No será porque no le ha puesto empeño. La segunda mitad de Brangelina, sensualidad de labios carnosos que acaparan sin piedad la pantalla, se ha esforzado como la que más por desprenderse de la etiqueta de tía cañón. Excesos de solidaridad aparte, ha intentado por todos sus medios recuperar el rumbo profesional que le brindó aquel Oscar como mejor actriz secundaria en Inocencia interrumpida.
Probó suerte con su amigo Winterbottom en Un corazón invencible, película ideada exclusivamente para su lucimiento personal, en la que un grito de lo más desgarrador suponía la secuencia perfecta de resumen en una gala de entrega de premios. Pero no consiguió sentarse entre las nominadas hasta un tiempo después, cuando se puso en manos de Clint Eastwood. Sin embargo, 2009 fue el merecido año de Kate Winslet y Angelina se fue de vacío. Y a pesar de esos esfuerzos, curiosamente la actriz se gana más el favor del público, y de parte de la crítica también, en las películas menos consideradas, las del cine de acción.
Puede que su pasado como Lara Croft tenga la culpa, pero donde Jolie se muestra más convincente es en el papel de superheroína. Esta belleza californiana parece haber nacido para dar patadas y pegar saltos con cara de mala leche, para encarnar a una especie de James Bond en su versión femenina. Porque no lo olvidemos, las supermujeres se mueven por los sentimientos, no como ese engreído agente 007 que se tira a todo lo que se menea sin muchos miramientos.
Con Evelyn Salt, Angelina se pone en la piel de una agente de la CIA sobre la que un buen día surgen las sospechas de haber pertenecido al espionaje soviético. A partir de ese momento comienza un juego de engaños al espectador que se convierte en lo más atractivo de la película, mucho más que el sobrevalorado físico de la actriz.
Las escenas de acción desprenden una inverosimilitud parecida a las de James Bond, con saltos de canguro y huidas imposibles, pero sin esa búsqueda incesante del quién da más del agente británico. Y aunque Salt mantiene con la saga el gusto por la Guerra Fría, ésta aquí sirve como excusa para los golpes de efecto en el guión y no para un espectáculo de pirotecnia digital.
La cinta, aún así, no rehúye del género al que pertenece ni escatima en escenas pasadas de vueltas. Los brincos de camión en camión de la protagonista así lo atestiguan. Pero qué sería de los efectos especiales si únicamente reinara la lógica en los guiones de cine. Y, sobre todo, qué sería de Angelina Jolie sin un buen espectáculo que disimule sus carencias en el arte de la interpretación. El cine de acción no sólo es necesario. Para algunos, es del todo imprescindible.
Probó suerte con su amigo Winterbottom en Un corazón invencible, película ideada exclusivamente para su lucimiento personal, en la que un grito de lo más desgarrador suponía la secuencia perfecta de resumen en una gala de entrega de premios. Pero no consiguió sentarse entre las nominadas hasta un tiempo después, cuando se puso en manos de Clint Eastwood. Sin embargo, 2009 fue el merecido año de Kate Winslet y Angelina se fue de vacío. Y a pesar de esos esfuerzos, curiosamente la actriz se gana más el favor del público, y de parte de la crítica también, en las películas menos consideradas, las del cine de acción.
Puede que su pasado como Lara Croft tenga la culpa, pero donde Jolie se muestra más convincente es en el papel de superheroína. Esta belleza californiana parece haber nacido para dar patadas y pegar saltos con cara de mala leche, para encarnar a una especie de James Bond en su versión femenina. Porque no lo olvidemos, las supermujeres se mueven por los sentimientos, no como ese engreído agente 007 que se tira a todo lo que se menea sin muchos miramientos.
Con Evelyn Salt, Angelina se pone en la piel de una agente de la CIA sobre la que un buen día surgen las sospechas de haber pertenecido al espionaje soviético. A partir de ese momento comienza un juego de engaños al espectador que se convierte en lo más atractivo de la película, mucho más que el sobrevalorado físico de la actriz.
Las escenas de acción desprenden una inverosimilitud parecida a las de James Bond, con saltos de canguro y huidas imposibles, pero sin esa búsqueda incesante del quién da más del agente británico. Y aunque Salt mantiene con la saga el gusto por la Guerra Fría, ésta aquí sirve como excusa para los golpes de efecto en el guión y no para un espectáculo de pirotecnia digital.
La cinta, aún así, no rehúye del género al que pertenece ni escatima en escenas pasadas de vueltas. Los brincos de camión en camión de la protagonista así lo atestiguan. Pero qué sería de los efectos especiales si únicamente reinara la lógica en los guiones de cine. Y, sobre todo, qué sería de Angelina Jolie sin un buen espectáculo que disimule sus carencias en el arte de la interpretación. El cine de acción no sólo es necesario. Para algunos, es del todo imprescindible.
Comentarios
Aunque no es nuestro caso, si queremos añadir algo, pues nosotros fuimos al cine y por problemas con los horarios, cambiamos la acción, por la comedia-acción, y el resultado fue: decepcionante. Menudo bodrio es "Killers".
A ver si pronto nos lanzamos a "Salt".
Saludos,