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Desinflando los Globos

Pocas sorpresas y alguna que otra decepción en la última entrega de los Globos de Oro. La más flagrante de todas ellas, que Cars, ese prodigio tecnológico de la coalición Disney / Pixar pero sin ningún tipo de aportación novedosa al mundo de la animación, se alzase por encima de Happy feet, la auténtica sorpresa animada de este año, tanto por su mensaje comprometido como por unos efectos si cabe mejores que los de la triunfadora de la noche.
Otro desencanto, este mucho más asumido por la escalada de festivales y de quinielas que lo anunciaban a gritos, es la designación de Helen Mirren como mejor actriz dramática por su papel en The Queen. De nuevo, la prueba evidente de que en Hollywood triunfa más el disfraz que la interpretación. De lo contrario, y si la pugna final estaba entre Mirren y Penélope Cruz, ésta última hubiera ganado merecidamente el galardón por una actuación, la de Raimunda en Volver, insólita en su discreta carrera como actriz, en la que también despuntaría la de Italia en Non ti muovere. La imitación grandilocuente, por tanto, por encima del carisma en la interpretación. Puestos a ello, el compañero de reparto de Helen Mirren y su brillante imitación de Tony Blair reunían más méritos para alzarse con el Globo.
Contradicción destacable, pero gratificante en cierta forma, ese ex aequo implícito por el que se les reconoce el trabajo tanto a González Iñárritu como a Scorsese, al primero concediéndole el Globo de Oro a la mejor película de 2006 por Babel; al segundo otorgándole el galardón a la mejor dirección al frente de The departed. Con el corazón dividido entre ambas producciones, yo hubiera inclinado más la balanza hacia el lado del director neoyorquino, por una carrera de más de 30 años en la que abundan las obras y escasean los premios (El otro único Globo que posee se lo concedieron por Gangs of New York).
Precisamente su firme apuesta en los últimos años, Leonardo DiCaprio, ha perdido de nuevo la oportunidad, esta vez de oro, de entrar en el olimpo de los laureados en Hollywood, no sólo porque estaba nominado dos veces sino porque encima lo estaba merecidamente. Su papel de topo policial, al menos, demuestra que el protagonista de Titanic empieza a convencer.
Otro que hacía doblete y que también se ha ido de vacío es Clint Eastwood. Es curioso que reuniera dos nominaciones a la mejor dirección y en cambio ninguna de sus dos versiones sobre la Segunda Guerra Mundial estuviera en la lista de candidatas a mejor película. Bueno sí. Por aquellas rarezas de las mentes pensantes de estos premios, la “japonesa” Letters from Iwo Jima le arrebataba el puesto a un cabreado (perdón, gripado) Almodóvar, que se empeña en infravalorar a El laberinto del fauno. En todo caso, el director manchego, por su arrogancia y mal perder, protagonizó la gran decepción de la noche.
En el apartado de televisión, Hugh Laurie se alzaba por segundo año consecutivo con el Globo a mejor actor de serie dramática. No es exagerado. A pesar de la gran calidad de la ficción televisiva norteamericana, ningún personaje masculino se le acerca. La competencia femenina, en cambio, es mucho más extensa (las mujeres desesperadas, en su momento las chicas de Sexo en Nueva York,…) y esta vez le ha tocado el turno a la protagonista de The closer. Por último, Anatomía de Grey desbancaba a Perdidos, 24, Heroes y Big Love. ¿Alguien es capaz de quedarse solo con una?
En definitiva, esto no es nada. No diré lo que significan los Globos de Oro (¡que alguien invente otro tópico, por favor!) pero lo que está claro es que aquí lo que cuenta son los Oscar. Y la cuenta atrás ya ha comenzado. Preparen palomitas y horas de sueño porque este año prometen y llegan de la mano de Ellen DeGeneres!

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