Es cierto que la gran experiencia de esta inusual película en nuestro cine es poder disfrutarla en una sala repleta de gente. El terror se degusta mucho mejor cuando viene acompañado de risas nerviosas y gritos de pura histeria colectiva que por muy numerosa que sea nuestra familia no podremos encontrar en el salón de nuestra casa. Sin embargo, en el calor del hogar disponemos de un arma infalible, llamada mando a distancia, con una peculiar tecla denominada Stop que nos permite simple y llanamente parar en seco lo que estamos viendo, algo imposible en una platea de cine.
¿Por qué apretar el susodicho botón con REC? Pues porque hay momentos en que la angustia es tal que las escenas de respiro de la película no son suficientes para recuperar el aliento. Si con algo se podría definir el estado anímico de sus protagonistas, un grupo de vecinos encerrados en un edificio infectado por un virus, es con la palabra histeria. La experiencia que viven encerrados en un bloque convertido en ratonera de muertos vivientes es tan aterradora que no es de extrañar las diferentes reacciones de los personajes.
Los chillidos, balbuceos, gemidos y respiraciones costosas resultan tan agobiantes en algunos momentos que de nuevo uno tiene la necesidad de apretar el Stop para reincorporarse en el asiento. De la misma forma que para descansar la vista y adecuarla a una realidad más estable, pues hay momentos en que el espectador queda aturdido ante tanto movimiento de cámara en mano.
Sin embargo, la efectividad de todos estos elementos tan incómodos, y la imposibilidad de apretar la tecla del mando, es la gran baza del filme. Jaume Balagueró y Paco Plaza construyen un filme de terror hiperrealista a base de interpretaciones sorprendentemente naturales y de un formato, el de los programas de realidad, del que tanto jugo han sabido exprimir.
Porque más allá del pavor que provocan sus imágenes, REC aprovecha también para hincar el diente en la programación televisiva, poblada últimamente de espacios que bajo el disfraz de la actualidad informativa esconden el puro entretenimiento morboso. Manuela Velasco, conocida por dar voz e imagen a Los 40 Principales, encarna a la perfección a la periodista hipócrita y sonriente ante las cámaras pero en el fondo inhumanamente ávida de carnaza.
Es el vivo reflejo de la aparente simpatía que invade a la mayoría de reporteros que aparecen en programas como Está pasando o España directo. Esa aparente espontaneidad que termina convirtiendo al periodista en principal protagonista de la noticia y que lo aleja por completo de la información objetiva. REC da una peculiar lección a aquellos profesionales de los medios de comunicación convertidos en aves de carroña y aprovecha también para dar algunas cuantas pinceladas sobre otras miserias del ser humano.
Personajes como el del policía superado por los acontecimientos son tan creíbles gracias a un reparto de actores desconocidos y quizá por ello mucho más eficaces. Su actuación es precisamente una de las dos grandes aportaciones de este filme llamado a ser la película de terror española por excelencia (con permiso de Amenábar y Bayona, cuyo indiscutible dominio se encuentra más en el terreno del miedo psicológico).
La otra gran aportación la encontramos en una puesta en escena y un montaje absolutamente eficaz. Los directores han sabido apostar por un lenguaje cinematográfico que, aunque no es novedoso (El proyecto de la bruja de Blair), sí se ha redefinido para lograr imágenes como la del rebobinado o la que nos proporciona un primer plano escalofriante de un cadáver viviente. La cámara del reportero, tan histérica como las escenas que va registrando, es la esencia y la novedad de una película que desde luego lo último que busca es dejar indiferente al personal.
¿Por qué apretar el susodicho botón con REC? Pues porque hay momentos en que la angustia es tal que las escenas de respiro de la película no son suficientes para recuperar el aliento. Si con algo se podría definir el estado anímico de sus protagonistas, un grupo de vecinos encerrados en un edificio infectado por un virus, es con la palabra histeria. La experiencia que viven encerrados en un bloque convertido en ratonera de muertos vivientes es tan aterradora que no es de extrañar las diferentes reacciones de los personajes.
Los chillidos, balbuceos, gemidos y respiraciones costosas resultan tan agobiantes en algunos momentos que de nuevo uno tiene la necesidad de apretar el Stop para reincorporarse en el asiento. De la misma forma que para descansar la vista y adecuarla a una realidad más estable, pues hay momentos en que el espectador queda aturdido ante tanto movimiento de cámara en mano.
Sin embargo, la efectividad de todos estos elementos tan incómodos, y la imposibilidad de apretar la tecla del mando, es la gran baza del filme. Jaume Balagueró y Paco Plaza construyen un filme de terror hiperrealista a base de interpretaciones sorprendentemente naturales y de un formato, el de los programas de realidad, del que tanto jugo han sabido exprimir.
Porque más allá del pavor que provocan sus imágenes, REC aprovecha también para hincar el diente en la programación televisiva, poblada últimamente de espacios que bajo el disfraz de la actualidad informativa esconden el puro entretenimiento morboso. Manuela Velasco, conocida por dar voz e imagen a Los 40 Principales, encarna a la perfección a la periodista hipócrita y sonriente ante las cámaras pero en el fondo inhumanamente ávida de carnaza.
Es el vivo reflejo de la aparente simpatía que invade a la mayoría de reporteros que aparecen en programas como Está pasando o España directo. Esa aparente espontaneidad que termina convirtiendo al periodista en principal protagonista de la noticia y que lo aleja por completo de la información objetiva. REC da una peculiar lección a aquellos profesionales de los medios de comunicación convertidos en aves de carroña y aprovecha también para dar algunas cuantas pinceladas sobre otras miserias del ser humano.
Personajes como el del policía superado por los acontecimientos son tan creíbles gracias a un reparto de actores desconocidos y quizá por ello mucho más eficaces. Su actuación es precisamente una de las dos grandes aportaciones de este filme llamado a ser la película de terror española por excelencia (con permiso de Amenábar y Bayona, cuyo indiscutible dominio se encuentra más en el terreno del miedo psicológico).
La otra gran aportación la encontramos en una puesta en escena y un montaje absolutamente eficaz. Los directores han sabido apostar por un lenguaje cinematográfico que, aunque no es novedoso (El proyecto de la bruja de Blair), sí se ha redefinido para lograr imágenes como la del rebobinado o la que nos proporciona un primer plano escalofriante de un cadáver viviente. La cámara del reportero, tan histérica como las escenas que va registrando, es la esencia y la novedad de una película que desde luego lo último que busca es dejar indiferente al personal.
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