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Ni rastro de crisis en los Oscars

Llegó Hugh Jackman y barrió. En una gala sin sorpresas, la gran revelación de la noche se personificó en Lobezno, el nuevo chico para todo de Hollywood. El hombre más sexy del mundo según la revista People demostró que su talento va más allá de sus marcados pectorales. Jackman cantó, bailó, rió e hizo reír en una de las ceremonias más acertadas de los últimos años. Números musicales de primer nivel que supieron a poco y una nueva estructura más ágil en los momentos intrascendentes y más profunda en los relevantes lograron remontar un evento del que las audiencias empezaban a huir en masa. El nivel de las películas candidatas, sensiblemente superior al de anteriores años, complicaba la tarea de encumbrar a una sola. Finalmente, Slumdog millionaire afianzaba su gran racha de premios y acallaba las voces de aquellos sesudos que se empeñan en calificar de tramposos los cuentos. Stephen Daldry, con su obra más perfecta, El lector, marchaba por tercera vez de vacío, tan sólo representado por el merecido Oscar a Kate Winslet, la única actriz de nuestro tiempo capaz de hacerle sombra a Meryl Streep. Y nuestra Pe, la musa patria, nos regaló al fin el ansiado momento por salvar de la quema con su María Elena a la impersonal Vicky Cristina Barcelona. La crisis, y también Bardem, fueron los únicos ausentes en la noche más espectacular que nos han dado los Oscars desde su traslado al Kodak Theatre.

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