Sin alfombras, ni flashes, ni ruido mediático se ha
inaugurado una nueva edición del Atlántida Film Fest, el festival de cine más
accesible de todo el panorama internacional. Lo ha hecho con El desconocido
del lago, a punto de estreno y con ocho nominaciones a los César en sus
espaldas. Tamaña representación en los principales premios del cine francés
sería anecdótica si no fuera porque el filme sólo podría salir, y para colmo
ser premiado, de una industria como la gala.
De nuevo nos encontramos con una cinta de temática gay,
centrada esta vez en el submundo del cruising, ese fenómeno que todo el mundo
ha percibido alguna vez cuando frecuenta determinadas playas o determinados
baños públicos pero ante el que prefiere hacer la vista gorda. ¿Cómo reflejar
en pantalla ese ambiente casi marginal, percibido por tantos como algo sucio,
perturbado e incluso degenerado? Pues sólo había dos maneras: desde la
distancia y el estereotipo o con valentía y transparencia, que es el camino
escogido por Alain Guiraudie en esta arriesgada, y triunfante, apuesta.
El propio director dice haberse sorprendido por la buena
acogida de un filme que preveía polémico. Y es que, en una decisión valiente,
decide prescindir de todo filtro, no sólo musical o de iluminación, sino
también del de la prudencia o el pudor. El desconocido del lago no mueve su
foco de una zona de baño nudista y de intercambios sexuales y por ello en
ningún momento amaga la realidad con planos calculados o cortes interruptus. Buena
parte del trabajo de los actores se realiza en pelota picada. Sin miedos ni
tabúes.
Pero Guiraudie va mucho más allá, dejando a La vida de
Adèle y sus escenas lésbicas en un mero juego de niños. Porque el filme no es
esconde tras los matorrales. Plasma sin ambigüedades lo nunca visto en una
cinta comercial, desde besos negros a eyaculaciones muy gráficas, probablemente
nada que no pueda verse si uno decide aventurarse en ese oscuro y desconocido
ambiente del cruising. Escenas que perturbarán a más de un espectador pero que,
a diferencia de propuestas como Nymphomaniac, no buscan el escándalo gratuito
sino que incluso pueden estar plenamente justificadas.
Valorar una cinta por la explicitud de sus imágenes, sin
embargo, debería ser ya un capítulo superado, y al menos en Francia parece que
lo han conseguido. Porque realmente esas escenas rodadas con dobles pornográficos
no tendrían ninguna razón de ser si tras ellas no existiera un trasfondo mucho
más profundo, como el que presenta El desconocido del lago cuando además se
preocupa por desnudar a sus personajes más allá de lo físico.
Lo que Guiraudie en realidad nos está enseñando sin tapujos,
además de a un grupo de hombres solitarios en busca del placer exprés, además
de un angustioso asesinato que dota al filme de algo más que tensión sexual
resuelta aquí te pillo, aquí te mato, es la honesta amistad entre el apuesto
Franck y el entrañable Henri. “Te quiero y no me apetece acostarme contigo.
¿Increíble, verdad?”, le confiesa este último al protagonista en uno de sus
impagables diálogos. Puede que la película no logre desempañar el concepto
hacia los adictos al cruising, ni tampoco lo intenta, pero tiene mérito que
de ese entorno de supuesta decadencia y amoralidad logre extraer una preciosa
historia de amor verdadero.
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