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ESPECIAL SITGES 2013: Grand Piano

Puesta de largo del Festival de Sitges con otra cinta de género española con vocación internacional. Hace años que el famoso certamen de cine fantástico y de terror sigue la misma tónica para dar el pistoletazo de salida a su maratoniana oferta. Este 2013, si cabe, con mayor vocación de espectáculo. La presencia de Elijah Wood en la alfombra roja previa al gran estreno calentó los ánimos del público en la gélida tarde del pasado viernes. Desfilando a su alrededor, dos pesos pesados como Terry Gilliam (12 monos) y Eli Roth (Hostel). Pero ¿estuvo la gran promesa Grand Piano a la altura de las circunstancias?

Pues como ocurre últimamente con las películas que abren el Festival de Sitges, según se mire. Nuevamente, el cine español saca pecho con despliegue de medios, rodajes en inglés, fichajes estrella, en un género en el que ya ha demostrado sobrada eficacia. La consigna parece irrefutable. Es el camino a seguir. En la platea reina el autoconvencimiento de que sólo mirando hacia Hollywood, dónde más saben de este negocio, alcanzaremos fortuna. Y se nos olvida que para competir con el gigante, más que recursos, nos hace falta ingenio.

Como ocurriera con Luces rojas, dirigida precisamente por el productor de Grand Piano Rodrigo Cortés, la hazaña es muy loable. La coletilla de “no parece española” las acompañará siempre, ganándose el aplauso de los más escépticos del cine español, incluido el ministro Montoro. Pero ¿alguien le brindaría a uno de estos dos proyectos algo más que un aprobado de no ser made in Spain? ¿Debemos ser más condescendientes con nuestro cine simplemente por llevar una gran producción detrás? ¿Transformers, por poner un ejemplo loco, tendría más mérito de ser española?

La ambición del cine español debería medirse más en talento que en recursos. Puede que Lo imposible sea ahora mismo el gran referente de muchos directores, pero está claro que el salto cuantitativo de Juan Antonio Bayona con el blockbuster del año pasado fue inversamente proporcional al cualitativo. Grand Piano no partía ni de lejos de tamañas pretensiones, pero desde luego contaba con todos los ingredientes para una clara vocación comercial. Estaba el dinero, el respaldo mediático, los actores internacionales, incluso la inspiración nada menos que hitchconiana. Faltó la ejecución.

Tres años después de presentar también en Sitges Agnosia, Eugenio Mira vuelve a tirar por la borda una buena premisa. El problema no está en el espectador verosimilista, como apuntó Cortés en la presentación, que insistentemente busca encontrarle el sentido a una trama increíble. El problema es que ni el montaje ni el guión alcanzan el clímax de tensión necesario para mantener al público ocupado y ajeno a los cabos sueltos del argumento.

Y es que gestionar el suspense en un espacio y un tiempo limitados no es tan sencillo como parece. No basta con reubicar al protagonista desde un ataúd o una cabina de teléfono al escenario de una sala de conciertos. Para alcanzar el clima de angustia y de asfixia de Buried o Última llamada se necesita una gran destreza manejando el ritmo y los tiempos, trasladando a los planos el nervio y la histeria de una situación límite sin caer en lo rebuscado. Más que la belleza visual se precisa el estímulo, la reacción en el patio de butacas.

Por lo tanto, en su ambición hitchconiana, en su vocación de atmósfera claustrofóbica, Grand Piano es una auténtica decepción. Como negocio puede que sea un éxito irreprochable, pero dentro del género thriller fracasa en su principal cometido, el de la intriga. Puestos a ser puristas, si alguien mereció abrir el Festival de Sitges (y técnicamente así lo hizo) fue Carles Torrens con su cortometraje Sequence. Acción, misterio, terror, talento y, lo más importante, originalidad. En sólo unos pocos minutos lanza un anzuelo que incluso los peces más gordos de Hollywood podrían picar. Esa sí parece la senda hacia el éxito.

Comentarios

ulher ha dicho que…
no se puede decir más claro!!

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