En una operación de marketing sin precedentes, James Cameron presentó en primicia a nivel mundial un adelanto de su ansiado retorno a las pantallas tras la imbatible Titanic. Por primera vez, Avatar, el proyecto en el que lleva años trabajando, cobraba vida en forma de imágenes. La expectación era máxima, no sólo porque Cameron lleva doce años viviendo de las rentas del fatídico transatlántico sin estrenar un filme comercial, sino porque los pocos que hasta el momento conocían algún detalle sobre su nueva película no dudaban en calificarla de auténtica revolución cinematográfica.
Pues bien, el pasado 21 de agosto medio planeta pudo ser partícipe de esta revolución digital visionando 15 minutos del espectacular invento. Prensa y público, en su mayoría, quedaron rendidos a los pies del director canadiense, convencido a su vez de que Avatar supondrá un antes y un después en la historia del cine, la salvación de una industria en busca de una nueva gallina con huevos de oro.
La gallina parece llegar en forma de tres dimensiones, dispuesta a ser el reclamo por el que el público en masa regresará a las salas de cine. De momento, las cifras parecen darle la razón, ya que el 40% de los espectadores de Ice age 3, Up y otras propuestas en 3D han optado por este formato y han desembolsado los 2 euros de más que cuesta la entrada. No está nada mal.
Avatar quiere convertirse en la primera gran película en formato tres dimensiones. Y todo indica que logrará conseguirlo. James Cameron, el hombre sin abuela (“¡Soy el rey del mundo!), ha puesto toda la carne en el asador para dejar con la boca abierta. Pero, de nuevo, las expectativas desmesuradas como las que acompañan a esta gigantesca operación publicitaria pueden frustrar a más de uno. Señoras y señores, ¡Avatar no es para tanto!
La historia, futurista y galáctica, parece estar a años luz de otros filmes del género que sí han logrado formar parte de la historia del cine, como La guerra de las galaxias o Blade runner. Compararla con ellas, vistos los famosos quince minutos de avance, supone, de entrada, un gran atrevimiento. Por lo que dejan entrever las escenas de adelanto, el argumento se centra en la invasión humana de un planeta lejano llamado Pandora repleto de recursos pero también de bichos de toda condición. Para explorarlo, los humanos deberán transmutarse en avatares de la raza Na’vi, seres extraterrestres altos, de aspecto felino y piel azulada. A priori, poca cosa más, con lo que se demuestra que los cuatro años invertidos en esta superproducción no se han destinado precisamente a un guión demasiado elaborado.
Pero desde luego el argumento es lo menos importante de la película. Avatar quiere ser toda una experiencia tridimensional que deje a la altura del betún los efectos especiales tradicionales. De ahí que el adelanto estuviera plagado de escenas de acción en las que la lucha contra monstruos alienígenas es la gran protagonista. Sin duda, los efectos son impactantes, pero no demasiado sorprendentes para un público perteneciente a la era de los videojuegos. Ángulos imposibles, puntos de vista impresionantes, ambientes tridimensionales detallados al máximo. Algo nunca visto en el cine, pero bastante semejante a la perspectiva que ya nos ofrece el videojuego. Puestos a elegir, me pareció mucho más revolucionario en su momento el efecto bullet time de Matrix.
Falta saber si el resto del metraje presenta un argumento un poco más atrayente que las luchas de un extraterrestre contra criaturas galácticas. Falta saber también si uno será capaz de aguantar toda la película con las gafas tridimensionales puestas. A mí, a los quince minutos ya me dolía el tabique nasal. Tampoco sabemos si el público se muerde ya las uñas a la espera de su estreno el próximo 18 de diciembre, tal como ocurriera con esperadas superproducciones del estilo El señor de los anillos. Sin embargo, lo que ya se sabe de antemano es que Avatar será todo un éxito. La maquinaria de la expectación se ha puesto en marcha y ya no hay dios que la detenga.
Pues bien, el pasado 21 de agosto medio planeta pudo ser partícipe de esta revolución digital visionando 15 minutos del espectacular invento. Prensa y público, en su mayoría, quedaron rendidos a los pies del director canadiense, convencido a su vez de que Avatar supondrá un antes y un después en la historia del cine, la salvación de una industria en busca de una nueva gallina con huevos de oro.
La gallina parece llegar en forma de tres dimensiones, dispuesta a ser el reclamo por el que el público en masa regresará a las salas de cine. De momento, las cifras parecen darle la razón, ya que el 40% de los espectadores de Ice age 3, Up y otras propuestas en 3D han optado por este formato y han desembolsado los 2 euros de más que cuesta la entrada. No está nada mal.
Avatar quiere convertirse en la primera gran película en formato tres dimensiones. Y todo indica que logrará conseguirlo. James Cameron, el hombre sin abuela (“¡Soy el rey del mundo!), ha puesto toda la carne en el asador para dejar con la boca abierta. Pero, de nuevo, las expectativas desmesuradas como las que acompañan a esta gigantesca operación publicitaria pueden frustrar a más de uno. Señoras y señores, ¡Avatar no es para tanto!
La historia, futurista y galáctica, parece estar a años luz de otros filmes del género que sí han logrado formar parte de la historia del cine, como La guerra de las galaxias o Blade runner. Compararla con ellas, vistos los famosos quince minutos de avance, supone, de entrada, un gran atrevimiento. Por lo que dejan entrever las escenas de adelanto, el argumento se centra en la invasión humana de un planeta lejano llamado Pandora repleto de recursos pero también de bichos de toda condición. Para explorarlo, los humanos deberán transmutarse en avatares de la raza Na’vi, seres extraterrestres altos, de aspecto felino y piel azulada. A priori, poca cosa más, con lo que se demuestra que los cuatro años invertidos en esta superproducción no se han destinado precisamente a un guión demasiado elaborado.
Pero desde luego el argumento es lo menos importante de la película. Avatar quiere ser toda una experiencia tridimensional que deje a la altura del betún los efectos especiales tradicionales. De ahí que el adelanto estuviera plagado de escenas de acción en las que la lucha contra monstruos alienígenas es la gran protagonista. Sin duda, los efectos son impactantes, pero no demasiado sorprendentes para un público perteneciente a la era de los videojuegos. Ángulos imposibles, puntos de vista impresionantes, ambientes tridimensionales detallados al máximo. Algo nunca visto en el cine, pero bastante semejante a la perspectiva que ya nos ofrece el videojuego. Puestos a elegir, me pareció mucho más revolucionario en su momento el efecto bullet time de Matrix.
Falta saber si el resto del metraje presenta un argumento un poco más atrayente que las luchas de un extraterrestre contra criaturas galácticas. Falta saber también si uno será capaz de aguantar toda la película con las gafas tridimensionales puestas. A mí, a los quince minutos ya me dolía el tabique nasal. Tampoco sabemos si el público se muerde ya las uñas a la espera de su estreno el próximo 18 de diciembre, tal como ocurriera con esperadas superproducciones del estilo El señor de los anillos. Sin embargo, lo que ya se sabe de antemano es que Avatar será todo un éxito. La maquinaria de la expectación se ha puesto en marcha y ya no hay dios que la detenga.
Comentarios