Arranca como el típico thriller de
sobremesa. Un antiguo compañero de clase del protagonista aparece de
improviso y se adentra lenta y peligrosamente en su matrimonio. La
tragedia se ve venir, cocinada a fuego lento, consciente el espectador
de que la fórmula obsesivo-compulsiva se acelerará frenéticamente en su
segunda mitad. Pero la virtud de The gift, ópera primera del
australiano Joel Edgerton, también en el papel de antagonista en la
cinta, es precisamente la de volcar presupuestos y sorprender al
espectador.
Porque la película da un vuelco a mitad del metraje y nos descubre verdades ocultas, trasfondos imprevistos en personajes impolutos, convirtiéndose en un elegante thriller sumamente eficaz en la creación de un clímax asfixiante. La resolución, en cambio, vuelve al terreno conocido, el de la venganza. En vez de rematar el enfoque en torno a las falsas apariencias, decide unir las nuevas revelaciones con las antiguas. El resultado, aunque más convencional, no resulta menos efectivo.
Porque la película da un vuelco a mitad del metraje y nos descubre verdades ocultas, trasfondos imprevistos en personajes impolutos, convirtiéndose en un elegante thriller sumamente eficaz en la creación de un clímax asfixiante. La resolución, en cambio, vuelve al terreno conocido, el de la venganza. En vez de rematar el enfoque en torno a las falsas apariencias, decide unir las nuevas revelaciones con las antiguas. El resultado, aunque más convencional, no resulta menos efectivo.
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