Los críticos comparten un mismo ranking de fobias. En el tercer lugar de su lista negra nos encontramos con las secuelas. A mayor número de entregas, peor tiene que ser la calidad de la saga, siempre y cuando no venga un director de renombre que la revitalice (léase el caso de Batman, por ejemplo). En segunda posición se mantienen desde hace tiempo las comedias románticas. Jamás superarán las tres estrellas, a no ser que Anne Igartiburu se convierta de la noche a la mañana en colaboradora de la Fotogramas. Y en el primer puesto, a larga distancia de las demás, se encuentra el género más denostado por el sector intelectual, el que nunca logrará superar a la obra original, condenado a ser siempre un producto innecesario. Sí, hablamos del remake, de la reposición, del refrito.
¿Algún crítico albergaba esperanzas sobre la Psicosis de Gus van Sant o sobre El planeta de los simios de Burton? ¿Alguno pronostica que El equipo A será mejor que la mítica serie ochentera? Está claro que no. De la misma forma, con idéntica predisposición, todos esperaban con sus bolígrafos en alto la llegada del nuevo Freddy Krueger y, como no podía ser de otra forma, las reacciones no han sorprendido a nadie. “Filme innecesario”, “cuenta lo mismo que el título original de Wes Craven pero sin elegancia”, “No hay novedades”.
Es difícil ponerse de acuerdo en la razón de ser de un remake. ¿Debe respetar al milímetro el original o tiene que romper por completo su esencia? El camino que ha decidido seguir Pesadilla en Elm Street (el origen) no es otro que el de la actualización. Su objetivo: acercar una saga muy rentable a las nuevas generaciones. Convendría que más de uno visionara después de tantos años la película original y se daría cuenta, no sólo de que las rayas del jersey de Freddy son verdes y no negras, sino de que la cinta tiene un fatal envejecimiento.
Pesadilla en Elm Street es todo un clásico del cine de terror y es de las privilegiadas que logran formar parte del imaginario colectivo, gracias, sobre todo, a su carismático protagonista. Sin embargo, no logra traspasar el filtro de los años. Lo que en su día daba miedo, hoy resulta cómico. El pavor sólo se produce al ver cómo el mito se desmorona tras comprobar que ni una sola de las escenas provoca el más mínimo sobresalto. Francamente, necesitaba una capa de pintura con urgencia.
El trabajo del debutante Samuel Bayer, en ese sentido, es meritorio. No pasará a la historia por revitalizar una saga e incluso superar al original como Christopher Nolan, pero tampoco es para despotricar por inercia de su trabajo. Sin alterar en ningún momento la historia inicial, consigue con un aprobado alto el doble cometido de este remake: actualizar el personaje a los nuevos tiempos de cara a una posible franquicia y convertir la película en algo más parecido a una pesadilla.
El prólogo de la cinta ya es toda una hazaña. Por fin una película de Freddy Krueger consigue que nos sobresaltemos, aunque sea a golpe de efectos de sonido. Se respetan algunas de las escenas memorables de la pesadilla original, como la de la cama o la de la bañera, pero adaptadas a los tiempos modernos. Además, Jackie Earle Haley, el nuevo Freddy, consigue despojar al personaje de la parodia a la que nos tenía acostumbrados Robert Englud para dotarlo de un aire más siniestro y aterrador.
La renovación, por tanto, además de necesaria, es bastante efectiva. Donde fracasa un poco el filme es en sus intenciones de precuela, aunque para producir una insensatez como la que idearon con Hannibal Lecter casi mejor no entrar en más detalles del pasado. El desarrollo de la cinta tampoco es el más satisfactorio, repleto de pesquisas aburridas en detrimento de las escenas puramente terroríficas. Pero Pesadilla en Elm Street (el origen) ni es un bochorno ni un despropósito. Los críticos deberían interiorizar que no todos los remakes tienen por qué formar parte siempre del club de una sola estrella.
