El día que Rodrigo García nos cuente una historia de hombres nos pillará por sorpresa. El universo femenino se ha convertido en el eje central de su filmografía, retratado al detalle y desde el más intimista de los extremos. Ninguna directora, ni siquiera las de mayor reivindicación feminista, ha logrado convertir su carrera en una radiografía tan fidedigna de la mujer como lo ha hecho este realizador colombiano. El día que Rodrigo García nos cuente una historia de hombres, igual deja de ser Rodrigo García.
En esta ocasión, ha dejado aparcadas las relaciones de pareja y, sobre todo, los experimentos esotéricos de su último trabajo (Passengers) para adentrarse en el lazo más estrecho y complejo de toda mujer, el que la une con su madre y viceversa. Y el punto de vista lo ha puesto precisamente en la ausencia de ese referente vital, obteniendo así el relato de tres mujeres atormentadas por el desamparo.
Naomi Watts se reserva la mejor historia y, a cambio, ofrece la interpretación de su vida. Abogada con una frialdad pavorosa, sus relaciones sociales se reducen a la mínima expresión. No entiende de afectos ni de cordialidades, probablemente porque su madre la dio en adopción con tan sólo 14 años. Hasta que su vida da un giro inesperado que la enfrenta de lleno a lo que más temía, el amor.
Mientras, su madre biológica, interpretada por la gran Annette Bening, vive martirizada por tan amarga decisión. El trato con los demás tampoco es su fuerte y en cuanto alguien se le acerca con las mejores intenciones se abalanza como una fiera. La comunicación con su entorno, empezando con la propia madre, brilla por su ausencia. Hasta que un buen día aparece alguien que descubre lo que oculta su coraza.
Y en último lugar, Lucy y su marido encuentran en la adopción el único remedio para ser padres. En su búsqueda del retoño se topan con la sorpresa más grata del filme, una exigente y jovencísima madre con la cabeza demasiado bien amueblada. Entre la embarazada y la adoptiva surge una perfecta conexión, hasta que comienzan a surgir las traiciones y los remordimientos.
García se agarra de nuevo a una historia coral pero esta vez adopta una estructura lineal en la que finalmente las tramas principales se van entremezclando. Abandona así la sutileza de Nueve vidas, donde los nueve relatos en plano secuencia apelaban de forma más directa a la imaginación del espectador. Madres & hijas, en ese sentido, es más convencional, menos arriesgada, por momentos demasiado reiterativa.
Aún así, el director consigue añadir un nuevo e interesante capítulo a su particular estudio sobre la mujer. Por su objetivo ya han pasado las relaciones amorosas y ahora las familiares, y si añadimos sus contribuciones en A dos metros bajo tierra, En terapia o Dime que me quieres, también ha tratado la convivencia con la muerte o el sexo en la tercera edad. Madres & hijas viene a confirmar que entre actrices y con tramas femeninas es donde García mejor sabe moverse.
En esta ocasión, ha dejado aparcadas las relaciones de pareja y, sobre todo, los experimentos esotéricos de su último trabajo (Passengers) para adentrarse en el lazo más estrecho y complejo de toda mujer, el que la une con su madre y viceversa. Y el punto de vista lo ha puesto precisamente en la ausencia de ese referente vital, obteniendo así el relato de tres mujeres atormentadas por el desamparo.
Naomi Watts se reserva la mejor historia y, a cambio, ofrece la interpretación de su vida. Abogada con una frialdad pavorosa, sus relaciones sociales se reducen a la mínima expresión. No entiende de afectos ni de cordialidades, probablemente porque su madre la dio en adopción con tan sólo 14 años. Hasta que su vida da un giro inesperado que la enfrenta de lleno a lo que más temía, el amor.
Mientras, su madre biológica, interpretada por la gran Annette Bening, vive martirizada por tan amarga decisión. El trato con los demás tampoco es su fuerte y en cuanto alguien se le acerca con las mejores intenciones se abalanza como una fiera. La comunicación con su entorno, empezando con la propia madre, brilla por su ausencia. Hasta que un buen día aparece alguien que descubre lo que oculta su coraza.
Y en último lugar, Lucy y su marido encuentran en la adopción el único remedio para ser padres. En su búsqueda del retoño se topan con la sorpresa más grata del filme, una exigente y jovencísima madre con la cabeza demasiado bien amueblada. Entre la embarazada y la adoptiva surge una perfecta conexión, hasta que comienzan a surgir las traiciones y los remordimientos.
García se agarra de nuevo a una historia coral pero esta vez adopta una estructura lineal en la que finalmente las tramas principales se van entremezclando. Abandona así la sutileza de Nueve vidas, donde los nueve relatos en plano secuencia apelaban de forma más directa a la imaginación del espectador. Madres & hijas, en ese sentido, es más convencional, menos arriesgada, por momentos demasiado reiterativa.
Aún así, el director consigue añadir un nuevo e interesante capítulo a su particular estudio sobre la mujer. Por su objetivo ya han pasado las relaciones amorosas y ahora las familiares, y si añadimos sus contribuciones en A dos metros bajo tierra, En terapia o Dime que me quieres, también ha tratado la convivencia con la muerte o el sexo en la tercera edad. Madres & hijas viene a confirmar que entre actrices y con tramas femeninas es donde García mejor sabe moverse.
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