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América profunda

Sabíamos que la imagen cosmopolita de Estados Unidos, la del derroche y los rascacielos, no era del todo representativa. Muchas películas y documentales, como El luchador o Capitalismo: una historia de amor, nos han mostrado cómo entre costa y costa del país norteamericano se extiende todo un submundo capaz de sacarle los colores a la primera potencia occidental. Una realidad incómoda que sólo encuentra su reflejo en el cine independiente y que ahora con Winter’s bone regresa en su máxima sordidez.
La casi debutante Debra Granik nos retrata la América profunda con la misma crudeza en la que malviven sus habitantes. Con tan sólo 17 años, Ree Dolly, la protagonista del filme, se ha visto obligada a madurar a marchas forzadas. Una madre senil y un padre fugitivo de la justicia la han obligado a tomar las riendas de la familia para evitar que sus dos hermanos pequeños mueran de hambre y terminen perdiendo sus escasas pertenencias. Un panorama desolador que la directora no se esfuerza en ocultar.
Sin embargo, a pesar de la dureza de las imágenes, éstas nos llegan en un formato demasiado gélido. La cámara nos muestra a Ree despellejando a una ardilla para poder comer o alistándose en el ejército para recaudar un poco de dinero pero el punto de vista marca un distanciamiento con el espectador. No esperamos que Granik se recree en la miseria pero tampoco que determinados acontecimientos nos dejen imperturbables. Quizá es que ya andamos todos un poco curados de espanto con el estilo Callejeros y cada vez cuesta más provocarnos conmoción.
En todo caso, lo que realmente inquieta en Winter’s bone son sus elementos de thriller. La sombra del padre de Ree, amenazante y perturbadora, se cierne por todo el filme dejando un rastro de brutalidad y violencia que es el que nos proporciona las escenas más destacables de la cinta. Sin aparecer ni un sólo segundo en escena, esta presencia fantasmagórica es el misterio que mantiene el interés de la trama. El resto queda a cargo de un conjunto de actores capaces de generar la angustia necesaria en el espectador.
John Hawkes ya ha obtenido el reconocimiento con varias nominaciones y algún que otro merecido premio por su inquietante papel, pero su compañera de reparto Dale Dickey no se queda atrás, a pesar de que ha tenido menos suerte en la carrera hacia el Oscar. Sus breves intervenciones son las más aterradoras del filme. Pero la verdadera esencia de Winter’s bone, la que mejor representa esa frialdad que comentaba, es Jennifer Lawrence. Dentro de unos días, y con sólo 21 años, desfilará por la alfombra roja de Hollywood, enjoyada y con sus mejores galas, por encarnar las penurias de un pueblo olvidado de Missouri. La cara y la cruz de un país desarrollado.

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