No quería hacerlo. Comparar Dexter con Breaking bad por la simple coincidencia en el calendario. Pero es que resulta prácticamente imposible obviar la obra maestra de Vince Gilligan cuando justo nos está conduciendo hacia un final de vértigo, magistralmente orquestado para satisfacer a sus seguidores. Justo lo contrario que ha sucedido con Dexter, una serie con legión de fieles adeptos pero que incluso con su comprensible falta de objetividad deberán reconocer, aunque sea en la más estricta intimidad, que este no era el desenlace que esperaban para su antihéroe favorito.
Hacía tiempo que las cosas no marchaban bien en Miami. Desde que Debra descubriera toda la verdad sobre su hermano, uno de los momentos más ansiados de la serie, la trama no ha discurrido por su mejor cauce. Veníamos de la inverosímil historia de amor fraternal, de una de las peores temporadas de Dexter, esa séptima entrega con un asesino en serie religioso para olvidar, pero supieron capturarnos de nuevo con ese cliffhanger de imprevisibles consecuencias. La gestión del asunto, con una Debra tocando fondo y con los sentimientos enfrentados, no fue tan atractiva como cabía esperar.
Visto ahora con perspectiva, ¿no hubiera sido mucho más sugerente una Debra debiéndose al deber y enfrentándose a su querido hermano? (las comparaciones con Breaking bad vuelven a florecer, porque sin duda sus guionistas han sabido resolver uno de los grandes clímax de la serie con la máxima tensión). A pesar de ello, con una hermana cómplice y comprensiva, estaba claro que Dexter tenía que ofrecer algún aliciente más que nos mantuviera enganchados a la pantalla durante su etapa final. Y, sin embargo, no ha sucedido.
La octava temporada abría con una nueva y atractiva línea argumental, la que nos trasladaba a través del personaje de Charlotte Rampling a los inicios del asesino en serie, cuando el padre y una prestigiosa psiquiatra decidieron programar sus instintos homicidas hacia lo más parecido al bien. Pero lejos de ahondar en una etapa desconocida del personaje y desvelarnos alguna sorpresa, la doctora Vogel sólo sirvió para introducirnos al enésimo alter ego de Dexter, que nuevamente se situaba en la lista de los malvados descafeinados, casi al mismo nivel que el sosainas de Travis. Y es que desde Trinity, admitámoslo, esta serie no ha vuelto a levantar cabeza.
En estos ocho años de andadura, y si lo analizamos con perspectiva, el protagonista no ha experimentado una gran evolución. Por mucho que Dexter estuviera dispuesto a dejarlo todo para empezar una nueva vida con Harrison y Hannah en Argentina, lo cierto es que el personaje lleva enfrentándose a los mismos sentimientos desde la primera temporada, cuando su imprescindible voz en off ya nos hacía testigos de sus debates internos. Ha hecho falta un auténtico revulsivo, la muerte vegetal de Debra, para que el analista de sangre nos regale por fin un acto (o dos) de humanidad, desenchufar a su hermana del respirador y alejarse de sus seres queridos.
El plano final de un Dexter con barba (a lo Walter White), a solas, y alejado de su entorno habitual, esperemos que no sirva para encender la bombillita de un avispado productor. Vista la evolución de la serie, más vale que el personaje permanezca entre troncos de madera hasta la eternidad. Porque los guionistas ya perdieron su oportunidad de mostrarnos al monstruo enfrentándose a la ira de sus compañeros de comisaría. Nos quedaremos con las ganas de conocer la reacción del sargento Batista y demás ante la cruda realidad. Lamentablemente, el secreto de Dexter se lo llevó la tormenta Laura. Y ahora toca pasar página.
Hacía tiempo que las cosas no marchaban bien en Miami. Desde que Debra descubriera toda la verdad sobre su hermano, uno de los momentos más ansiados de la serie, la trama no ha discurrido por su mejor cauce. Veníamos de la inverosímil historia de amor fraternal, de una de las peores temporadas de Dexter, esa séptima entrega con un asesino en serie religioso para olvidar, pero supieron capturarnos de nuevo con ese cliffhanger de imprevisibles consecuencias. La gestión del asunto, con una Debra tocando fondo y con los sentimientos enfrentados, no fue tan atractiva como cabía esperar.
Visto ahora con perspectiva, ¿no hubiera sido mucho más sugerente una Debra debiéndose al deber y enfrentándose a su querido hermano? (las comparaciones con Breaking bad vuelven a florecer, porque sin duda sus guionistas han sabido resolver uno de los grandes clímax de la serie con la máxima tensión). A pesar de ello, con una hermana cómplice y comprensiva, estaba claro que Dexter tenía que ofrecer algún aliciente más que nos mantuviera enganchados a la pantalla durante su etapa final. Y, sin embargo, no ha sucedido.
La octava temporada abría con una nueva y atractiva línea argumental, la que nos trasladaba a través del personaje de Charlotte Rampling a los inicios del asesino en serie, cuando el padre y una prestigiosa psiquiatra decidieron programar sus instintos homicidas hacia lo más parecido al bien. Pero lejos de ahondar en una etapa desconocida del personaje y desvelarnos alguna sorpresa, la doctora Vogel sólo sirvió para introducirnos al enésimo alter ego de Dexter, que nuevamente se situaba en la lista de los malvados descafeinados, casi al mismo nivel que el sosainas de Travis. Y es que desde Trinity, admitámoslo, esta serie no ha vuelto a levantar cabeza.
En estos ocho años de andadura, y si lo analizamos con perspectiva, el protagonista no ha experimentado una gran evolución. Por mucho que Dexter estuviera dispuesto a dejarlo todo para empezar una nueva vida con Harrison y Hannah en Argentina, lo cierto es que el personaje lleva enfrentándose a los mismos sentimientos desde la primera temporada, cuando su imprescindible voz en off ya nos hacía testigos de sus debates internos. Ha hecho falta un auténtico revulsivo, la muerte vegetal de Debra, para que el analista de sangre nos regale por fin un acto (o dos) de humanidad, desenchufar a su hermana del respirador y alejarse de sus seres queridos.
El plano final de un Dexter con barba (a lo Walter White), a solas, y alejado de su entorno habitual, esperemos que no sirva para encender la bombillita de un avispado productor. Vista la evolución de la serie, más vale que el personaje permanezca entre troncos de madera hasta la eternidad. Porque los guionistas ya perdieron su oportunidad de mostrarnos al monstruo enfrentándose a la ira de sus compañeros de comisaría. Nos quedaremos con las ganas de conocer la reacción del sargento Batista y demás ante la cruda realidad. Lamentablemente, el secreto de Dexter se lo llevó la tormenta Laura. Y ahora toca pasar página.
Comentarios
jesn/larryjr
Es que no hubo ni sospechas sobre DExter en la ultima temporada, se veía que no pasaría nada de eso...jejejeje
jesn/larryjr