¿Alguna vez os habéis sentido seres extraños en una sala de cine, como bichos raros e incomprendidos en una platea que reacciona al unísono ante los estímulos de un filme? Mi sensación durante el preestreno en Barcelona de Primos, la tercera cinta de Daniel Sánchez Arévalo, fue precisamente esa. Quizá no es que la comedia fuera mala, quizá el problema grave lo tenía yo. Si ninguno de los chistes, ninguno de los gags, me hizo puñetera gracia, mientras todo el mundo a mi alrededor se descojonaba en sus asientos, lo más probable es que mi humor no pase por su mejor momento. O peor todavía, que me esté convirtiendo en uno de esos seres amargados y pedantes que no miran más allá de un determinado cine de autor.
Pero me niego a aceptarlo. Me gusta el humor inteligente, es cierto, al más puro estilo 7 vidas o El club de la comedia, por poner un ejemplo de nuestro país (curioso que no me venga ahora a la memoria ninguna comedia española destacable en la gran pantalla). Pero también me desternillo con el humor más chabacano y absurdo, como el de Aída o Torrente. No es verdad que mi mente sea obtusa. La cuestión es que no sé muy bien donde ubicar el humor que ha ideado Arévalo para Primos. Por momentos es costumbrista, por momentos rudo. En alguna ocasión roza el ingenio, pero en general es cafre y simplón. Pero sobre todo es contagioso. Menos para un servidor.
"Estoy igual de contento que un cerdo en la mierda", suelta uno de los tres primos protagonistas en un momento dado para dar paso de inmediato a una carcajada general entre el público. Es sólo un ejemplo de las perlas humorísticas que va vomitando el guión sin tiempo para digerirlas, para asimilar el nivel de esfuerzo intelectual vertido en el texto. Otra muestra la encontramos en el propio tráiler de la película, cuando Raúl Arévalo le suelta a unas guiris despampanantes “How do you do, rubias”. Sin duda, para partirse de risa.
Para colmo, el actor con menos dotes de interpretación, con una dicción apenas inteligible, es el que más bien acoge la audiencia. Adrián Lastra, con un parecido más que razonable a Carlos Baute, tiene el personaje más jugoso, el del tonto que incita a la risa tonta con sólo abrir la boca. El público ni se detiene a intentar descifrar lo que dice. Su parche y su ojo al descubierto con mirada al infinito ya son más que suficientes, lo cual no deja de tener su mérito.
Por su parte, Quim Gutiérrez, el primo abandonado antes del altar, el que se debate entre el amor de juventud y su arrepentida prometida, certifica que la comedia no es un género que se le resista. Ya lo demostró en Una hora menos en Canarias, donde se convirtió en el único elemento a resaltar, pero ahora, sobre todo por su brillante monólogo inicial, corrobora que es un actor todoterreno. De la misma manera que ya lo evidenciaron Antonio de la Torre o el propio Arévalo.
El que en mi opinión acumula pasos en falso en su carrera es el director Sánchez Arévalo. Si la extraña mezcla de drama y comedia que supuso Gordos ya desinfló las expectativas generadas tras Azuloscurocasinegro, este salto a la comedia hilarante se me antoja casi suicida. Pero viendo las reacciones de crítica y público debo tragarme mis palabras. Primos es divertida, graciosa y, sobre todo, rentable, así que no debo preocuparme, de momento, por su futuro profesional. La película será un éxito y las cifras de taquilla harán que me sienta todavía más incomprendido. Extraño caso el mío.
Pero me niego a aceptarlo. Me gusta el humor inteligente, es cierto, al más puro estilo 7 vidas o El club de la comedia, por poner un ejemplo de nuestro país (curioso que no me venga ahora a la memoria ninguna comedia española destacable en la gran pantalla). Pero también me desternillo con el humor más chabacano y absurdo, como el de Aída o Torrente. No es verdad que mi mente sea obtusa. La cuestión es que no sé muy bien donde ubicar el humor que ha ideado Arévalo para Primos. Por momentos es costumbrista, por momentos rudo. En alguna ocasión roza el ingenio, pero en general es cafre y simplón. Pero sobre todo es contagioso. Menos para un servidor.
"Estoy igual de contento que un cerdo en la mierda", suelta uno de los tres primos protagonistas en un momento dado para dar paso de inmediato a una carcajada general entre el público. Es sólo un ejemplo de las perlas humorísticas que va vomitando el guión sin tiempo para digerirlas, para asimilar el nivel de esfuerzo intelectual vertido en el texto. Otra muestra la encontramos en el propio tráiler de la película, cuando Raúl Arévalo le suelta a unas guiris despampanantes “How do you do, rubias”. Sin duda, para partirse de risa.
Para colmo, el actor con menos dotes de interpretación, con una dicción apenas inteligible, es el que más bien acoge la audiencia. Adrián Lastra, con un parecido más que razonable a Carlos Baute, tiene el personaje más jugoso, el del tonto que incita a la risa tonta con sólo abrir la boca. El público ni se detiene a intentar descifrar lo que dice. Su parche y su ojo al descubierto con mirada al infinito ya son más que suficientes, lo cual no deja de tener su mérito.
Por su parte, Quim Gutiérrez, el primo abandonado antes del altar, el que se debate entre el amor de juventud y su arrepentida prometida, certifica que la comedia no es un género que se le resista. Ya lo demostró en Una hora menos en Canarias, donde se convirtió en el único elemento a resaltar, pero ahora, sobre todo por su brillante monólogo inicial, corrobora que es un actor todoterreno. De la misma manera que ya lo evidenciaron Antonio de la Torre o el propio Arévalo.
El que en mi opinión acumula pasos en falso en su carrera es el director Sánchez Arévalo. Si la extraña mezcla de drama y comedia que supuso Gordos ya desinfló las expectativas generadas tras Azuloscurocasinegro, este salto a la comedia hilarante se me antoja casi suicida. Pero viendo las reacciones de crítica y público debo tragarme mis palabras. Primos es divertida, graciosa y, sobre todo, rentable, así que no debo preocuparme, de momento, por su futuro profesional. La película será un éxito y las cifras de taquilla harán que me sienta todavía más incomprendido. Extraño caso el mío.
Comentarios
Por cierto, voy a ser repelente: "el que más bien acoge la audiencia".. ¿te refieres al que MEJOR acoge la audiencia?? A mí me chirría.
Por lo demás, ¡¡más seguridad en ti mismo!! Las críticas a contracorriente son las que encumbran!!
Cambio 'más bien' por 'mejor'? Me reclamarás después parte de la autoría??
Es mi gran defecto. Tengo poca seguridad en mí mismo!
No reclamaré autoría... considérame muso, simplemente. :D
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