[SPOILERS de la última season finale]
El final de la segunda temporada ya nos marcó el hilo argumental de la tercera. The Americans abría una nueva línea en su trama dirigiendo el foco, de forma totalmente imprevista, hacia Paige, la hija mayor del matrimonio de espías rusos infiltrados en Estados Unidos. Una decisión muy acertada y necesaria, ya que la serie encuentra su mejor tono en los conflictos internos de este atípico hogar. Una auténtica olla a presión que justo ahora comienza a explotar.
Pocas veces un personaje adolescente ha tenido tanto peso e interés en el argumento de una serie de televisión como el que ha tenido la hija de Elizabeth y Philip a lo largo de esta tercera temporada. Pensábamos que Paige descubriría toda la verdad sobre sus padres cuando los agentes del FBI destaparan la enorme tapadera del matrimonio (si es que llega a producirse ese momento). Pero los guionistas, hábiles ellos, han hecho estallar por los aires los cimientos de la hasta ahora idílica familia sin previo aviso, sacando a relucir todos los secretos y miedos justo en la etapa más inestable de la joven, con las consecuencias más impredecibles que puede conllevar.
El debate interno que vivían los protagonistas hasta ahora, entre la lealtad a los valores de un régimen comunista y el bienestar de la familia en un entorno acomodado y cautivador, se ha multiplicado con la madurez de Paige. Los padres han asistido impotentes a una rebeldía que la adolescente ha canalizado hacia los brazos de la Iglesia, en las antípodas de esos ideales por los que ellos se hipotecaron de por vida. Desde el momento en que se ven obligados a descubrirle a su propia hija la farsa de hogar en el que había crecido se disparan los interrogantes (fantásticos los terceros grados a los que de repente se ven sometidos por parte de una niña en busca de amparo).
Los altibajos en el seno de la pareja tampoco han cesado, a pesar del frente común para amortiguar los efectos de esta bomba de relojería casera. Celos y recelos siguen alimentando una relación de caracteres opuestos. Ella, fría y obcecada en una causa que no cuestiona. Él, sumergido en un embrollo sentimental e ideológico de difícil solución. Es también en ese constante rifirrafe matrimonial en el que se demuestra la enorme complejidad de los dos personajes principales de The americans, probablemente de los más completos (y ninguneados) de la televisión actual.
Hay dos escenas que reflejan claramente esa ambigüedad moral en la que vive constantemente la pareja. Una es la que cierra el penúltimo capítulo, cuando Philip se desprende detenidamente de su peluca ante la mirada atónita de Martha. Máxima prueba de confianza hacia el personaje más tierno y vulnerable de la ficción. En la otra, Elizabeth conversa con una adorable ancianita antes de obligarla a ingerir un manojo de pastillas mortal. La mujer, con la tranquilidad que dan los años y el haberlo vivido todo, se interesa por su misión y sobre todo le plantea un interesante dilema a la protagonista, cuestionándole si el asesinato de inocentes ayuda a construir un mundo mejor.
Pero más allá de la trama interior de los Jennings, The americans continúa con la Guerra Fría como telón de fondo, ya en sus últimos coletazos, cuando Reagan enseña músculo y Afganistán se convierte en el escenario donde se materializa la escalada de tensión. Como siempre, ese contexto histórico y externo no se presenta de la manera más clara y didáctica, a pesar de las implicaciones que aquellos acontecimientos tienen en la actualidad (como, por ejemplo, la militarización de muyahidines por parte de Estados Unidos, la llamada a la yihad contra el enemigo soviético o el origen de Bin Laden).
Es quizá el único pero de una serie que, sin embargo, suple sin problemas esa carencia instructiva. Tenemos tantos frentes abiertos de cara al futuro (¿Cuán sincera será la nueva relación entre Philip y la ex mujer de Stan? ¿Cómo lidiará el agente del FBI con su jefe y ahora rival? ¿Qué destino le espera a Nina? ¿Qué ocurrirá con Martha? ¿Y con Paige? ¿Y con todos ellos tras la disolución de la Unión Soviética?) que los tejemanejes de la Guerra Fría casi se nos antojan como superfluos.
