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Subiendo el listón veraniego

Después de Oblivions, After Earths y demás blockbusters estivales que han insistido en la premisa de una tierra del futuro devastada por el hombre, el planteamiento de Neill Blomkamp prometía ser más atractivo. Y así ha sido. El director que sorprendió a todos con Distrito 9 mantiene la denuncia social en una historia de ciencia ficción en la que la división de clases es extrema. Mientras el 99% de la población malvive entre el polvo y la pobreza, la élite restante emigra a una bucólica estación espacial, una especie de Wisteria Lane galáctica dónde no hay lugar para el sufrimiento.

El tono crítico que se avistó en el debut del director sudafricano permanece y se vuelve más explícito en Elysium, de la misma manera que la acción se multiplica al mismo nivel que el presupuesto, cuatro veces superior al de Distrito 9. Sin embargo, podría decirse que la frescura y el ingenio también se reducen en idéntica proporción. La producción ya es enteramente estadounidense y el hueco para el riesgo y la improvisación queda eclipsado por el despliegue de medios. El salto de una cinta de ciencia ficción de autor a una de estudio es palpable.

Aún así, tampoco resulta del todo justo acusar a Blomkamp de venderse a los intereses de Hollywood. Ha sabido adecuarse al nuevo inversor sin renunciar a su estilo, algo de lo que no pueden presumir todos los directores que un día fueron promesas y que hoy son esclavos del sistema (M. Night Shyamalan es el ejemplo perfecto). Durante la primera mitad, Elysium se desarrolla en una ciudad de Los Ángeles con la misma estampa que el barrio de chabolas de Johannesburgo en el que se ambientó Distrito 9. Por momentos, parece que pudiera aparecer tras la figura de Matt Damon uno de aquellos bichejos extraterrestres.

Es en la segunda mitad que el filme se vuelve más convencional. Sobredosis de golpes y patadas que desembocan en un final poco sorprendente y un epílogo mil veces explorado en este tipo de superproducciones (el de Guerra Mundial Z, sin ir más lejos, encajaría a la perfección). Finalizado el metraje uno se pregunta si la estación espacial que da nombre a la película no debería haber jugado un papel más fundamental en la trama. Porque uno sale del cine con ganas de conocer más a fondo un lugar en el que apenas se desarrollan unas cuantas escenas.

Puede que la película hubiera sumado puntos de haber apostado más por la tensión que por la acción (¿se acuerdan de Gattaca?). La historia de un Matt Damon que debe infiltrarse en Elysium para evitar la muerte habría resultado más satisfactoria rigiéndose por los cánones del thriller. También perfilando mejor esa desaprovechada villana que encarna Jodie Foster y que se convierte en la gran decepción de la cinta, sobre todo por la pésima interpretación de una actriz que en su día dio vida a Clarice Starling.

Aún así, en un contexto de superproducciones estivales que prometía más de lo que ha dado, Elysium se consolida como uno de los estrenos más destacados, tan sólo superado por esa Guerra Mundial Z que tanto ha abochornado a algunos. Ni El hombre de acero, ni Pacific rim, ni siquiera Lobezno inmortal, han estado a la altura de la expectativas. Así que es justo, a la vez que triste, reconocerle a Blomkamp el mérito de subir el listón de semejante panorama de mediocridad.

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