Ir al contenido principal

¿Dónde está la demagogia?

Sobre Michael Moore pesa últimamente una gran campaña de desprestigio. Se dice que posee una casa de millón de dólares en pleno Manhattan, fruto de las cuantiosas ganancias que le han reportado sus documentales en contra de las desigualdades sociales. Se comentó en el pasado Festival de Venecia, cuando fue a presentar Capitalismo: una historia de amor, que las distribuidoras exigían 2.000 euros a los medios de comunicación para poder entrevistarle. Al realizador de Flint se le juzga con la misma facilidad con la que se mitifica a otros directores de intocable renombre. Y cabría preguntarse por qué, hasta llegar rápidamente a una conclusión: Michael Moore es un personaje incómodo.
Críticas sobre sus contradicciones ideológicas aparte, lo cierto es que sus detractores, que cada vez son más, apuntan más el objetivo hacia el peculiar método utilizado por el director para ilustrar sus documentales. Las acusaciones de demagogia han aumentado con cada nuevo proyecto de Moore. Algunos críticos accionan directamente el piloto automático en cuanto atisban uno de sus nuevos documentales, olvidándose de las ovaciones que en su día le brindaron.
El caso es que sólo hay que contemplar el inicio de su nueva propuesta contra el capitalismo, en la que compara la época romana con la actual, para comprobar que algunas de sus afirmaciones están cogidas con calzador. Sin embargo, estas minucias no pueden empañar la imprescindible labor de este personaje tan revelador como necesario.
Moore es una excepción en el panorama cinematográfico. El único que cuenta con la confianza de un gran estudio para denunciar a políticos, instituciones y otras corporaciones gigantes que, como General Motors, Citibank o Wal Mart, aprovechan los resquicios abiertos por la política para instaurar un capitalismo salvaje, desprovisto de cualquier atisbo de humanidad.
Lo único que podría reprochársele a Moore es su abuso de testimonios lacrimógenos o su tendencia a montar el espectáculo. Sin embargo, hay que entender que es la única manera de hacer digerible para todos los públicos un tema tan poco comercial como la economía basada en el capitalismo. El resto de material es una lúcida recopilación de datos en la que no hay cabida para la invención, puesto que cada uno de ellos viene perfectamente documentado con declaraciones, cifras y nombres. Ni trampa ni cartón.
El pueblo estadounidense con el índice más elevado de menores internos tenía subcontratado su centro de detención juvenil a una empresa privada que, en su búsqueda de beneficios, no dudó en sobornar a un juez para que aumentara su cartera de ‘clientes’. El piloto que salvó la vida de decenas de pasajeros tras un aterrizaje de emergencia en el río Hudson de Nueva York denunciaba meses más tarde sin apenas repercusión mediática la precariedad laboral en el sector de la aviación, con sueldos por debajo de los 17.000 dólares anuales. Empresas mastodónticas, como la cadena de supermercados Wal Mart, contratan seguros de vida a nombre y a espaldas de sus empleados para enriquecerse a su costa en caso de fallecimiento. El 1% de los ciudadanos de los Estados Unidos acumula más riqueza que otro 95% de la población.
¿Dónde está entonces la demagogia? Desde luego no en Michael Moore, encargado de sacar a la luz, con mayor o menor acierto, las perversidades del venerado sistema capitalista. Por supuesto, el director nos ofrece una lección sobre demagogia pero no llevándola a cabo en primera persona sino denunciando la degeneración de la democracia a la que ha conducido el libre mercado. Demagogia practicó Bush fomentando el miedo a la crisis en un discurso ante los ciudadanos y demagogia denotaron republicanos y demócratas en el congreso cuando concedieron bajo ese pretexto 700.000 millones de dólares de las arcas públicas a la banca privada. Desde luego, prefiero ver llenos los bolsillos de alguien capaz de abrirnos los ojos que los de multimillonarios directores empeñados en colocarnos una venda en forma de gafas tridimensionales. Para algunos esto será demagogia, puede que de las más baratas, pero conviene distinguir entre aquellas que pretenden ser instructivas y las que simplemente destruyen.

