
Si además partimos de uno de los grandes éxitos literarios de los últimos años, era evidente que la adaptación no podía hacerse esperar. El físico italiano Paolo Giordano publicó su primera novela, La soledad de los números primos, a los 26 años. En pocos meses se convirtió en el libro más vendido del año en Italia con más de un millón de copias, para inmediatamente dar el paso internacional con su traducción a varios idiomas. En tiempo récord, en 2010, ya estaba lista la película homónima a cargo del casi debutante Saverio Costanzo.

Para entender la soledad de estos números primos, de estos números raros, es necesario conocer de inmediato los hechos que desencadenan su particular personalidad. El guión del filme parece haber optado por el misterio, totalmente innecesario en una trama que lo que busca es profundizar en el interior de sus protagonistas. Según cuentan, no es hasta la mitad del metraje que se descubren los acontecimientos traumáticos de la infancia. De ahí que sea un poco peliagudo describirlos aquí, aunque en el libro se desvelen nada más comenzar. Pero como son precisamente el gancho que atrapa al lector sin remedio, correremos el riesgo.

La relación entre Alice y Mattia se disfruta por su singularidad, por su rareza. No es una historia de amor al uso, ni siquiera debería etiquetarse como romántica, pero resulta mucho más emotiva y sensible que los dramas habituales. Sería una lástima comprobar cómo una de las grandes lecturas del año se ha convertido en otra decepcionante adaptación al cine, desaprovechando, entre otras cosas, un momento de impacto altamente efectivo que culmina en un final atípico pero realista. Podremos averiguarlo a mediados de mayo, cuando está previsto el estreno en nuestro país.
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