En 2003 fue el SARS y el año pasado, la gripe A. La amenaza de una epidemia global se cierne sobre nuestras cabezas cada cierto tiempo con pronósticos devastadores que, por suerte, nunca han llegado a cumplirse. Contagio, la última cinta del polifacético Steven Soderbergh, hace realidad lo que hasta el momento sólo han sido alarmas y lo plasma con tan absoluta verosimilitud que, desde luego, acongoja pensar cuán vulnerable es el mundo en el que vivimos.
La película hará las delicias de los epidemiólogos. Aunque la idea de una infección masiva ha sido explotada de mil maneras en el cine, casi siempre con fines catastrofistas, en esta ocasión el guión tiene en cuenta a los expertos, a las instituciones que tendrían voz si alguna vez se alcanzara esa situación de riesgo. El filme se esfuerza en explicar conceptos como cluster o R0, vocabulario habitual de los especialistas. Sólo por ese esfuerzo documental, incluso divulgativo, Contagio merece todo el reconocimiento.
Pero precisamente esa exhaustividad en el seguimiento de una hipotética pandemia es también una de las desventajas de la película. El afán por radiografiar al milímetro la evolución del virus mortal juega en contra de una trama que conquiste la sensibilidad del espectador. Tomamos conciencia de la magnitud de la tragedia pero apenas empatizamos con su amplio abanico de personajes, que abarca desde la primera víctima occidental hasta los altos mandos de la Organización Mundial de la Salud.
La asepsia de Contagio todavía sienta peor si consideramos el impresionante cartel de intérpretes que ha logrado reunir Soderbergh. Es apabullante ver desfilar en la pantalla a actores como Jude Law, Kate Winslet, Marion Cotillard, Gwyneth Paltrow o Matt Damon sin que apenas nos de tiempo a encariñarnos con sus personajes. Aunque visto desde otro punto de vista, es también algo insólito e incluso morboso. Asistir a la autopsia de la Paltrow es una de las escenas más impactantes, sobre todo para un público como el del Festival de Sitges, donde se presentó la película el pasado viernes.
Soderbergh tampoco se deja llevar por los cánones del cine apocalíptico. A pesar de que la epidemia es devastadora, sus efectos también siguen esa tónica de verosimilitud que persigue la cinta. En vez de centrarse en los conflictos sociales que se derivarían de una tragedia de tal magnitud, sacando lo peor del ser humano en su lucha por la supervivencia, prefiere centrarse en sus implicaciones políticas e industriales. Y ahí surgen de nuevo los paralelismos con la crisis de las vacunas de la gripe A, donde la conspiración, siempre en entredicho, se dio la mano con la realidad.
Contagio supone, por tanto, un interesante documento para el estudio de una epidemia que, para bien o para mal, huye de dramatismos y tragedias. El auténtico terror lo encontramos en su autenticidad, en la asombrosa recreación de una masacre ante la que somos totalmente vulnerables. La angustia de comprobar que un buen día podemos perder el control la plasma Soderbergh en unos soberbios principio y final. Dos secuencias de apertura y cierre con estética de videoclip que constituyen por sí solas una auténtica joya. Dos ejemplos más para rogarle al atípico director que, por favor, no renuncie al cine por la pintura.
La película hará las delicias de los epidemiólogos. Aunque la idea de una infección masiva ha sido explotada de mil maneras en el cine, casi siempre con fines catastrofistas, en esta ocasión el guión tiene en cuenta a los expertos, a las instituciones que tendrían voz si alguna vez se alcanzara esa situación de riesgo. El filme se esfuerza en explicar conceptos como cluster o R0, vocabulario habitual de los especialistas. Sólo por ese esfuerzo documental, incluso divulgativo, Contagio merece todo el reconocimiento.
Pero precisamente esa exhaustividad en el seguimiento de una hipotética pandemia es también una de las desventajas de la película. El afán por radiografiar al milímetro la evolución del virus mortal juega en contra de una trama que conquiste la sensibilidad del espectador. Tomamos conciencia de la magnitud de la tragedia pero apenas empatizamos con su amplio abanico de personajes, que abarca desde la primera víctima occidental hasta los altos mandos de la Organización Mundial de la Salud.
La asepsia de Contagio todavía sienta peor si consideramos el impresionante cartel de intérpretes que ha logrado reunir Soderbergh. Es apabullante ver desfilar en la pantalla a actores como Jude Law, Kate Winslet, Marion Cotillard, Gwyneth Paltrow o Matt Damon sin que apenas nos de tiempo a encariñarnos con sus personajes. Aunque visto desde otro punto de vista, es también algo insólito e incluso morboso. Asistir a la autopsia de la Paltrow es una de las escenas más impactantes, sobre todo para un público como el del Festival de Sitges, donde se presentó la película el pasado viernes.
Soderbergh tampoco se deja llevar por los cánones del cine apocalíptico. A pesar de que la epidemia es devastadora, sus efectos también siguen esa tónica de verosimilitud que persigue la cinta. En vez de centrarse en los conflictos sociales que se derivarían de una tragedia de tal magnitud, sacando lo peor del ser humano en su lucha por la supervivencia, prefiere centrarse en sus implicaciones políticas e industriales. Y ahí surgen de nuevo los paralelismos con la crisis de las vacunas de la gripe A, donde la conspiración, siempre en entredicho, se dio la mano con la realidad.
Contagio supone, por tanto, un interesante documento para el estudio de una epidemia que, para bien o para mal, huye de dramatismos y tragedias. El auténtico terror lo encontramos en su autenticidad, en la asombrosa recreación de una masacre ante la que somos totalmente vulnerables. La angustia de comprobar que un buen día podemos perder el control la plasma Soderbergh en unos soberbios principio y final. Dos secuencias de apertura y cierre con estética de videoclip que constituyen por sí solas una auténtica joya. Dos ejemplos más para rogarle al atípico director que, por favor, no renuncie al cine por la pintura.
Comentarios
:D