Señoras y señores, el matrimonio entre Pixar y Disney está haciendo mella en el mundo de la animación. ¿Será cierto aquello de que toda relación conduce al fracaso cuando hay una entrega de anillos de por medio? ¿Dejar atrás la soltería es un camino sin retorno? El caso es que después de visionar Cars, la primera de las criaturas de esta extraña pareja tras su paso por la vicaría, uno no puede sino compadecerse del triste papel de calzonazos al que ha quedado reducido Pixar.
La transgresión, inquietud, innovación, originalidad y talento que normalmente han caracterizado al joven estudio de animación (de tan sólo 20 años) parecen haber sucumbido a las directrices de la casa madre, la todopoderosa Disney. Pixar corre el riesgo de perder su propia personalidad en beneficio de un ideario desfasado que ya no encaja ni siquiera en el público infantil.
¿Por qué lo digo? Básicamente por el olor a moraleja fácil que desprende Cars. Recuerda demasiado a aquellos clásicos con los que la Disney nos obsequiaba año tras año y que hacían de la bondad y la amistad bandera inquebrantable. Sorprende que la picardía, la astucia y el buen humor de los personajes habituales de Pixar den paso de manera tan flagrante a encefalogramas planos que escupen sin cesar mensajes cargados de azúcar y miel. Sé honrado, no compitas, no traiciones nunca el valor de una amistad, recuerda siempre que la avaricia rompe el saco, la tradición prevalecerá siempre por encima de la modernidad, el amor también prevalecerá siempre por encima del mal. No es que sean mensajes detestables, pero sí incoherentes con el cariz actual de las producciones de animación.
Es una lástima que el contenido infravalore en cierta manera al insuperable continente. Ya suena a tópico que con cada nueva producción los chicos de Pixar se superan, pero es que Cars es un destacable paso adelante en cuanto a tecnología y efectos especiales. El reto era difícil. Humanizar a un coche debe ser como querer dar vida a las piedras, complicado. Sin embargo, consiguen que no nos resulte del todo descabellado asistir a una carrera de automóviles mientras un público igualmente formado por automóviles hace la ola levantando sus amortiguadores o contemplar a una furgoneta oxidada disfrutar como una loca mientras viaja en el interior de un helicóptero con ojos de pasmado.
Sin embargo, situaciones como estas son las únicas que causan sorpresa y alguna carcajada en la película. El resto se desarrolla muy lentamente, llegando incluso a momentos de bostezo, tanto por el ritmo como por el adoctrinamiento más propio del pasado. La nostalgia es precisamente la piedra angular de Cars, reivindicando unos valores que no deben perderse. Pero si alguien está nostálgico aquí, ese soy yo! Nostálgico de nuevas ideas y de talento. Así que desde aquí reivindico el regreso inmediato de los mejores tiempos de Pixar, cuando estaba soltero y sin compromiso.
La transgresión, inquietud, innovación, originalidad y talento que normalmente han caracterizado al joven estudio de animación (de tan sólo 20 años) parecen haber sucumbido a las directrices de la casa madre, la todopoderosa Disney. Pixar corre el riesgo de perder su propia personalidad en beneficio de un ideario desfasado que ya no encaja ni siquiera en el público infantil.
¿Por qué lo digo? Básicamente por el olor a moraleja fácil que desprende Cars. Recuerda demasiado a aquellos clásicos con los que la Disney nos obsequiaba año tras año y que hacían de la bondad y la amistad bandera inquebrantable. Sorprende que la picardía, la astucia y el buen humor de los personajes habituales de Pixar den paso de manera tan flagrante a encefalogramas planos que escupen sin cesar mensajes cargados de azúcar y miel. Sé honrado, no compitas, no traiciones nunca el valor de una amistad, recuerda siempre que la avaricia rompe el saco, la tradición prevalecerá siempre por encima de la modernidad, el amor también prevalecerá siempre por encima del mal. No es que sean mensajes detestables, pero sí incoherentes con el cariz actual de las producciones de animación.
Es una lástima que el contenido infravalore en cierta manera al insuperable continente. Ya suena a tópico que con cada nueva producción los chicos de Pixar se superan, pero es que Cars es un destacable paso adelante en cuanto a tecnología y efectos especiales. El reto era difícil. Humanizar a un coche debe ser como querer dar vida a las piedras, complicado. Sin embargo, consiguen que no nos resulte del todo descabellado asistir a una carrera de automóviles mientras un público igualmente formado por automóviles hace la ola levantando sus amortiguadores o contemplar a una furgoneta oxidada disfrutar como una loca mientras viaja en el interior de un helicóptero con ojos de pasmado.
Sin embargo, situaciones como estas son las únicas que causan sorpresa y alguna carcajada en la película. El resto se desarrolla muy lentamente, llegando incluso a momentos de bostezo, tanto por el ritmo como por el adoctrinamiento más propio del pasado. La nostalgia es precisamente la piedra angular de Cars, reivindicando unos valores que no deben perderse. Pero si alguien está nostálgico aquí, ese soy yo! Nostálgico de nuevas ideas y de talento. Así que desde aquí reivindico el regreso inmediato de los mejores tiempos de Pixar, cuando estaba soltero y sin compromiso.
Comentarios
No tiene por qué Pixar sucumbir a Disney, esa empresa es de Steve Jobs, el amo y señor de Apple, empresa caracteriazada por su personalidad.