Estos días que se discute sobre la conveniencia o no de una miniserie basada en el accidente del vuelo Spanair de hace dos años no viene mal una lectura como la que nos propone Jonathan Safran Foer en Tan fuerte, tan cerca. El libro se centra con absoluta elegancia y sensibilidad en ese complicado proceso de lamerse las heridas y dejar que cicatricen. De enfrentarse a los recuerdos, por mucho daño que nos infundan. Y no toma como partida un suceso cualquiera. Como la catástrofe aérea, pero de alcance global, el 11-S permanece imborrable en nuestra retina y sigue siendo sinónimo de sufrimiento para familiares y seres queridos de las víctimas.
Cinco años tardó Hollywood en recrear la caída de las torres gemelas de Nueva York o el misterioso desenlace del United 93 en Pensilvania. ¿Tiempo suficiente para respetar el dolor de las familias? Seguramente no. Es de suponer que uno jamás será capaz de enfrentarse a las imágenes, reales o ficticias, del suceso. Pero qué sería entonces de la creatividad y de la libertad de expresión si todos los acontecimientos traumáticos de la historia no se pudieran abordar por miedo a herir las sensibilidades. La polémica debería centrarse exclusivamente en el tratamiento que las producciones hagan de estas tragedias.
El caso es que Stephen Daldry, el director que aglutina tres obras maestras seguidas, ha decidido basar su nueva película en un libro sobre el peliagudo 11-S. En el olvido queda, de momento, su anunciado proyecto sobre Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay, la novela sobre los orígenes de los superhéroes de Michael Chabon que ya comentamos aquí. Suponía un interesante giro de timón en su carrera, pero por razones desconocidas ha quedado en el cajón de sastre.
Daldry, por tanto, mantendrá su mirada emotiva con la segunda novela de Safran Foer, el autor de Todo está iluminado. Tan fuerte, tan cerca cuenta las investigaciones de Oskar Schell, un niño de ocho años que, tras perder a su padre en el atentado de las Torres Gemelas, sólo dispone de una misteriosa llave para averiguar qué hacía aquella mañana en tan inoportuno lugar. Una decisión clave del filme será seleccionar al actor idóneo para este papel, porque con su imaginación resabida corre el gran riesgo de resultar demasiado repelente.
Como parece gustarle a Daldry, la novela se divide en tres relatos (Las horas y El lector también contaban con tres tramas que terminarían confluyendo). Además de las hazañas de Oskar, el autor de origen judío nos involucra en el pasado de los abuelos del niño, en una historia de amor que, si impresa ya produce escalofríos, en manos de este director inglés puede convertirse en la nueva obra cumbre de su apabullante filmografía.
Pero Daldry no lo tendrá fácil. Tan fuerte, tan cerca es una experiencia completamente nueva para el lector, una sucesión de sorpresas que traspasan la letra impresa para adjuntar elementos nunca vistos en una obra escrita. Al texto lo acompañan imágenes, anotaciones, interrupciones, correcciones de ortografía. Recursos que, salvo alguna excepción un tanto forzada, suponen toda una innovación literaria. Habrá que ver cómo se las ingenia Daldry para traspasar a la pantalla las peculiaridades que hacen de Tan fuerte, tan cerca un libro único.
Las últimas páginas son un buen ejemplo. Una sucesión de instantáneas de una imagen que todos guardamos en mente, la de un hombre lanzándose al vacío desde una de las torres del World Trade Center. Una imagen dura y muy peliaguda, pero a la que el pequeño protagonista se enfrenta para calmar su dolor. El libro aborda con coraje un tabú social y sale airoso. La tragedia no ha servido para alimentar el morbo, sólo para demostrar una vez más que no hay que dar la espalda a los sentimientos. Esperemos que la polémica no enturbie la que podría ser una de las grandes películas de 2011.
Cinco años tardó Hollywood en recrear la caída de las torres gemelas de Nueva York o el misterioso desenlace del United 93 en Pensilvania. ¿Tiempo suficiente para respetar el dolor de las familias? Seguramente no. Es de suponer que uno jamás será capaz de enfrentarse a las imágenes, reales o ficticias, del suceso. Pero qué sería entonces de la creatividad y de la libertad de expresión si todos los acontecimientos traumáticos de la historia no se pudieran abordar por miedo a herir las sensibilidades. La polémica debería centrarse exclusivamente en el tratamiento que las producciones hagan de estas tragedias.
El caso es que Stephen Daldry, el director que aglutina tres obras maestras seguidas, ha decidido basar su nueva película en un libro sobre el peliagudo 11-S. En el olvido queda, de momento, su anunciado proyecto sobre Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay, la novela sobre los orígenes de los superhéroes de Michael Chabon que ya comentamos aquí. Suponía un interesante giro de timón en su carrera, pero por razones desconocidas ha quedado en el cajón de sastre.
Daldry, por tanto, mantendrá su mirada emotiva con la segunda novela de Safran Foer, el autor de Todo está iluminado. Tan fuerte, tan cerca cuenta las investigaciones de Oskar Schell, un niño de ocho años que, tras perder a su padre en el atentado de las Torres Gemelas, sólo dispone de una misteriosa llave para averiguar qué hacía aquella mañana en tan inoportuno lugar. Una decisión clave del filme será seleccionar al actor idóneo para este papel, porque con su imaginación resabida corre el gran riesgo de resultar demasiado repelente.
Como parece gustarle a Daldry, la novela se divide en tres relatos (Las horas y El lector también contaban con tres tramas que terminarían confluyendo). Además de las hazañas de Oskar, el autor de origen judío nos involucra en el pasado de los abuelos del niño, en una historia de amor que, si impresa ya produce escalofríos, en manos de este director inglés puede convertirse en la nueva obra cumbre de su apabullante filmografía.
Pero Daldry no lo tendrá fácil. Tan fuerte, tan cerca es una experiencia completamente nueva para el lector, una sucesión de sorpresas que traspasan la letra impresa para adjuntar elementos nunca vistos en una obra escrita. Al texto lo acompañan imágenes, anotaciones, interrupciones, correcciones de ortografía. Recursos que, salvo alguna excepción un tanto forzada, suponen toda una innovación literaria. Habrá que ver cómo se las ingenia Daldry para traspasar a la pantalla las peculiaridades que hacen de Tan fuerte, tan cerca un libro único.
Las últimas páginas son un buen ejemplo. Una sucesión de instantáneas de una imagen que todos guardamos en mente, la de un hombre lanzándose al vacío desde una de las torres del World Trade Center. Una imagen dura y muy peliaguda, pero a la que el pequeño protagonista se enfrenta para calmar su dolor. El libro aborda con coraje un tabú social y sale airoso. La tragedia no ha servido para alimentar el morbo, sólo para demostrar una vez más que no hay que dar la espalda a los sentimientos. Esperemos que la polémica no enturbie la que podría ser una de las grandes películas de 2011.
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kyot_