
Como les ocurre a los personajes, uno no degusta el camino de la misma forma sabiendo hacia dónde conduce. La magia del libro consistía precisamente en ese futuro incierto que les espera a los internados de Hailsham, una institución de lo más estricta en la que predomina la incertidumbre. Aunque los rumores sobre donaciones aparecen desde la primera página, el autor no resuelve el misterio de forma definitiva hasta bien entrado el final de la novela. Al lector, la resolución le aparece de forma tardía y un tanto apresurada. En contra, las respuestas le llegan al espectador en tan sólo veinte minutos, condicionando en gran parte su percepción del relato.

Aunque los acontecimientos se suceden sin descanso, la sensación que desprende Nunca me abandones es la de que avanza a un ritmo lento, un tanto frío, sin tiempo para empatizar con la protagonista. A esto último tampoco ayuda la elección fallida de la actriz que interpreta el papel de Carey Mulligan de niña. Los sentimientos de Kathy hacia su amigo Tommy se despiertan en esa etapa y, sin embargo, la frialdad de la pequeña intérprete no permite acercarnos a ellos tal y como lo plantea Ishiguro. No es hasta bien entrado el metraje, con la aparición de un trío de ases británico inigualable, que el espectador comienza a interiorizar el dolor.

Una la protagoniza Sally Hawkins (Happy go lucky) cuando les explica a los alumnos de Hailsham los verdaderos motivos de su estancia en el centro. Las respuestas, como decíamos, llegan demasiado pronto pero, aún así, logran consternar. La misma sensación que provocan las imágenes que cierran Nunca me abandones. El espectador abandona la sala triste y compungido, evitando imaginar con qué estado de ánimo saldría si la película hubiese sido igual de intensa de principio a fin.
Del papel a la pantalla: Nunca me abandones, por Mark Romanek
Comentarios
Eso sí, en la película demuestra una vez más el protagonista, que no es que sea buen actor, es que el chiquillo debe de hacer de mismo, porque siempre actúa igual.
kyot_