Dexter Morgan por fin ha logrado recuperar el norte en el final de su segunda y mucho más trepidante segunda temporada. Jamás el asesino en serie había estado tan entre las cuerdas como en estos 12 capítulos en los que no han faltado los clímax que tanto añoramos en sus inicios. Una serie que comenzó más bien pausada, con una excesiva presencia de la voz en off del protagonista con ínfulas de filósofo, ha logrado encontrar la agilidad, el ritmo y la emoción que toda ficción sobre psicópatas debe tener. Todo sin renunciar en ningún momento a su peculiar puesta en escena, en la que Miami deja de ser el idílico lugar que aparece en los panfletos de viajes organizados.
El final en París, donde nuestro protagonista acaba por fin con la persona que más le ha roto los esquemas, Lila, es el broche de oro de una temporada para recordar. Más inquietante, en cambio, resulta conocer la existencia de una tercera temporada para este otoño, sobre todo tras ver que el último capítulo era más digno de un punto y final que de un punto y seguido. La imagen de Dexter recibiendo en su apartamento una nueva caja en la que almacenar las muestras de sus víctimas era una conclusión perfecta para la serie. Cómo extenderán la serie sus creadores es ahora la gran incógnita. Y entre la novedad y la repetición se encuentra el dilema.
Es evidente que el acorralamiento a Dexter es la gran baza de la trama, que consigue hacer del espectador todo un cómplice de asesino en serie. Pero también queda claro que los forzados giros argumentales en los que el protagonista se libra de nuevo por los pelos van mermando poco a poco la credibilidad de la serie (ahí queda la acusación al pobre Doakes como el carnicero de la bahía o la excusa de la adicción a las drogas para salvar su relación con Rita).
Ya va siendo hora de saber cuál será la reacción de Debra cuando conozca toda la verdad sobre su hermético hermano. En una escena de los últimos capítulos especulaban con la idea mientras se comían un buen filete y tal como mostraban las imágenes no hay nada más impredecible como su respuesta. Brusca, divertida, con genio, protectora e impulsiva, el personaje de la hermana del asesino se ha consolidado como el más indispensable de Dexter, mucho más que el descafeinado Michael C. Hall que la protagoniza.
Cuando los ‘flashback’ con el padre parecen no dar más de sí, cuando el criminal ha logrado esquivar de mil formas inverosímiles a sus perseguidores, cuando la sucesión de asesinatos anónimos se comprobó agotadora durante la primera temporada, ¿qué más puede aportarnos Dexter que no hayamos visto ya? Si con esta segunda tanda de capítulos lograron catapultar la serie, sólo cabe pensar que sabrán hacer lo mismo con los que quedan por venir.
El final en París, donde nuestro protagonista acaba por fin con la persona que más le ha roto los esquemas, Lila, es el broche de oro de una temporada para recordar. Más inquietante, en cambio, resulta conocer la existencia de una tercera temporada para este otoño, sobre todo tras ver que el último capítulo era más digno de un punto y final que de un punto y seguido. La imagen de Dexter recibiendo en su apartamento una nueva caja en la que almacenar las muestras de sus víctimas era una conclusión perfecta para la serie. Cómo extenderán la serie sus creadores es ahora la gran incógnita. Y entre la novedad y la repetición se encuentra el dilema.
Es evidente que el acorralamiento a Dexter es la gran baza de la trama, que consigue hacer del espectador todo un cómplice de asesino en serie. Pero también queda claro que los forzados giros argumentales en los que el protagonista se libra de nuevo por los pelos van mermando poco a poco la credibilidad de la serie (ahí queda la acusación al pobre Doakes como el carnicero de la bahía o la excusa de la adicción a las drogas para salvar su relación con Rita).
Ya va siendo hora de saber cuál será la reacción de Debra cuando conozca toda la verdad sobre su hermético hermano. En una escena de los últimos capítulos especulaban con la idea mientras se comían un buen filete y tal como mostraban las imágenes no hay nada más impredecible como su respuesta. Brusca, divertida, con genio, protectora e impulsiva, el personaje de la hermana del asesino se ha consolidado como el más indispensable de Dexter, mucho más que el descafeinado Michael C. Hall que la protagoniza.
Cuando los ‘flashback’ con el padre parecen no dar más de sí, cuando el criminal ha logrado esquivar de mil formas inverosímiles a sus perseguidores, cuando la sucesión de asesinatos anónimos se comprobó agotadora durante la primera temporada, ¿qué más puede aportarnos Dexter que no hayamos visto ya? Si con esta segunda tanda de capítulos lograron catapultar la serie, sólo cabe pensar que sabrán hacer lo mismo con los que quedan por venir.
Comentarios
Un saludo, y ya intentaré pasarme más a menudo por tu página que esta muy bien ;)
En cuanto a la tercera temporada me imagino que plantearán quitarle la máscara al asesino. Descubrirlo ante los más cercanos hasta que el mismo se entregue.
Saludos y perdón por el rollo que he escrito, suelo leer lo que escribes y me gustan tus críticas, sigue así.