsible edición de los oscars, sólo cabe decir que esta joven inglesa demuestra en 90 minutos de metraje una amplitud de registros más extensa que Sandra Bullock en toda su carrera.
Por último, el filme supone en conjunto un elegante cuestionamiento de los valores establecidos. La danesa Lone Scherfig (Italiano para principiantes, Wilbur se quiere suicidar) consigue reflejar en imágenes la difusa frontera entre educación y autoaprendizaje. Una lección suficientemente importante como para buscarle un lugar en nuestra lista de experiencias vitales.
Comentarios
Y la chica esta ya tendrá tiempo de ganar Oscars... esta vez que se lo deje a Bullock, no seas malo!!
Casi veo esta peli, pero es que ni estaba en los cines.. 16 salas para que la mitad sean repetidas... ¬¬
jeje...
Y el final, te has olvidado comentar el final. ¿Se les acabó el presupuesto?
La chica lo hace muy bien. Habrá que ver más películas suyas para ver si es que hace de si mismo (ej. Carlos Larrañaga jajaja) o es buena actriz.