Ir al contenido principal

Lo inexplicable

Tahar Rahim y Niels Arestrup, dos de los protagonistas de Perder la razón, coincidieron en 2009 en Un profeta, el drama carcelario de Jacques Audiard. En aquella ocasión, la cárcel era un contexto explícito, un microcosmos en el que la ley del más fuerte regía las normas. Lo que esta vez nos narra Joachim Lafosse no tiene lugar en prisión, aunque la historia de Murielle termine siendo más claustrofóbica y angustiante que entre rejas. Una condena sin el estigma del presidiario pero con la misma libertad coartada y las mismas relaciones de dominación, que curiosamente vuelve a ejercer el personaje de Arestrup.

Perder la razón arranca con una imagen de alto impacto y termina con una de las escenas, sin miedo a exagerar, más escalofriantes de la historia del cine. La primera, en forma de flashforward, condiciona todo el metraje posterior, obligando al espectador a conjeturar sobre el futuro de la relación entre una adorable profesora belga y un joven marroquí. La última es menos evidente, mucho más dura, y deja un poso amargo, que trasciende más allá de los títulos de crédito. Entre ambas se explica con sosiego, con absoluta fidelidad y empatía, lo inexplicable.

Una pieza de Scarlatti es la encargada de vertebrar esta apabullante crónica de la depresión, la que poco a poco va mermando la felicidad de una joven con su pareja, del colorido de los primeros pasos a la oscuridad de la impotencia y la dependencia. Etapas de un declive que se van escenificando con cada recién nacido, de la primera pequeña recibida con entusiasmo al cuarto vástago, venido al mundo entre el hartazgo y la indiferencia de unos padres encadenados.

El guardián de la llave no es otro que el padre de Mounir, el novio marroquí que le debe constante lealtad y gratitud a su mentor por rescatarle de sus orígenes y brindarle un futuro más prometedor en el viejo continente. Lo que en un principio parece un acto solidario termina convirtiéndose en un mecanismo de opresión que va ahogando poco a poco la existencia de Murielle, pudriendo de manera sibilina el que un día fue un idílico entorno.

Las primeras concesiones al suegro dan paso a la resignación para convertirse más tarde en desesperación. Un proceso hacia la debacle al que asistimos desde la impotencia, llegando incluso a comprender lo indefendible. Por ese motivo, por tratar un suceso incomprensible desde el más absoluto respeto, Perder la razón se convierte en una película honesta, valiente y, sobre todo, indispensable.

Comentarios

quest ha dicho que…

Interesante, no?

El día menos esperado te sorprendo y le echo un vistazo. ;)
Pol Morales ha dicho que…
No me haré ilusiones...

Te suena la palabra LOGO?

También tengo mis dudas de que te guste...
quest ha dicho que…

Qué poco entusiasmo...

;)

Pol Morales ha dicho que…
También llamado realismo!

Entradas populares de este blog

Próximamente: 3 proyectos de lo más intrigantes

Verano suele ser sinónimo de taquillazos. Grandes superproducciones cargaditas de efectos especiales pero con escaso ingenio. Este año, además de superhéroes, sagas vampíricas y videojuegos que saltan al cine, se nos avecinan proyectos de un calibre distinto. Propuestas innovadoras rodeadas de misterio, tanto dentro como fuera de la pantalla, que no recelan de la tecnología pero que tampoco nadan en las plácidas aguas del entretenimiento más puro . Tienen a sus espaldas grandes campañas publicitarias, milimétricamente estudiadas, pero son películas que se venden por sí solas. Inception Christopher Nolan, el director que estrujó nuestros cerebros con Memento , parece que volverá a hacernos trabajar en su nueva película. Inception , traducida aquí como Origen , supondrá un nuevo reto sobre la mente humana y, a juzgar por el espectacular trailer, un desafío a las leyes de la gravedad. Leonardo DiCaprio encarna a Dom Cobb, especialista en apropiarse de los secretos del subconsciente ajeno

Los 8 momentos memorables del final de Mujeres Desesperadas

Pueden contarse con los dedos de una mano las series que han logrado cerrar la persiana sin remordimientos. Mujeres desesperadas seguramente se encuentre en ese reducido grupo de privilegiadas que alcanza el final satisfaciendo a la gran mayoría de sus seguidores , sin polémicas, sin originalidades, sin alterar, en definitiva, la esencia de una fórmula que la ha mantenido en antena durante ocho temporadas. Podrán vertirse muchas críticas sobre esta creación de Marc Cherry, gustarán más o menos algunas épocas de la serie, pero lo que no puede negársele a Mujeres desesperadas es la fidelidad a su público . La coherencia suele convertirse en la factura pendiente en producciones que, movidas por el éxito, suelen alargarse hasta el infinito, perdiendo en el camino la cordura ( Lost ) o a buena parte de su reparto original ( CSI ). Consciente de ello, Cherry decidió ponerle punto y final a su niña mimada antes de que el tiempo erosionara su identidad. La fecha escogida fue el p

Haciendo aguas con el Poseidón

Sirva de advertencia que me encanta el cine de catástrofes. No he visto El coloso en llamas , la primera que viene a la mente cuando mencionamos el género, pero Terremoto o Aeropuerto o las más recientes Pánico en el túnel o Un pueblo llamado Dante’s Peak se encuentran bien ancladas en mi memoria. Me da igual si se trata de incendios, erupciones volcánicas, terremotos, tormentas, inundaciones, hundimientos o una thermomix de todas ellas. Me da igual que este tipo de filmes sean de dudosa calidad cinematográfica. Las catástrofes en la pantalla me gustan (¿debería hacérmelo mirar?). Y probablemente eso no juega en mi favor a la hora de analizar una película como Poseidón . Sin embargo, gracias a la experiencia acumulada con los años y tras múltiples visionados de auténticas tragedias colectivas, uno acaba adquiriendo cierto criterio para diferenciar las grandes producciones de sus fotocopias de bajo presupuesto. Y puedo asegurar que Poseidón , auténtica apología del cartón piedra, pe