Si existe una película que reúne todos los requisitos para triunfar en el Festival de Sitges esa es sin duda The invitation. Ambiente inquietante, trama sectaria, diálogos más o menos ingeniosos, algún atisbo de sentido del humor y, sobre todo, un sprint final de tensión y violencia detallista que hace las delicias de un público con ganas de carnaza. La directora Karyn Kusama tiene todos los números para situarse en el palmarés del certamen fantástico. Otra cosa es que su película sea redonda.
La premisa de The invitation parecía interesante. Un thriller que quiere reflexionar sobre los absurdos mecanismos que utilizamos los seres humanos para superar el dolor y la pérdida. Pero para eso ya contamos con la insuperable The Leftovers. Porque al final, la primera mitad de esta cinta pierde el tiempo de cháchara entre amigos que han sufrido la ausencia de un ser querido y no encuentra su ritmo, trepidante y desbocado, hasta un rompimiento de copas demasiado tardío. Compases contrapuestos que desembocan, eso sí, en una de las escenas finales más turbadoras del género.
La premisa de The invitation parecía interesante. Un thriller que quiere reflexionar sobre los absurdos mecanismos que utilizamos los seres humanos para superar el dolor y la pérdida. Pero para eso ya contamos con la insuperable The Leftovers. Porque al final, la primera mitad de esta cinta pierde el tiempo de cháchara entre amigos que han sufrido la ausencia de un ser querido y no encuentra su ritmo, trepidante y desbocado, hasta un rompimiento de copas demasiado tardío. Compases contrapuestos que desembocan, eso sí, en una de las escenas finales más turbadoras del género.
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