Comentarios

quest ha dicho que…
Vaya, no había visto esta entrada. Es cierto que a ciertas denuncias es necesario ponerle altavoz y este hombre lo consigue al 100%.... pero Moore a mí sí me parece demagogo. Y nada, nada constructivo.

La primera vez Moore pareció un héroe, un Robin Hood. Ahora está sobreactuado. Muy politizado. Excesivo.
Pol Morales ha dicho que…
quest, si algún día ves Capitalismo verás que su protagonismo ha menguado, cosa que es de agradecer porque en cuanto aparece pierde credibilidad el asunto. Los datos que aporta y algunas declaraciones políticas son para sucar pan!

Entradas populares de este blog

Próximamente: 3 proyectos de lo más intrigantes

Verano suele ser sinónimo de taquillazos. Grandes superproducciones cargaditas de efectos especiales pero con escaso ingenio. Este año, además de superhéroes, sagas vampíricas y videojuegos que saltan al cine, se nos avecinan proyectos de un calibre distinto. Propuestas innovadoras rodeadas de misterio, tanto dentro como fuera de la pantalla, que no recelan de la tecnología pero que tampoco nadan en las plácidas aguas del entretenimiento más puro . Tienen a sus espaldas grandes campañas publicitarias, milimétricamente estudiadas, pero son películas que se venden por sí solas. Inception Christopher Nolan, el director que estrujó nuestros cerebros con Memento , parece que volverá a hacernos trabajar en su nueva película. Inception , traducida aquí como Origen , supondrá un nuevo reto sobre la mente humana y, a juzgar por el espectacular trailer, un desafío a las leyes de la gravedad. Leonardo DiCaprio encarna a Dom Cobb, especialista en apropiarse de los secretos del subconsciente ajeno

Lecciones de Mildred Pierce

Las miniseries de la HBO gozan de un destacable prestigio, casi tan importante como el de sus series, y sin embargo son unas grandes desconocidas para el público internacional. Hasta ahora. Porque desde Angels in America no veíamos tanta repercusión como la que ha tenido Mildred Pierce , una exquisita pieza de cinco episodios con un reclamo infalible: Kate Winslet . No en vano, la ganadora de un Oscar por El lector protagoniza todas y cada una de las escenas de una miniserie que, sin embargo, destaca por otros motivos además de la presencia de un valor tan seguro. Si hay algo que objetar acerca de Mildred Pierce es, sin duda, su descompensación. Los tres primeros capítulos son de cocción lenta, narrándonos los inicios de Mildred, una mujer hecha a sí misma, que se quedó prácticamente con lo puesto tras separarse de su marido y que termina levantando un imperio hostelero a base de pollo frito. Los dos últimos episodios, en cambio, saben a poco. Es cuando la narración se vuelve de gol

Ratatouille: el regreso de Pixar a la alta cocina

Resulta que la ratatouille (que todos sabemos pronunciar como ratatúi) es una especialidad culinaria de la Provenza francesa que consiste en freír una serie de verduras en aceite de oliva. Que sea una producción norteamericana, aprovechando la polisemia de sus cuatro primeras letras con el mamífero roedor, la que me descubra el significado del término ya es un hecho curioso. Pero que además, una película de dibujos animados, tan frecuentemente infravaloradas, contenga tal nivel de documentación sobre el mundo culinario refleja el nivel de ingenio de sus creadores. Temimos con la inauguración del matrimonio entre Pixar y Disney un descenso de la creatividad a la que nos tenían acostumbrados los chicos de John Lasseter. Cars , el primer fruto de la unión, se acercaba peligrosamente a la moralina del gigante de la fantasía y se alejaba de la frescura y el ingenio de los creadores de Toy Story . Con Ratatouille , por suerte, avanzamos unos pasos más hacia delante respecto a la última cre