Creemos que los cómics son un reducto para freakies. ¿Quién sino puede sentir tanta fascinación por una lectura tan gráfica, con personajes tan estereotipados e inverosímiles, por historias que sabemos cómo empiezan pero que jamás conoceremos cómo terminan? Pues bien, señoras y señores, en el cómic está el origen de una de las películas más gratificantes del año. Detrás de la trama de X-Men Primera Generación, cargada de elementos históricos, que para sí quisieran tantos y tantos filmes vacíos de contenido, se encuentra el autor de un tebeo. Y del estilo comiquero nacen también las imágenes más impresionantes de esta superproducción que no por llevar esa etiqueta merece menos consideración.
Es difícil defender una película fruto de tantas secuelas, precuelas y otras estrategias de una industria cinematográfica en crisis de creatividad. Se está produciendo tal despropósito con el mundo de los superhéroes, en parte motivado por las propias editoriales que como la Marvel se han puesto las pilas en el negocio, que cuesta convencer a alguien de las excelencias de una nueva vuelta de tuerca en el género. Pero estamos ante X-Men, una saga que es prácticamente una excepción en el panorama.
Mientras la mayoría de adaptaciones de cómics van pasando de mano en mano, de cajón en cajón de productoras y directores bien dispares, parece que la llamada Patrulla X va manteniendo una inusual coherencia argumental en sus diferentes entregas. Y todo se debe, según parece, a la insistencia de Bryan Singer, el responsable de las dos primeras partes, las más aplaudidas por crítica y público, y productor también de esta primera generación.
Sí, de acuerdo, el Batman de Nolan puede parecer más brillante, pero ahí está Batman&Robin para manchar eternamente el expediente de la saga. O justo lo que ocurre al revés con Superman. El último intento de revitalizar al personaje, en manos de Singer por cierto, supuso un sonoro fracaso. Los X-Men, en cambio, mantienen su esencia, su fidelidad al original, sin herir la sensibilidad de los más fieles seguidores del cómic. El listón, de momento, permanece inalterable y muy elevado.
¿Era necesaria esta precuela? Pues visto el resultado se nos antoja casi imprescindible para conocer el origen de la rivalidad entre los dos personajes principales y antagónicos de la serie, el profesor X y Magneto. Sin ser un aficionado visceral de los cómics ni de la saga cinematográfica, la amistad y posterior disputa entre ambos me ha resultado apasionante. Pocas veces el concepto de precuela ha sido concebido con tanto sentido, enlazando con las posteriores entregas de manera tan satisfactoria y emocionante.
Los fóbicos a la ciencia ficción y a los efectos especiales convendrán conmigo que X-Men entremezcla de forma muy inteligente los superpoderes con un contexto histórico reconocible, el de la Guerra Fría. La perpetua batalla entre el bien y el mal, por otro lado, no se plantea desde la superficie, hasta el punto que uno llega a empatizar con ambas posturas. Incluso el complejo y la incomprensión del superhéroe, otro de los clásicos del género, se trata de una manera más profunda de lo habitual.
Pero es que no sólo el argumento se aleja de lo simplista. La puesta en escena nos regala auténticas obras de arte, como la escena, con diálogo brillante incluido, entre el judío con sed de venganza y los nazis exiliados. Una auténtica lección sobre el buen uso de la tecnología digital. Como también es el máximo exponente la escena de la moneda atravesando un cráneo, equiparable al mejor Tarantino, capaz de encontrar la belleza en el horror y la muerte.
Aplaudimos, por tanto, esta primera generación, porque incluso en el apartado interpretativo cuesta encontrar fisuras. El tándem protagonista que conforman James McAvoy y Michael Fassbender está a la altura de los veteranos Patrick Stewart e Ian McKellen. También el fichaje de las televisivas January Jones (Mad men) y Rose Byrne (Damages) resulta todo un acierto, por no mencionar la apuesta segura que supone contar con Kevin Bacon como malvado. Ahora sólo cabe esperar que este nuevo acierto en la saga X-Men no active la máquina de hacer churros en la que se ha convertido el mundo del cómic adaptado a la gran pantalla.
