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Retorno a Albuquerque

Planos en blanco y negro de pastelitos de canela. Hermosos y detallistas, mostrándonos a un Saul Goodman solitario y de incógnito. Es la sorprendente manera con la que Vince Gilligan y Peter Gould decidieron abrir el esperado spin-off de Breaking bad. No se trataba de un flashback, a pesar de la ausencia de color, sino de un salto hacia delante que nos sitúa después de los sucesos acontecidos tras el final de la serie original. La mejor manera de enganchar al espectador potencial, el que anhela como agua de mayo las desventuras de Walter White.

¿Satisfará Better call Saul a esa legión de seguidores de Breaking bad? Cuando la AMC decidió dar luz verde al proyecto, muchos nos llevamos las manos a la cabeza. Goodman no era precisamente el secundario más interesante de la serie y la idea inicial parecía encarrilada a desarrollar una especie de sitcom en torno al abogado. Por suerte, los creadores cambiaron de rumbo y el tono finalmente se asemeja bastante a esa mezcla de drama y humor negro que funcionó de maravilla en la serie madre. Aunque aseguran que este derivado puede verse perfectamente sin conocer todo el bagaje anterior, sin duda la experiencia se ha planificado expresamente para deleitar al fan incondicional.

Sólo hay que ver el principio y el final del primer capítulo en este doble estreno para comprobar que el imaginario de Breaking bad estará muy presente en Better call Saul. Sabia decisión, porque es probable que sin esos guiños casi perpetuos a la serie original, la trama de este picapleitos carecería de la intensidad suficiente como para enganchar al gran público. La premisa del piloto estrenado en 2008 era poderosa: un don nadie y su ex alumno de químicas se introducen en la producción de metanfetamina después de detectársele un cáncer terminal. El potencial de Saul Goodman como sujeto independiente todavía está por demostrar.

La serie, por el momento, no ha cimentado un gran arco argumental que despierte el interés por la figura de este charlatán. De su entorno sólo conocemos a su hermano mayor, un eminente letrado obligado a abandonar su bufete por una enfermedad mental que lo mantiene recluido en casa y con pánico a la electricidad. La batalla que mantiene con sus socios, muy parecida al rencor de Walter White hacia sus amigos por la fundación de una empresa multimillonaria a sus espaldas, parece la única motivación que mueve al protagonista. De sus múltiples recursos como abogado superviviente se han nutrido únicamente los dos primeros episodios.

Más allá de un argumento aún por descubrir, Better call Saul suma enteros gracias a los mismos atributos que hicieron de Breaking bad una obra maestra. Fotografía impecable, potente banda sonora, planos descriptivos con un enorme peso en la trama (cada detalle visual en el juicio de los tres adolescentes es más desternillante que una sola línea de guión) y unos diálogos impecables (la subasta entre Goodman y un viejo conocido de Breaking bad por la anatomía de dos jóvenes skaters es de lo más delirante) conforman una fórmula que es sinónimo de calidad y éxito asegurados: el sello Gilligan.

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