Con Las brujas de Zugarramurdi vuelve el Álex de la Iglesia más auténtico, el que pasa de experimentos tragicómicos y prefiere volcar todas sus locuras, todos sus extremos, sin pudor alguno. Como ocurre con tantas de sus comedias, las únicas que de hecho pueden considerarse como éxitos, la premisa arranca sugerente, con un planteamiento que promete ser desternillante, pero que finalmente desemboca en una innecesaria desmesura. Y con esta ya es la enésima vez que al director bilbaíno se le escurre el humor delirante de las manos, cegado por su afán de sacar pecho con la técnica . Es una lástima, porque Las brujas de Zugarramurdi comienza con una serie de secuencias notables, empezando por unos títulos de crédito de lo más ingeniosos (¿Qué hace Angela Merkel en esa nada sutil lista de brujas?) , y siguiendo con escenas desternillantes, como ese asalto al establecimiento de Compro oro con Mickey Mouse y Bob Esponja de artistas invitados o la primera aparición de Macarena Gómez, eter...
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