“Carai, quin repàs!”. Fueron las palabras que salieron de la boca de Pasqual Maragall cuando todavía no se habían cerrado los micrófonos de la que probablemente sea su última entrevista como President en la televisión pública catalana. No era para menos. El pasado 26 de junio se enfrentó durante toda una hora a las preguntas de la periodista estrella de TV3, Mónica Terribas. Un buen repaso, no siempre grato para el entrevistado (él mismo quiso aclarar que jamás ha coqueteado con el alcohol), es lo que le planteó a un President que se las vio y se las deseó para morderse la lengua.
Sorprende con qué homogeneidad han acatado los socialistas catalanes dos decisiones que, en mi opinión, les pueden deparar no muy gratas sorpresas de cara a las próximas elecciones. De entrada, no está tan claro el descarte de la reelección de Pascual Maragall como candidato a la presidencia de la Generalitat. A pesar de las sucesivas crisis en el seno del tripartito, el exalcalde de Barcelona mantenía unos aceptables niveles de popularidad en todas las encuestas, incluso con respecto a Artur Mas.
Si algo queda menos claro es la decisión de poner en manos de José Montilla esa candidatura. Puede que su gestión en la sombra sea digna de admirar en el seno del partido, pero la comunicación, el carisma y la cercanía al ciudadano no son precisamente sus puntos más fuertes. Desconcierta, en cambio, cómo otros posibles candidatos, como Joaquim Nadal o Montserrat Tura, del sector más catalanista, y a mi gusto con mayores posibilidades de triunfo, ni siquiera han sido planteados. Decisiones que invitan a pensar que la independencia del PSC respecto al PSOE ya no es tan evidente.
De todo ello habló con excesiva diplomacia el President durante la entrevista, por no decir directamente que mintió. Intentó convencernos de que su decisión era única y exclusivamente personal. Fracasó en el intento. Es evidente que la presión del partido fue decisiva y que Pasqual Maragall renunció finalmente a su deseo de gobernar durante dos mandatos la Generalitat de Catalunya. En todo caso, los que lo acusan de impulsivo, observarían perplejos como Maragall no soltó prenda en ningún momento. No quiso dar nombres “para no comprometer a nadie”, a pesar de que Mónica Terribas le insistió que a veces es necesario hacerlo para que el ciudadano esté informado.
Es increíble como esta periodista se ha hecho un hueco insustituible en la televisión pública catalana. Mónica Terribas, he de confesarlo, no era santo de mi devoción hasta hace bien poco. Hace años, cuando todavía no era conocida, acudí a la presentación de un curso académico en la que intervenía y me formé una opinión muy desfavorable sobre ella. A lo largo de toda su intervención se mostró agresiva en exceso y con excesiva prepotencia, valga la redundancia. Para resumir, digamos que reunía los rasgos del lado más oscuro del sexo masculino.
Hoy, en cambio, me he rendido a sus pies. Si bien es cierto que todavía se puede vislumbrar en ella algún rasgo de prepotencia y más de dos de agresividad, éstos sólo juegan a su favor. Buscar una Mónica Terribas en la televisión estatal es, hoy por hoy, como buscar una aguja en un pajar. Sólo se me ocurren dos y las dos, por diferentes motivos, no están por estos menesteres: Julia Otero (desterrada por la audiencia y por Caffarel a la radio) y Mercedes Milà (anclada en los mares profundos de Tele 5).
Las entrevistas que la Terribas ha hecho en poco tiempo a dos presidentes, el de España y el de Catalunya, serán dignas de recordar. Sus preguntas son directas, incisivas, a menudo incómodas, tajantes, redondas. Hasta los presidentes Zapatero y Maragall, lejos de incomodarse por alguna parte del interrogatorio, parecían admirarla con los ojos. Y de admirar también ha sido la excelente realización de sendos programas, los dos en preciosos exteriores nocturnos (uno en los jardines de la Moncloa, el otro en el Pati dels Tarongers de la Generalitat). Difícilmente encontraremos tampoco en otras parrillas que la actualidad política e informativa ocupe una franja preferente y con tan preferente calidad.
Sorprende con qué homogeneidad han acatado los socialistas catalanes dos decisiones que, en mi opinión, les pueden deparar no muy gratas sorpresas de cara a las próximas elecciones. De entrada, no está tan claro el descarte de la reelección de Pascual Maragall como candidato a la presidencia de la Generalitat. A pesar de las sucesivas crisis en el seno del tripartito, el exalcalde de Barcelona mantenía unos aceptables niveles de popularidad en todas las encuestas, incluso con respecto a Artur Mas.
Si algo queda menos claro es la decisión de poner en manos de José Montilla esa candidatura. Puede que su gestión en la sombra sea digna de admirar en el seno del partido, pero la comunicación, el carisma y la cercanía al ciudadano no son precisamente sus puntos más fuertes. Desconcierta, en cambio, cómo otros posibles candidatos, como Joaquim Nadal o Montserrat Tura, del sector más catalanista, y a mi gusto con mayores posibilidades de triunfo, ni siquiera han sido planteados. Decisiones que invitan a pensar que la independencia del PSC respecto al PSOE ya no es tan evidente.
De todo ello habló con excesiva diplomacia el President durante la entrevista, por no decir directamente que mintió. Intentó convencernos de que su decisión era única y exclusivamente personal. Fracasó en el intento. Es evidente que la presión del partido fue decisiva y que Pasqual Maragall renunció finalmente a su deseo de gobernar durante dos mandatos la Generalitat de Catalunya. En todo caso, los que lo acusan de impulsivo, observarían perplejos como Maragall no soltó prenda en ningún momento. No quiso dar nombres “para no comprometer a nadie”, a pesar de que Mónica Terribas le insistió que a veces es necesario hacerlo para que el ciudadano esté informado.
Es increíble como esta periodista se ha hecho un hueco insustituible en la televisión pública catalana. Mónica Terribas, he de confesarlo, no era santo de mi devoción hasta hace bien poco. Hace años, cuando todavía no era conocida, acudí a la presentación de un curso académico en la que intervenía y me formé una opinión muy desfavorable sobre ella. A lo largo de toda su intervención se mostró agresiva en exceso y con excesiva prepotencia, valga la redundancia. Para resumir, digamos que reunía los rasgos del lado más oscuro del sexo masculino.
Hoy, en cambio, me he rendido a sus pies. Si bien es cierto que todavía se puede vislumbrar en ella algún rasgo de prepotencia y más de dos de agresividad, éstos sólo juegan a su favor. Buscar una Mónica Terribas en la televisión estatal es, hoy por hoy, como buscar una aguja en un pajar. Sólo se me ocurren dos y las dos, por diferentes motivos, no están por estos menesteres: Julia Otero (desterrada por la audiencia y por Caffarel a la radio) y Mercedes Milà (anclada en los mares profundos de Tele 5).
Las entrevistas que la Terribas ha hecho en poco tiempo a dos presidentes, el de España y el de Catalunya, serán dignas de recordar. Sus preguntas son directas, incisivas, a menudo incómodas, tajantes, redondas. Hasta los presidentes Zapatero y Maragall, lejos de incomodarse por alguna parte del interrogatorio, parecían admirarla con los ojos. Y de admirar también ha sido la excelente realización de sendos programas, los dos en preciosos exteriores nocturnos (uno en los jardines de la Moncloa, el otro en el Pati dels Tarongers de la Generalitat). Difícilmente encontraremos tampoco en otras parrillas que la actualidad política e informativa ocupe una franja preferente y con tan preferente calidad.
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