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ESPECIAL ZINEMALDIA 2015 - Yo, él y Raquel

Puede que sea por la repentina saturación de películas que giran su trama en torno al cáncer, el cáncer que sea. O puede que por mi tendencia a aborrecer cierto tipo de cine independiente estadounidense, el que a base de perseguir el desmarque del discurso oficial consigue precisamente encasillarse en esa otra parcela de películas forzadamente ingeniosas pero que ya conforman un patrón nada original. El caso es que esta tragicomedia protagonizada por una adolescente enferma de cáncer y su vecino rarito me ha provocado el mismo rechazo que me producen el humor fingido, calculadoramente alternativo, y el drama lacrimógeno barato.

Quizá por eso no entiendo que una cinta como Yo, él y Raquel despierte tantas carcajadas y alabanzas y que a día de hoy sea la segunda película mejor valorada por el público del Festival Internacional de San Sebastián. Cada carcajada en la sala por cada broma absurda me hacía sentir un poco más extraterrestre. Cada comparación con Wes Anderson me hacía entrar directamente en cólera. Ya quisiera Alfonso Gómez-Rejón labrarse un estilo visual tan peculiar y único como el del director de Houston. Pero, sobre todo, ya quisiera con esta película, que ni siquiera llega a simpática, acercarse a otras grandes propuestas indies ambientadas en un instituto y que sí marcan la diferencia (léase Las ventajas de ser un marginado).

Me resultó prácticamente imposible conectar con un elenco del que únicamente puede resaltarse a Olivia Cooke, que, eso sí, repite casi al milímetro su papel de adolescente simpática y escéptica en Bates Motel. Al resto del reparto, pertenezca a la tribu de instituto que pertenezca, resulta complicado no aborrecerlo. Al protagonista y a su narración tan cool, plagada de escenas imaginarias en stop motion, lo desterraba a cualquier comedieta para adolescentes de la cadena ABC Family. Pero es que al resto del plantel, desde el padre fumado hasta el profesor alternativo, los mandaba directamente al lugar del que nunca deberían salir, el de los personajes estereotipados. Porque sí, en el cine independiente made in USA también hay perfiles que se repiten hasta la saciedad. Y son tan aborrecibles como los del cine más comercial.

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