¿Algún crítico albergaba esperanzas sobre la Psicosis de Gus van Sant o sobre El planeta de los simios de Burton? ¿Alguno pronostica que El equipo A será mejor que la mítica serie ochentera? Está claro que no. De la misma forma, con idéntica predisposición, todos esperaban con sus bolígrafos en alto la llegada del nuevo Freddy Krueger y, como no podía ser de otra forma, las reacciones no han sorprendido a nadie. “Filme innecesario”, “cuenta lo mismo que el título original de Wes Craven pero sin elegancia”, “No hay novedades”.
Es difícil ponerse de acuerdo en la razón de ser de un remake. ¿Debe respetar al milímetro el original o tiene que romper por completo su esencia? El camino que ha decidido seguir Pesadilla en Elm Street (el origen) no es otro que el de la actualización. Su objetivo: acercar una saga muy rentable a las nuevas generaciones. Convendría que más de uno visionara después de tantos años la película original y se daría cuenta, no sólo de que las rayas del jersey de Freddy son verdes y no negras, sino de que la cinta tiene un fatal envejecimiento.
Pesadilla en Elm Street es todo un clásico del cine de terror y es de las privilegiadas que logran formar parte del imaginario colectivo, gracias, sobre todo, a su carismático protagonista. Sin embargo, no logra traspasar el filtro de los años. Lo que en su día daba miedo, hoy resulta cómico. El pavor sólo se produce al ver cómo el mito se desmorona tras comprobar que ni una sola de las escenas provoca el más mínimo sobresalto. Francamente, necesitaba una capa de pintura con urgencia.
El trabajo del debutante Samuel Bayer, en ese sentido, es meritorio. No pasará a la historia por revitalizar una saga e incluso superar al original como Christopher Nolan, pero tampoco es para despotricar por inercia de su trabajo. Sin alterar en ningún momento la historia inicial, consigue con un aprobado alto el doble cometido de este remake: actualizar el personaje a los nuevos tiempos de cara a una posible franquicia y convertir la película en algo más parecido a una pesadilla.
El prólogo de la cinta ya es toda una hazaña. Por fin una película de Freddy Krueger consigue que nos sobresaltemos, aunque sea a golpe de efectos de sonido. Se respetan algunas de las escenas memorables de la pesadilla original, como la de la cama o la de la bañera, pero adaptadas a los tiempos modernos. Además, Jackie Earle Haley, el nuevo Freddy, consigue despojar al personaje de la parodia a la que nos tenía acostumbrados Robert Englud para dotarlo de un aire más siniestro y aterrador.
La renovación, por tanto, además de necesaria, es bastante efectiva. Donde fracasa un poco el filme es en sus intenciones de precuela, aunque para producir una insensatez como la que idearon con Hannibal Lecter casi mejor no entrar en más detalles del pasado. El desarrollo de la cinta tampoco es el más satisfactorio, repleto de pesquisas aburridas en detrimento de las escenas puramente terroríficas. Pero Pesadilla en Elm Street (el origen) ni es un bochorno ni un despropósito. Los críticos deberían interiorizar que no todos los remakes tienen por qué formar parte siempre del club de una sola estrella.
Comentarios
Coincido en que lo que hicieron con Hannibal Lecter es de pena. Mucha pena.
Lo del origen de Hannibal fue patético. A Lecter lo tendrían que haber dejado en paz después de la segunda película, la de Ridley Scott, que me encanta! La del dragón rojo ya flojeaba un poco, pero es que la precuela ya era para ponerse a llorar!!
jesn, a mi me pirran los jerseys o camisetas a rayas tipo Freddy!
jajajja
He reflexionado más sobre el tema y he llegado a la conclusión de que las rayas verticales se reservan para las camisas, os habéis dado cuenta? En las camisas son verticales (descartemos por favor las diagonales!) y en camisetas son horizontales. Por qué?? Esoy por hacer un spin off de este blog que se llame 'La pasarela'!