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Blanco o negro

La combinación de sonrisas y lágrimas con una música que estimule ambas reacciones siempre ha sido de lo más efectiva. Hay situaciones, forzadas o no, que son infalibles a la hora de estimular la sensibilidad del espectador. Y lo que hace The help (vilmente traducida aquí como Criadas y señoras) es llevarlas al extremo, de carcajadas a llantos, sin demasiados rodeos.

Que acudan a verla emocionados aquellos que se dejan llevar sin complejos por el efectismo y que rehúyan y renieguen de ella los que aborrecen los trucos de magia. Porque la película no se centra en el racismo de la América de los 60 para pasar de puntillas sobre el tema. Un conflicto lo bastante dramático, lo suficientemente injusto, como para no exprimirlo al máximo, sin tapujos, sin sutilezas.

No cabe esperar de Criadas y señoras una denuncia perspicaz al estilo de Paseando a Miss Daisy. La viejecita refunfuñona es una anciana adorable en comparación con las malvadas señoras que nos presenta esta película de extremos opuestos, de blancos y negros sin apenas espacio para la gama de grises. Es un filme que refleja una realidad histórica y documentada pero desde un prisma distorsionado, con demasiado azúcar o demasiada amargura. Sin término medio.

La primera imagen de la cinta, con una Viola Davis relatando a cámara los sentimientos encontrados de una sirvienta negra en el hogar de unos señoritos blancos, ya demuestra sus intenciones, ya prepara al espectador para lo que se le viene encima, un drama de proporciones colosales. Pero para que el tono no adquiera el fatalismo de Precious, ahí está Octavia Spencer y su divertida Minny, para contrarrestar los efectos lacrimógenos de su compañera. El mismo truco que utilizan las películas infantiles para despertar las simpatías de toda la platea.

Y cómo en todo cuento animado, no puede faltar el antagonista malvado y perverso, que encuentra en Bryce Dallas Howard a la mejor representante de los últimos tiempos. Desde la perversa Cruella de Vil no se veía en pantalla un personaje tan histriónico y obsesionado con hacer el mal. Ella y sus secuaces pijas sólo encuentran sentido a sus vidas humillando a sus (mal)criadas negras. El tratamiento se acerca más al bullying de instituto que al reflejo de una injusticia de la que eran partícipes todos los estadounidenses de bien.

La tendencia a exagerar de Criadas y señoras juega en contra de la verosimilitud. Es evidente que esa etapa racista del país norteamericano existió. Todos hemos visto las imágenes de los asientos para negros en la cola del autobús, testimonio de un pasado no tan lejano. Sin embargo, la película de Tate Taylor, y no sabemos si el libro de Kathryn Stockett en el que está basada también, prefiere recrearse en polarizar dos bandos, en caricaturizar a los personajes a base de clichés. Alcanza cotas de fábula tan elevadas que se olvida por completo del contexto real, seguramente mucho más duro, aunque menos efectista, que el filme.

Las imágenes de una señora prohibiéndole el uso del baño principal a la sirvienta negra y de la sirvienta negra devolviéndole el golpe en forma de tarta escatológica no están al servicio de la causa negra o de los derechos por la igualdad. Son escenas que no se han diseñado para sacar los colores a una sociedad cómplice del racismo sino para garantizar una dosis notable de risas y llantos. Una vez asumida la función de Criadas y señoras, potenciar los lagrimales del personal, la opción más recomendable es dejarse llevar por su estratagema y reír y llorar bien a gusto. La otra opción es quedarse en casa.

Comentarios

quest ha dicho que…
Pues me quedo en casa.

Para ver este tipo de pelis hay que tener el día.
Manderly ha dicho que…
El libro me ha gustado mucho. Espero que la película también.
Un saludo.

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