¿Alguien se imagina a la mujer de Rajoy presentando el Goya a la mejor película? Es lo que medio Twitter se preguntaba anoche tras la aparición estelar de la primera dama de Estados Unidos en la ceremonia de los Oscar, demostrando que el sentido del espectáculo en ese país está arraigado incluso en las más altas esferas. Michelle proclamó vencedora desde la Casa Blanca a Argo, la favorita de la noche a pesar de que su director, Ben Affleck, fue injustamente ignorado por los académicos en las nominaciones. La cinta que narra con tensión milimétrica la operación real de rescate de seis diplomáticos de la embajada estadounidense en Irán se alzó con el máximo galardón en una de las ediciones más competitivas y repartidas de los últimos años, en la que cualquier otra opción podría haber sido igualmente bienvenida.
La gran decepción de la noche se la llevó Steven Spielberg. Aspiraba a doce estatuillas por su obra magna sobre Lincoln y salió del Dolby Theatre con tan sólo dos premios bajo el brazo, uno de ellos para el gran favorito Daniel Day-Lewis. En contrapartida, Tarantino se llevó dos de las sorpresas de la velada con los Oscar al mejor guión original y al mejor actor secundario, otorgado a un Christoph Waltz que en realidad es el que lleva toda la batuta en Django desencadenado. Aunque sin duda el que salió más satisfecho de la gala fue Ang Lee, que ha logrado cuatro galardones por su hazaña visual (y poco más) en La vida de Pi.
Que los norteamericanos en general y los californianos en particular llevan el espectáculo en las venas lo demostraron las impresionantes actuaciones musicales, en especial la que congregó en el escenario a todo el reparto de Los miserables, momento álgido de una gala que Seth Macfarlane salvó con aprobado raspado. Aunque el auténtico impacto de esta edición más o menos predecible, además de en la intervención de Obama, lo encontramos en la alfombra roja, con una Charlize Theron derrochando glamour entre tanta belleza artificial y con una Helen Hunt luciendo modelo de H&M como si de un Dior o un Prada se tratara. Sentido del espectáculo, y de la economía, para tiempos de crisis.
La gran decepción de la noche se la llevó Steven Spielberg. Aspiraba a doce estatuillas por su obra magna sobre Lincoln y salió del Dolby Theatre con tan sólo dos premios bajo el brazo, uno de ellos para el gran favorito Daniel Day-Lewis. En contrapartida, Tarantino se llevó dos de las sorpresas de la velada con los Oscar al mejor guión original y al mejor actor secundario, otorgado a un Christoph Waltz que en realidad es el que lleva toda la batuta en Django desencadenado. Aunque sin duda el que salió más satisfecho de la gala fue Ang Lee, que ha logrado cuatro galardones por su hazaña visual (y poco más) en La vida de Pi.
Que los norteamericanos en general y los californianos en particular llevan el espectáculo en las venas lo demostraron las impresionantes actuaciones musicales, en especial la que congregó en el escenario a todo el reparto de Los miserables, momento álgido de una gala que Seth Macfarlane salvó con aprobado raspado. Aunque el auténtico impacto de esta edición más o menos predecible, además de en la intervención de Obama, lo encontramos en la alfombra roja, con una Charlize Theron derrochando glamour entre tanta belleza artificial y con una Helen Hunt luciendo modelo de H&M como si de un Dior o un Prada se tratara. Sentido del espectáculo, y de la economía, para tiempos de crisis.
Comentarios