Las películas que cierran el Festival de
Sitges suelen ser obras notables del género fantástico. Ocupan ese
privilegiado lugar en su programación porque contienen la dosis de
expectación suficiente como para convertirse en un broche de oro para el
certamen. Por ahí pasaron en su momento Looper o The sacrament,
grandes representantes, respectivamente, de la ciencia ficción y del
‘thriller’ sectario. Este año, sin embargo, la elección ha sido más
desafortunada. Into the forest podría pertenecer al
subgénero postapocalíptico, al suspense, al terror, al gore, pero no
encaja en ninguno de ellos simplemente por su poca capacidad para
superar el drama de sobremesa con tintes panfletarios.
Ellen Page y Evan Rachel Wood, con la
participación especial de Max Minghella, interpretan a dos hermanas y un
padre que deben aprender a sobrevivir, aislados en una impresionante
choza perdida en la montaña, en un nuevo mundo sin electricidad. Es
fácil adivinar la moraleja del cuento. Podemos renunciar a todas las
comodidades de nuestro tiempo, regresar a nuestros orígenes de
autosubsistencia y convivir con la madre naturaleza. Mensaje ecologista
que contrasta con el alegato provida de uno de los personajes. Una
contradicción que termina por importarnos más bien poco. Into the forest es
tan plana, tan tímida a la hora de aprovechar todo su potencial, que
incluso sería más interesante sin la presencia de seres humanos.
Para más inri, la cinta se estrenaba en un festival que patrocina Gas
Natural Fenosa. El futuro es ver a las poderosas energéticas
reconvertidas en fabricantes de mermelada casera.
Comentarios