Es la que parte con menos posibilidades de alzarse con el Oscar a mejor película y, al no tratarse de nuestra academia de cine sino de una institución menos idealista, es muy probable que así sea. De llevarse la estatuilla estaríamos ante uno de los más grandes resbalones de la historia de estos premios, si es que no ha sido suficiente ya su inclusión en la lista de nominados.
Juno no merece ocupar el puesto de otras producciones con más sabor a Oscar como American Gangster, En el valle de Elah o Sweeney Todd. No porque sea una película independiente, sino porque no estamos ante una Pequeña Miss Sunshine original y fresca. Este es un producto deliberadamente confeccionado para encajar en los cánones de ese cine llamado ‘indie’ y está tan requetepensado que pierde por el camino cualquier atisbo de independencia, al menos en lo que a ideas se refiere.
No bastan unos títulos de crédito la mar de monos y montajes ingeniosos como el que nos viste a la chica preferida por el guaperas de la clase para teñir de originalidad una producción. Se quedan en meras anécdotas cuando la historia está plagada de tópicos sobre estilos de vida alternativos. ¿Por qué para ser rebelde hay que cumplir requisitos mínimos como tocar la guitarra eléctrica, escuchar grupos de rock sexagenarios y ser adicto a las películas gore? Esto ya no sorprende y al final lo alternativo termina siendo de lo más convencional. Y convencionalismo es precisamente lo que desprende la película de principio a fin.
La banda sonora, por ejemplo, está tan pretendidamente seleccionada que hasta el repertorio de Anatomía de Grey resulta más honesto con el espectador. Pero si la música en Juno es el colmo de la modernidad, mención aparte merecen esos diálogos de la protagonista tan inverosímiles como estudiados. Sus alardes de sabiduría alternativa terminan por convertirla en un personaje de lo más aborrecedor. No estamos ante una persona peculiar sino ante un cliché con bombo.
En su bombo de 16 años y en sus consecuencias es donde podría radicar el gran interés del filme. El embarazo de una adolescente en un pequeño pueblo estadounidense, el debate sobre el aborto, la reacción comprensiva de unos padres, el comportamiento del joven que plantó la semilla, los lazos con los padres adoptivos. Son muchos los temas sobre los que podría hincar el diente la película y, sin embargo, con su espíritu artificialmente independiente, impide causar en el espectador la más mínima respuesta.
Uno se siente en todo momento alejado de la historia, pues no encuentra ni un solo detalle que la acerque a la realidad. Diálogos nada espontáneos, como el que mantiene Juno sobre música y cine (alternativo, por supuesto) con el padre adoptivo, y situaciones igualmente forzadas como en la que se enfrenta a su compañera antiabortista frente a la clínica, siempre acompañadas de una música igualmente innecesaria, terminan por descubrir el auténtico leit motiv de esta película, vendernos como alternativa la moto convencional.
Y desde luego les ha salido redondo. Su banda sonora lleva tres semanas en el número uno de las listas norteamericanas y sus ventas en taquilla se deben haber multiplicado estrepitosamente por el efecto nominación (yo mismo ni me habría acercado a verla si no llega a ser por tan descerebrada elección). A pesar de todo, su efecto adverso no resulta dañino. Juno ni despierta pasiones ni motiva cabreos, simplemente deja tan indiferente como nos causará el hecho de que no se lleve para casa ni una sola estatuilla dorada. Cruzo los dedos.
Juno no merece ocupar el puesto de otras producciones con más sabor a Oscar como American Gangster, En el valle de Elah o Sweeney Todd. No porque sea una película independiente, sino porque no estamos ante una Pequeña Miss Sunshine original y fresca. Este es un producto deliberadamente confeccionado para encajar en los cánones de ese cine llamado ‘indie’ y está tan requetepensado que pierde por el camino cualquier atisbo de independencia, al menos en lo que a ideas se refiere.
