Ir al contenido principal

La hora de la verdad

Hubo un tiempo en que la censura planeaba de forma explícita por las redacciones de medio mundo, bien en forma de rotulador rojo o con llamadas, muy breves, al más alto nivel. Esa práctica, que llevaban a cabo tanto los gobiernos autoritarios como los democráticos, huele a pasado, a etapa ya superada. Inocentes de nosotros, pensamos que el mérito se debe a nuestra madurez social. Sin embargo, si por algo ha desaparecido casi por completo es porque se ha impuesto un modelo de comunicación mucho más amable para el poder, el de la autocensura. Sobre una etapa en la que el periodismo estaba comprometido con la verdad se basa The hour, una de las series más sorprendentes de la temporada, Made in Britain y by BBC.

En tan sólo seis episodios, la producción nos muestra las entrañas de un nuevo programa informativo en la BBC de los años 50, desde su gestación hasta su sorprendente desaparición. Aaron Sorkin ya intentó enseñarnos los entresijos de la televisión en la fallida Studio 60 y parece que volverá a intentarlo para la HBO con More as this story develops. Sin duda, la trastienda de un programa puede resultar mucho más apasionante que el material emitido. Si en aquella época nos sirve para comprobar el grado de integridad de una profesión en declive, en las redacciones de hoy en día nos permitiría averiguar la holgazanería de un periodismo que ya no entiende de investigaciones.

Freddie Lyon es la viva imagen del periodista en extinción. Apasionado de su trabajo, siente especial predilección por los temas más inaccesibles, aquellos que el poder se esfuerza en ocultar. Es un personaje incómodo, sumamente cínico, con una gran capacidad de análisis y de crítica. El actor Ben Whishaw, apenas conocido por su papel protagonista en El perfume, dibuja así uno de los personajes más carismáticos y entrañables de los últimos tiempos.

La satisfacción más grande de The hour la encontramos, sin embargo, en su relación con la productora del programa homónimo, Bel Rowley. Una relación que traspasa la amistad pero que no alcanza el amor, con la misma confianza que une a dos hermanos pero con cierta tensión sexual sin resolver, al menos desde uno de los dos bandos. Una mezcla de admiración, cariño y pequeñas dosis de deseo que emociona por su singularidad, por su inocencia.

Ambos no sólo encaran el reto de tirar adelante un nuevo proyecto para la BBC. Ella asume el reto de producir un programa en una época y un entorno dominado por hombres, enfrentándose incluso al jefe de noticias en una de las escenas más gratificantes de estos seis episodios. Él se sumergirá de lleno en una trama de espionaje que lo sitúa en el centro de la diana. Todo ello con el trasfondo político de una Inglaterra conspirando para evitar la nacionalización del canal de Suez y con la presión de un gobierno que, entonces sí, se sentía amenazado por los medios.

Por si los motivos para echarle un vistazo no fueran suficientes, The hour también nos sirve para observar un nuevo registro de Dominic West, recordado todavía hasta ahora por su brillante actuación en The wire. De poli duro a presentador acomplejado por su enchufismo y su cara bonita. Deberá demostrarle al mundo, y a Freddie, que tras su imagen, el affaire con Bel y la influencia de su familia política existe un buen comunicador merecedor del puesto que le han regalado.

The hour mezcla, por tanto, el thriller de espías con las conspiraciones políticas, el drama romántico con el día a día en una redacción de noticias, una historia de época con lectura actual. Todo ello con la elegancia y la sobriedad de las producciones británicas. Una miniserie altamente recomendable, en especial para aquellos escépticos con una profesión, la del periodista, que todavía está a tiempo de recuperar el prestigio perdido.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Próximamente: 3 proyectos de lo más intrigantes

Verano suele ser sinónimo de taquillazos. Grandes superproducciones cargaditas de efectos especiales pero con escaso ingenio. Este año, además de superhéroes, sagas vampíricas y videojuegos que saltan al cine, se nos avecinan proyectos de un calibre distinto. Propuestas innovadoras rodeadas de misterio, tanto dentro como fuera de la pantalla, que no recelan de la tecnología pero que tampoco nadan en las plácidas aguas del entretenimiento más puro . Tienen a sus espaldas grandes campañas publicitarias, milimétricamente estudiadas, pero son películas que se venden por sí solas. Inception Christopher Nolan, el director que estrujó nuestros cerebros con Memento , parece que volverá a hacernos trabajar en su nueva película. Inception , traducida aquí como Origen , supondrá un nuevo reto sobre la mente humana y, a juzgar por el espectacular trailer, un desafío a las leyes de la gravedad. Leonardo DiCaprio encarna a Dom Cobb, especialista en apropiarse de los secretos del subconsciente ajeno

Haciendo aguas con el Poseidón

Sirva de advertencia que me encanta el cine de catástrofes. No he visto El coloso en llamas , la primera que viene a la mente cuando mencionamos el género, pero Terremoto o Aeropuerto o las más recientes Pánico en el túnel o Un pueblo llamado Dante’s Peak se encuentran bien ancladas en mi memoria. Me da igual si se trata de incendios, erupciones volcánicas, terremotos, tormentas, inundaciones, hundimientos o una thermomix de todas ellas. Me da igual que este tipo de filmes sean de dudosa calidad cinematográfica. Las catástrofes en la pantalla me gustan (¿debería hacérmelo mirar?). Y probablemente eso no juega en mi favor a la hora de analizar una película como Poseidón . Sin embargo, gracias a la experiencia acumulada con los años y tras múltiples visionados de auténticas tragedias colectivas, uno acaba adquiriendo cierto criterio para diferenciar las grandes producciones de sus fotocopias de bajo presupuesto. Y puedo asegurar que Poseidón , auténtica apología del cartón piedra, pe

Dos maduritas cachondas

Es el pretexto ideal para una película porno. Un joven cachas se cepilla a la madre de su mejor amigo una noche de borrachera . Al descubrirlo, el otro se dirige sin miramientos a la casa de al lado y hace lo propio con su mamá, conformando un cuadrilátero de infinitas posibilidades que es una lástima que esta película australiano-francesa no llegue a explorar. Porque la cinta, señores, se toma en serio la premisa y en vez de extender el delirio con tríos, incestos y escenas gay-lésbicas busca convertir en drama un argumento de risa. Lejos de derivar esta absurda historia de amores cruzados en una tragedia griega, Dos madres perfectas encima se recrea con cierta sorna en los momentos más bochornosos . “¿Cómo te sientes?” le pregunta Naomi Watts, una de las madres a su mejor amiga cuando ambas descubren su particular intercambio de hijos. “Muy bien, mejor que nunca”, le responde sin apenas pestañear Robin Wright para a continuación ofrecernos un plano de ambas con cara de satisfa