Tras ver The fighter voy a tener que considerar mi fobia a los filmes sobre boxeo. Ya acudí con reticencias al cine cuando Clint Eastwood presentó Million Dollar Baby y salí considerándola una de sus mejores películas. Ahora con la laureada cinta de David O. Russell he sentido la misma pereza. Y nuevamente he vuelto a vivir una de las mejores experiencias cinematográficas, probablemente porque ambas tienen en común al boxeo como telón de fondo de grandes historias. El ring como metáfora de la lucha por la supervivencia. Hasta ahí las coincidencias entre ambas, porque tanto en planteamiento como en forma son diametralmente contrarias.
La apuesta de The fighter está en los personajes, construidos a partir de una historia verdadera, la del boxeador Micky Ward, pero perfilados al milímetro por un guión meticuloso y honesto. Los llamados biopics tienden a mitificar y degradar con pasmosa facilidad. En este caso, el planteamiento ni edulcora ni juzga. Simplemente muestra una realidad que al espectador no le resultará lejana. El esfuerzo por la verosimilitud se deja notar desde la puesta en escena hasta la impecable interpretación de los actores.
Los pesos pesados del filme son Melissa Leo y Christian Bale, merecedores indiscutibles del Oscar al que ambos optan. Ella es una madre coraje a ojos de un barrio marginal pero en realidad representa la antítesis de la figura materna. Su obsesión y ceguera por el hijo mayor, hasta el punto que ni ve ni quiere ver sus innumerables defectos, le impiden apreciar el talento de su otro retoño, el único con verdaderas facultades para triunfar en la vida.
Por su parte, Christian Bale es una vieja gloria del boxeo sumergida en una espiral de decadencia por culpa del crack. Es la debilidad de su madre y la admiración de su hermano y, a pesar de todo, el orgullo le impide reconocer que lleva tiempo dejándose arrastrar por el lodo. El tándem que forman él y su madre son el motivo del fracaso de la carrera de Ward. Hasta que aparece en escena una Amy Adams irreconocible que ayudará al joven a tomar las riendas de su vida.
Las escenas de tensión familiar entre unos personajes tan bien dibujados constituyen el combate más sobrecogedor del filme, mucho más que las peleas en el ring que, todo hay que decirlo, también logran alterar la tensión del espectador. Celos, envidias, traiciones, rencores. Son sentimientos que tarde o temprano florecen en toda familia que se precie. De ahí que verlos reflejados en pantalla con tan absoluta fidelidad provoquen una gran conmoción.
A pesar de que The fighter se desarrolla en un ambiente degradante, con escasas oportunidades para el éxito, la historia no es ni mucho menos deprimente. Su mensaje no es pesimista. La biografía de un boxeador sirve para mostrarnos un universo en el que las relaciones están viciadas, de conflictos latentes, una olla a presión a puntito de estallar. Pero con hueco para la esperanza y el perdón. Una película que, sin esperarlo, emociona. Y hay que ver qué gusto dan los placeres inesperados.
La apuesta de The fighter está en los personajes, construidos a partir de una historia verdadera, la del boxeador Micky Ward, pero perfilados al milímetro por un guión meticuloso y honesto. Los llamados biopics tienden a mitificar y degradar con pasmosa facilidad. En este caso, el planteamiento ni edulcora ni juzga. Simplemente muestra una realidad que al espectador no le resultará lejana. El esfuerzo por la verosimilitud se deja notar desde la puesta en escena hasta la impecable interpretación de los actores.
Los pesos pesados del filme son Melissa Leo y Christian Bale, merecedores indiscutibles del Oscar al que ambos optan. Ella es una madre coraje a ojos de un barrio marginal pero en realidad representa la antítesis de la figura materna. Su obsesión y ceguera por el hijo mayor, hasta el punto que ni ve ni quiere ver sus innumerables defectos, le impiden apreciar el talento de su otro retoño, el único con verdaderas facultades para triunfar en la vida.
Por su parte, Christian Bale es una vieja gloria del boxeo sumergida en una espiral de decadencia por culpa del crack. Es la debilidad de su madre y la admiración de su hermano y, a pesar de todo, el orgullo le impide reconocer que lleva tiempo dejándose arrastrar por el lodo. El tándem que forman él y su madre son el motivo del fracaso de la carrera de Ward. Hasta que aparece en escena una Amy Adams irreconocible que ayudará al joven a tomar las riendas de su vida.
Las escenas de tensión familiar entre unos personajes tan bien dibujados constituyen el combate más sobrecogedor del filme, mucho más que las peleas en el ring que, todo hay que decirlo, también logran alterar la tensión del espectador. Celos, envidias, traiciones, rencores. Son sentimientos que tarde o temprano florecen en toda familia que se precie. De ahí que verlos reflejados en pantalla con tan absoluta fidelidad provoquen una gran conmoción.
A pesar de que The fighter se desarrolla en un ambiente degradante, con escasas oportunidades para el éxito, la historia no es ni mucho menos deprimente. Su mensaje no es pesimista. La biografía de un boxeador sirve para mostrarnos un universo en el que las relaciones están viciadas, de conflictos latentes, una olla a presión a puntito de estallar. Pero con hueco para la esperanza y el perdón. Una película que, sin esperarlo, emociona. Y hay que ver qué gusto dan los placeres inesperados.
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