No bastan unos títulos de crédito la mar de monos y montajes ingeniosos como el que nos viste a la chica preferida por el guaperas de la clase para teñir de originalidad una producción. Se quedan en meras anécdotas cuando la historia está plagada de tópicos sobre estilos de vida alternativos. ¿Por qué para ser rebelde hay que cumplir requisitos mínimos como tocar la guitarra eléctrica, escuchar grupos de rock sexagenarios y ser adicto a las películas gore? Esto ya no sorprende y al final lo alternativo termina siendo de lo más convencional. Y convencionalismo es precisamente lo que desprende la película de principio a fin.
La banda sonora, por ejemplo, está tan pretendidamente seleccionada que hasta el repertorio de Anatomía de Grey resulta más honesto con el espectador. Pero si la música en Juno es el colmo de la modernidad, mención aparte merecen esos diálogos de la protagonista tan inverosímiles como estudiados. Sus alardes de sabiduría alternativa terminan por convertirla en un personaje de lo más aborrecedor. No estamos ante una persona peculiar sino ante un cliché con bombo.
En su bombo de 16 años y en sus consecuencias es donde podría radicar el gran interés del filme. El embarazo de una adolescente en un pequeño pueblo estadounidense, el debate sobre el aborto, la reacción comprensiva de unos padres, el comportamiento del joven que plantó la semilla, los lazos con los padres adoptivos. Son muchos los temas sobre los que podría hincar el diente la película y, sin embargo, con su espíritu artificialmente independiente, impide causar en el espectador la más mínima respuesta.
Uno se siente en todo momento alejado de la historia, pues no encuentra ni un solo detalle que la acerque a la realidad. Diálogos nada espontáneos, como el que mantiene Juno sobre música y cine (alternativo, por supuesto) con el padre adoptivo, y situaciones igualmente forzadas como en la que se enfrenta a su compañera antiabortista frente a la clínica, siempre acompañadas de una música igualmente innecesaria, terminan por descubrir el auténtico leit motiv de esta película, vendernos como alternativa la moto convencional.
Y desde luego les ha salido redondo. Su banda sonora lleva tres semanas en el número uno de las listas norteamericanas y sus ventas en taquilla se deben haber multiplicado estrepitosamente por el efecto nominación (yo mismo ni me habría acercado a verla si no llega a ser por tan descerebrada elección). A pesar de todo, su efecto adverso no resulta dañino. Juno ni despierta pasiones ni motiva cabreos, simplemente deja tan indiferente como nos causará el hecho de que no se lleve para casa ni una sola estatuilla dorada. Cruzo los dedos.
Comentarios
Por otro lado, la música me parece estupenda. La narración bien hilvanada, los planos bellísimos y los títulos de crédito visualmente muy atractivos.
Quizá no sea la mía una opinión de un erudito cinéfilo. Pero quizá la suya, que no dudo lo sea, está basada en unas expectativas (de película indie) que probablemente se las habrá insuflado una campaña de marketing de la industria.
Sobre gustos...
Creo que efectivamente estamos ante un producto 'indie', que cuando se estaba pensando en esta pelicula querian que fuese 'indie', pero cual es el problema? Cuando haces una comedia, no piensas en dialogos delirantes? Acaso no pensaba Groucho como debian ser las situaciones tan disparatadas que vivian en sus camarotes o en la opera?
Luego están los tópicos, efectivamente están llenos de ellos por todas partes en la pelicula, pero parte de la denuncia de esta pelicula se basa en presentar al espectador todos esos 'canones indies' para que encaje bien la historia. Historia, que como bien dice jordi, está muy bien argumentada, con unos muy buenos actores y un guion excelente.
Pero, y en esto si que estoy con pole.t, hay otra serie de peliculas que deberian estar en la pugna por el codiciado Sr.Oscar a la mejor pelicula como seria American Ganster o En el valle de Elah (sigo sin entender a Burton, lo siento). Ya tuvimos el año pasado suficiente con Pequeña Miss Sunshine, la parte de frescura y espontaneidad ya esta cubierta, y la dejño demasiado bien cubierta como para relegarla tan pronto, con otro intento.
Merece la pena ir a verla, desde luego.