No hay nada peor que la pretenciosidad a la hora de dirigir. Esa cualidad en la que el creador busca la máxima belleza formal con el contenido más profundo y poético posible olvidándose por completo del principal fin de una película: el relato de historias. Antonio Banderas ha decidido hacer uso y abuso de auténticas metáforas visuales en detrimento de la narración y de los personajes, hasta el punto que parece haber confundido el videoarte con el arte cinematográfico. Todo en El camino de los ingleses pretende ser tan trascendente y lírico que termina por agotar al espectador, que intenta por todos sus medios comprender los motivos de los personajes y la finalidad de la acción, y lo único que se encuentra son poesías narradas, imposibles de valorar por su cuantía, e imágenes surrealistas inconexas.
Intuimos lo que el actor malagueño ha querido transmitir con su segundo filme, como también evidenciamos un importante retroceso en su breve carrera como director respecto a su primera incursión, Locos en Alabama, notable película que contenía precisamente aquello de lo que carece esta otra: la simplicidad. El mensaje de 'El camino de los ingleses' es tan universal como la vida misma y eso resulta un punto a favor del que intenta abordarlo, ya que de bien seguro se ha ganado de antemano la empatía de la platea. El camino que da nombre a la película no es otro que la principal vía que atraviesa un pequeño pueblo andaluz y que conduce a las afueras, a su vez una alegoría del destino que todos añoran, sobre todo en sus años mozos. Banderas hace tanto hincapié en hacer tan evidente esta relación metafórica que no permite al espectador interpretar ni sugerir, al fin y al cabo primer objetivo de toda incursión poética.
Sabemos que el protagonista es Miguelito, el hijo del ferretero, al que le falta un riñón, y que sueña con ser poeta. Sabemos que su musa es Fina, una joven que también sueña con ser bailarina y que para paliar sus complejos se acompaña de varios libros que la hagan, a ojos de los demás, toda una estudiante universitaria. Sabemos que sus amigos, sobre todo en la época estival en la que se desarrolla la película, se mueren por follar. Y que además ronda por el pueblo la gorda de la Cala dispuesta siempre a abrirse de piernas. Sabemos también que uno de los pocos que han emprendido el camino de los ingleses es un militar con ganas de reafirmarse a golpe de puñetazos y de alardeos. Y que en la ventana de un bar, cerveza en mano, el que sí tiene madera de poeta sueña en realidad con locutar en la radio. Se nos muestra también pellizcos de los sueños de tantos otros personajes que se han enfrentado tarde o temprano a ese camino / destino.
Sin embargo, de saber a entender existe un gran trecho, y todo lo que se nos muestra con tan incansable belleza formal resulta incomprensible en la mayoría de los casos. No entendemos que lleva a Miguelito a los brazos de la mujer madura (encarnada por cierto por la siempre brillante Victoria Abril) ni qué le impide hacer realidad su sueño ni en que lo frena la ausencia de su riñón. Tampoco los motivos de la conducta de su novia o las reacciones de algunos de sus amigos, como el tío bueno que abandona a su tía buena por resultarle demasiado artificial cuando a lo largo del filme no logramos saber ninguna de sus inquietudes. Tampoco entendemos los lícitos objetivos carnales de la gorda de la Cala, porque de entrada no se le brinda ni la oportunidad de abrir la boca. Ni los porqués del militar vengativo ni los del misterioso radiofonista. Ni entendemos tampoco la relevancia de algunas otras subtramas. Lo único que se logra, por tanto, es la construcción de unos personajes fríos y distantes que no llegamos nunca a conocer.
El tema, tan cercano, de las inquietudes y deseos de juventud, se torna por tanto lejano e incomprensible en boca de estos protagonistas, cuyos diálogos, semejantes a recitales, resultan agotadoramente aburridos. La forma no acompaña al mensaje sino que se convierte en principal protagonista. La preciosa imagen en primer plano de una flor anclada en el camino, por ejemplo, no deja ver lo que ocurre tras ella. O la correcta y estudiada interpretación de los actores no permite en cambio entender la pretendida profundidad de sus personajes. Así, entre plano y plano, entre artificio y artificio, Banderas cree haber conseguido una película de autor, olvidándose que la belleza no lo es todo y que el creador no debe estar siempre por encima del espectador.