El final de la segunda temporada ya nos marcó el hilo argumental de la tercera. The Americans abría una nueva línea en su trama dirigiendo el foco, de forma totalmente imprevista, hacia Paige, la hija mayor del matrimonio de espías rusos infiltrados en Estados Unidos. Una decisión muy acertada y necesaria, ya que la serie encuentra su mejor tono en los conflictos internos de este atípico hogar. Una auténtica olla a presión que justo ahora comienza a explotar.
Pocas veces un personaje adolescente ha tenido tanto peso e interés en el argumento de una serie de televisión como el que ha tenido la hija de Elizabeth y Philip a lo largo de esta tercera temporada. Pensábamos que Paige descubriría toda la verdad sobre sus padres cuando los agentes del FBI destaparan la enorme tapadera del matrimonio (si es que llega a producirse ese momento). Pero los guionistas, hábiles ellos, han hecho estallar por los aires los cimientos de la hasta ahora idílica familia sin previo aviso, sacando a relucir todos los secretos y miedos justo en la etapa más inestable de la joven, con las consecuencias más impredecibles que puede conllevar.
El debate interno que vivían los protagonistas hasta ahora, entre la lealtad a los valores de un régimen comunista y el bienestar de la familia en un entorno acomodado y cautivador, se ha multiplicado con la madurez de Paige. Los padres han asistido impotentes a una rebeldía que la adolescente ha canalizado hacia los brazos de la Iglesia, en las antípodas de esos ideales por los que ellos se hipotecaron de por vida. Desde el momento en que se ven obligados a descubrirle a su propia hija la farsa de hogar en el que había crecido se disparan los interrogantes (fantásticos los terceros grados a los que de repente se ven sometidos por parte de una niña en busca de amparo).
Los altibajos en el seno de la pareja tampoco han cesado, a pesar del frente común para amortiguar los efectos de esta bomba de relojería casera. Celos y recelos siguen alimentando una relación de caracteres opuestos. Ella, fría y obcecada en una causa que no cuestiona. Él, sumergido en un embrollo sentimental e ideológico de difícil solución. Es también en ese constante rifirrafe matrimonial en el que se demuestra la enorme complejidad de los dos personajes principales de The americans, probablemente de los más completos (y ninguneados) de la televisión actual.
Hay dos escenas que reflejan claramente esa ambigüedad moral en la que vive constantemente la pareja. Una es la que cierra el penúltimo capítulo, cuando Philip se desprende detenidamente de su peluca ante la mirada atónita de Martha. Máxima prueba de confianza hacia el personaje más tierno y vulnerable de la ficción. En la otra, Elizabeth conversa con una adorable ancianita antes de obligarla a ingerir un manojo de pastillas mortal. La mujer, con la tranquilidad que dan los años y el haberlo vivido todo, se interesa por su misión y sobre todo le plantea un interesante dilema a la protagonista, cuestionándole si el asesinato de inocentes ayuda a construir un mundo mejor.
Pero más allá de la trama interior de los Jennings, The americans continúa con la Guerra Fría como telón de fondo, ya en sus últimos coletazos, cuando Reagan enseña músculo y Afganistán se convierte en el escenario donde se materializa la escalada de tensión. Como siempre, ese contexto histórico y externo no se presenta de la manera más clara y didáctica, a pesar de las implicaciones que aquellos acontecimientos tienen en la actualidad (como, por ejemplo, la militarización de muyahidines por parte de Estados Unidos, la llamada a la yihad contra el enemigo soviético o el origen de Bin Laden).
Es quizá el único pero de una serie que, sin embargo, suple sin problemas esa carencia instructiva. Tenemos tantos frentes abiertos de cara al futuro (¿Cuán sincera será la nueva relación entre Philip y la ex mujer de Stan? ¿Cómo lidiará el agente del FBI con su jefe y ahora rival? ¿Qué destino le espera a Nina? ¿Qué ocurrirá con Martha? ¿Y con Paige? ¿Y con todos ellos tras la disolución de la Unión Soviética?) que los tejemanejes de la Guerra Fría casi se nos antojan como superfluos.
Comentarios
Hay muchos temas que resolver aun, sobretodo que pasa con la hija y si el secreto saldra a la luz con el cura.
Saludos
jesn