Llegaba precedida de una polémica campaña
en la que, sin sutileza alguna, el semen era el absoluto protagonista.
Imágenes burdas, con el único propósito de polemizar y llamar la
atención en un mercado altamente competitivo. Sin duda hacían referencia
a la explicitud de una película que no teme al sexo pero no hacían
justicia a un Gaspar Noé con ganas de algo más que provocar. Y es que Love
quiere ser algo más que una cinta transgresora, sobre todo porque hace
ya tiempo que una corrida en todo su esplendor dejó de ser novedad en la
gran pantalla.
La llegada de un trío a las vidas de Murphy y Electra desemboca en una espiral de decadencia a la que asistimos de polvo en polvo. La escena del propio ‘ménage a trois’ está rodada con absoluta elegancia, incluso ternura, alejada de todo mal gusto. Como exige uno de los propios personajes de la película, Gaspar Noé logra captar a la perfección la sexualidad sentimental. Lástima que la segunda mitad se adentre en la senda de la provocación y que finalmente uno termine aborreciendo tanto clítoris y tanto pene erecto. El 3D, por cierto, sólo se justifica por una sola escena y no hay que ser muy hábil para adivinar qué hazaña pide a gritos la tridimensionalidad. Sin duda, dará que hablar.
La primera escena, un plano fijo con una
pareja masturbándose mutuamente, sin ningún tipo de censura, es una
innecesaria declaración de intenciones. El cine debería tener asumido
que el sexo forma parte de la vida cotidiana de su público, mucho más
que la omnipresente violencia. En cambio, todo lo posterior, sobre todo la primera mitad, es una vibrante reflexión sobre las relaciones de pareja, sobre el imprevisible rumbo que puede adquirir lo que empezó en tan buen puerto.
La llegada de un trío a las vidas de Murphy y Electra desemboca en una espiral de decadencia a la que asistimos de polvo en polvo. La escena del propio ‘ménage a trois’ está rodada con absoluta elegancia, incluso ternura, alejada de todo mal gusto. Como exige uno de los propios personajes de la película, Gaspar Noé logra captar a la perfección la sexualidad sentimental. Lástima que la segunda mitad se adentre en la senda de la provocación y que finalmente uno termine aborreciendo tanto clítoris y tanto pene erecto. El 3D, por cierto, sólo se justifica por una sola escena y no hay que ser muy hábil para adivinar qué hazaña pide a gritos la tridimensionalidad. Sin duda, dará que hablar.
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