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INCERTA GLÒRIA | Ni vencedores ni vencidos

Siempre nos quedará la Guerra Civil. Uno de los sambenitos que persigue al cine español es su recurrencia, cada vez menos recurrente, a la etapa más oscura de nuestra historia reciente. Sobre la contienda que dividió al país y sus consecuencias se han mostrado mil perspectivas posibles, desde todos los ángulos imaginables, hasta el punto de convertirse en una broma fácil para referirse al ingenio de nuestra industria. Por suerte, uno de los realizadores que más echa mano de este capítulo histórico en su filmografía sirve a su vez para demostrar lo contrario. Agustí Villaronga es el vivo ejemplo de que la Guerra Civil es el contexto perfecto, no necesariamente facilón, para una buena historia.

Basada en la novela homónima de Joan Sales, Incerta glòria tiene lugar en el frente de Aragón, en esa interminable cuenta atrás en la que uno y otro bando esperaban el ansiado desenlace de una guerra cruel y asfixiante. En esa especie de tierra de nadie, de desierto perdido a la espera de una tragedia por venir, conviven los mayores damnificados de toda contienda, la gran masa de gente corriente que, más allá de los ideales, lucha por sobrevivir a la masacre. Y en esas circunstancias extremas, que podrían producirse en cualquier otro conflicto del mundo, se ponen a prueba la moral y la entereza de todo individuo.

La película no se adentra en territorio de vencedores ni vencidos ni subraya los efectos de la barbarie. Ese cometido ya lo han cubierto con mayor o menor fortuna otras producciones. La trama de Incerta glòria es mucho más costumbrista, mucho menos grandilocuente que una cinta bélica. Aquí los conflictos, las batallas, son internas, fruto de una situación al límite. La que vive un trío de jóvenes protagonistas cuyas convicciones se verán alteradas no sólo por la guerra sino también por un personaje fascinante y clave, el de la Carlana.

Han tenido que pasar ocho años para que la actriz Núria Prims decidiera abandonar su retiro y regresara a la interpretación. Bendito el momento en el que Villaronga la convenció para encarnar un papel tan suculento, tan frágil y poderoso que, a pesar de su función secundaria, ensombrece el trabajo del trío amoroso principal. Su actuación es tan firme, su personaje tan portentoso, que devora a sus compañeros de reparto, salvo las convincentes aportaciones de actores de peso como Luisa Gavasa, Fernando Esteso, Terele Pávez y Juan Diego.

A pesar de ciertos desequilibrios interpretativos, Incerta glòria los suple con la comunión del resto de elementos. Un guión solvente, que cubre de matices a la gran mayoría de personajes, una cuidada fotografía, que quizá por su ambientación en tierras mañas recuerda por momentos a la belleza de La novia, y una recreación fidedigna de la época (fantástico el viaje en metro en la Barcelona de 1937) consiguen que la historia cuaje y que el desenlace llegue. Una de las escenas finales, cuando dos amigos se funden en un abrazo después de superar sus diferencias y tomar una fatídica decisión, es una de las más hermosas que nos ha regalado el cine español este último año. Sí, es otra peli sobre la Guerra Civil, pero va mucho más allá del confortable duelo entre buenos y malos.

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