Es difícil defender una película fruto de tantas secuelas, precuelas y otras estrategias de una industria cinematográfica en crisis de creatividad. Se está produciendo tal despropósito con el mundo de los superhéroes, en parte motivado por las propias editoriales que como la Marvel se han puesto las pilas en el negocio, que cuesta convencer a alguien de las excelencias de una nueva vuelta de tuerca en el género. Pero estamos ante X-Men, una saga que es prácticamente una excepción en el panorama.
Mientras la mayoría de adaptaciones de cómics van pasando de mano en mano, de cajón en cajón de productoras y directores bien dispares, parece que la llamada Patrulla X va manteniendo una inusual coherencia argumental en sus diferentes entregas. Y todo se debe, según parece, a la insistencia de Bryan Singer, el responsable de las dos primeras partes, las más aplaudidas por crítica y público, y productor también de esta primera generación.
Sí, de acuerdo, el Batman de Nolan puede parecer más brillante, pero ahí está Batman&Robin para manchar eternamente el expediente de la saga. O justo lo que ocurre al revés con Superman. El último intento de revitalizar al personaje, en manos de Singer por cierto, supuso un sonoro fracaso. Los X-Men, en cambio, mantienen su esencia, su fidelidad al original, sin herir la sensibilidad de los más fieles seguidores del cómic. El listón, de momento, permanece inalterable y muy elevado.
¿Era necesaria esta precuela? Pues visto el resultado se nos antoja casi imprescindible para conocer el origen de la rivalidad entre los dos personajes principales y antagónicos de la serie, el profesor X y Magneto. Sin ser un aficionado visceral de los cómics ni de la saga cinematográfica, la amistad y posterior disputa entre ambos me ha resultado apasionante. Pocas veces el concepto de precuela ha sido concebido con tanto sentido, enlazando con las posteriores entregas de manera tan satisfactoria y emocionante.
Los fóbicos a la ciencia ficción y a los efectos especiales convendrán conmigo que X-Men entremezcla de forma muy inteligente los superpoderes con un contexto histórico reconocible, el de la Guerra Fría. La perpetua batalla entre el bien y el mal, por otro lado, no se plantea desde la superficie, hasta el punto que uno llega a empatizar con ambas posturas. Incluso el complejo y la incomprensión del superhéroe, otro de los clásicos del género, se trata de una manera más profunda de lo habitual.
Pero es que no sólo el argumento se aleja de lo simplista. La puesta en escena nos regala auténticas obras de arte, como la escena, con diálogo brillante incluido, entre el judío con sed de venganza y los nazis exiliados. Una auténtica lección sobre el buen uso de la tecnología digital. Como también es el máximo exponente la escena de la moneda atravesando un cráneo, equiparable al mejor Tarantino, capaz de encontrar la belleza en el horror y la muerte.
Aplaudimos, por tanto, esta primera generación, porque incluso en el apartado interpretativo cuesta encontrar fisuras. El tándem protagonista que conforman James McAvoy y Michael Fassbender está a la altura de los veteranos Patrick Stewart e Ian McKellen. También el fichaje de las televisivas January Jones (Mad men) y Rose Byrne (Damages) resulta todo un acierto, por no mencionar la apuesta segura que supone contar con Kevin Bacon como malvado. Ahora sólo cabe esperar que este nuevo acierto en la saga X-Men no active la máquina de hacer churros en la que se ha convertido el mundo del cómic adaptado a la gran pantalla.
Comentarios
La última de superheroes que vi fue El caballero oscuro y me gustó mucho. Teniendo en cuenta que la anterior había sido la última de Superman...
Miedo me da el reboot (que no sé muy bien qué es pero creo que es rebautizo) de Superman!
Que paren ya!!! Era mi superheroe favorito de crío. Ahora me va un perfil más atormentado, tipo Batman.
Porque los demás se atormentan por sus poderes, que son distintos, blablabla... pero es que Batman no tiene ningún poder y eso me fascina!
No hay nada como la Wikipedia para parecer listísimo!!