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Miseria y espectáculo

¿Alguien se imagina un musical de Madame Bovary? O peor aún, ¿alguien es capaz de ponerle melodía a la desgarradora trama de Las cenizas de Ángela? Pues algo parecido concibió la retorcida mente que un buen día decidió ponerle letra y música al clásico de Victor Hugo, convirtiendo una novela realista y reivindicativa como Los miserables en una reivindicación del mal gusto.

Porque no hay que negarlo, los musicales son petardos y festivaleros, idóneos para Priscillas, gatos humanos y reyes leones, no para tramas más serias y profundas, que requieren un mínimo respeto. El sacrilegio, sin embargo, ha salido muy rentable, con decenas de millones de espectadores en todo el mundo. Y la industria del cine, como es natural, no podía dejar escapar semejante bombazo. Lo extraño era que la adaptación de la obra tardase tanto tiempo en llegar.

El caso es que ya lo ha hecho, rodeada de una enorme pompa publicitaria y con todos los halagos posibles. Sin duda, Tom Hooper, director de El discurso del rey, ha sabido respetar al milímetro la esencia del musical original, hasta el punto que ha decidido reducir los diálogos a la mínima expresión. Pero la fidelidad es tan alta que lo que en el teatro se permite por su particularidad, como el histrionismo o la sobreactuación, en pantalla se percibe como más inverosímil y grotesco.

Prostitutas cantando y danzando sus miserias, niños falleciendo entre balas y notas, miserias reducidas a simples melodías, la mayoría de ellas aterradoramente pegadizas. Ni Pedro Piqueras sería capaz de orquestar un espectáculo semejante partiendo de las desgracias ajenas. Debí hacérmelo mirar en su momento, cuando salí del teatro con tan buen sabor de boca, porque vista ahora en cine, la maniobra de encajar tanta carga dramática en un género tan ligero como el musical me ha parecido de lo más macabra. 

A falta de colorido, vitalidad y de números musicales, la esencia en definitiva de todo espectáculo de Broadway, Los miserables supone toda una banda sonora de dos horas y media, con sus momentos álgidos pero también con sus instantes del más puro sopor. Por alguna razón inexplicable, los guionistas de musicales insisten en martirizar a su público con baladones insufribles, encadenados unos tras otros, como si fuera un pecado mortal escribir obras de menos de tres horas de duración. Hasta en eso, Hopper decide seguir al dedillo las directrices del género. 

De ahí que entre tanta inercia, sobresalgan con nota escenas como las de Anne Hathaway, que con un valiente primer plano borda el I dreamed a dream que ninguna otra actriz será capaz de superar. Y es que menuda desazón deben estar sufriendo los actores que ahora mismo defienden la obra en cartel. Las comparaciones serán odiosas y, vista la película, no sé a quien le puede apetecer pagar 70 euros por ver a un Jean Valjean que no sea el magnífico Hugh Jackman. 

En todo caso, Los miserables ha supuesto un éxito sin paliativos, un ejemplo de que la banalización de grandes textos literarios puede resultar de lo más beneficiosa. Así que luego no nos asustemos si en los próximos años aparecen musicales de Don Quijote (¡caray, si ya existe!) o de grandes tragedias griegas en el West End londinense junto a Viva Forever o Shrek. Está visto que no hay tema, situación o personaje que se le resista a un musical.

Comentarios

quest ha dicho que…
VAYA!
Tu oposición es frontal a todo lo referente al propio musical e incluso rescatas ciertos aspectos de la interpretación en el film en detrimento del musical! Partes de que la peli no puede ser buena porque el musical es un tostón banal?

Increíble. No sé. Casi todas las grandes óperas son trágicas y no por ello despreciables!

Sorprendente punto de vista, pero en el caso concreto de Los Miserables no tengo elementos para juzgar.
Pol Morales ha dicho que…
Todavía no he ido a ninguna ópera, pero compararlas con este espectáculo de masas yo diría que es un sacrilegio. No me imagino yo a la Caballé... jajaja!

La ópera supongo que tendrá algo de lo que estos musicales carecen: sensibilidad!

Por otro lado, no digo que los actores sean mejores. De hecho, voy a tirarme al vacío diciendo que me gustó más Daniel Diges de revolucionario que el de la peli, pero el elenco es el que es. Y los medios también. Y siendo prácticamente calcados en estructura, yo no pagaría por el musical ni en broma.
quest ha dicho que…
Sigo asombrado...
Pol Morales ha dicho que…
La verdad es que yo también. Iba con muchas ganas! Pero es que me aburrí bastante. Y salí de mala hostia. Tengo otro concepto de musical. Me gusta que se resalten los números musicales, las coreografías, la petardez. Esto tan ñoño no me llega.

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