
A pesar del aluvión de cintas bélicas, Caza a la espía llega en el momento idóneo. Justo cuando George W. Bush tiene la desfachatez de publicar en sus memorias que él fue una voz disidente en el tema de Irak aterriza una cinta que desgrana al milímetro los falsos argumentos que nos condujeron, también a nosotros, a una guerra interesada. Y aunque en pantalla los disparos o las torturas despiadadas no son los protagonistas, nos encontramos sin duda ante la película que aborda el tema de la forma más valiente.

Ahí están las imágenes reales de Bush denunciando la amenaza de las armas en Irak ante la ONU. O los bombardeos con los que se inició la guerra y que las televisiones de medio mundo retransmitieron en directo. Pero en la cinta no sólo quedan retratadas las sucias maniobras de un conflicto bélico sino también las fisuras, boquetes en algunos casos, por los que la democracia más orgullosa del mundo pierde todos sus principios.
El fanatismo y la falta de libertad de expresión encuentran su máximo exponente en la exaltada que increpa al diplomático con gritos de "comunista" o "traidor" por osar llevar la contraria al gobierno de la nación. Pero no es la única grieta de un sistema viciado. También quedan expuestos los métodos de un servicio de inteligencia que no duda en dejar con el culo al aire a sus informantes con tal de salvar el pellejo. Supuestos órganos independientes que al final están al servicio del mandatario de turno, sea éste un ex alcohólico arrepentido o la esperanza frustrada del Yes, we can.

Como también aterra, por último, el talento de Naomi Watts y Sean Penn al frente de la película, que para sí quisieran los maniquíes Brangelina. La amiga australiana de Nicole Kidman hace ya tiempo que le hace sombra tras ir enlazando proyectos cada vez más prometedores. Pero lo de Sean Penn ya es admirable. Aúna la capacidad innata para interpretar con el compromiso por los temas más polémicos de su USA natal (ahí están también Pena de muerte o Milk para certificarlo). Sus agallas como actor tienen tanto mérito como las del embajador que se atrevió a contradecir a la Casa Blanca. Seguro que en sus oídos también resuenan los gritos de comunista y traidor.
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