Intuimos lo que el actor malagueño ha querido transmitir con su segundo filme, como también evidenciamos un importante retroceso en su breve carrera como director respecto a su primera incursión, Locos en Alabama, notable película que contenía precisamente aquello de lo que carece esta otra: la simplicidad. El mensaje de 'El camino de los ingleses' es tan universal como la vida misma y eso resulta un punto a favor del que intenta abordarlo, ya que de bien seguro se ha ganado de antemano la empatía de la platea. El camino que da nombre a la película no es otro que la principal vía que atraviesa un pequeño pueblo andaluz y que conduce a las afueras, a su vez una alegoría del destino que todos añoran, sobre todo en sus años mozos. Banderas hace tanto hincapié en hacer tan evidente esta relación metafórica que no permite al espectador interpretar ni sugerir, al fin y al cabo primer objetivo de toda incursión poética.
Sabemos que el protagonista es Miguelito, el hijo del ferretero, al que le falta un riñón, y que sueña con ser poeta. Sabemos que su musa es Fina, una joven que también sueña con ser bailarina y que para paliar sus complejos se acompaña de varios libros que la hagan, a ojos de los demás, toda una estudiante universitaria. Sabemos que sus amigos, sobre todo en la época estival en la que se desarrolla la película, se mueren por follar. Y que además ronda por el pueblo la gorda de la Cala dispuesta siempre a abrirse de piernas. Sabemos también que uno de los pocos que han emprendido el camino de los ingleses es un militar con ganas de reafirmarse a golpe de puñetazos y de alardeos. Y que en la ventana de un bar, cerveza en mano, el que sí tiene madera de poeta sueña en realidad con locutar en la radio. Se nos muestra también pellizcos de los sueños de tantos otros personajes que se han enfrentado tarde o temprano a ese camino / destino.
Sin embargo, de saber a entender existe un gran trecho, y todo lo que se nos muestra con tan incansable belleza formal resulta incomprensible en la mayoría de los casos. No entendemos que lleva a Miguelito a los brazos de la mujer madura (encarnada por cierto por la siempre brillante Victoria Abril) ni qué le impide hacer realidad su sueño ni en que lo frena la ausencia de su riñón. Tampoco los motivos de la conducta de su novia o las reacciones de algunos de sus amigos, como el tío bueno que abandona a su tía buena por resultarle demasiado artificial cuando a lo largo del filme no logramos saber ninguna de sus inquietudes. Tampoco entendemos los lícitos objetivos carnales de la gorda de la Cala, porque de entrada no se le brinda ni la oportunidad de abrir la boca. Ni los porqués del militar vengativo ni los del misterioso radiofonista. Ni entendemos tampoco la relevancia de algunas otras subtramas. Lo único que se logra, por tanto, es la construcción de unos personajes fríos y distantes que no llegamos nunca a conocer.
El tema, tan cercano, de las inquietudes y deseos de juventud, se torna por tanto lejano e incomprensible en boca de estos protagonistas, cuyos diálogos, semejantes a recitales, resultan agotadoramente aburridos. La forma no acompaña al mensaje sino que se convierte en principal protagonista. La preciosa imagen en primer plano de una flor anclada en el camino, por ejemplo, no deja ver lo que ocurre tras ella. O la correcta y estudiada interpretación de los actores no permite en cambio entender la pretendida profundidad de sus personajes. Así, entre plano y plano, entre artificio y artificio, Banderas cree haber conseguido una película de autor, olvidándose que la belleza no lo es todo y que el creador no debe estar siempre por encima del espectador.
Comentarios
* Te recomiendo un pantallazo al director Hal Hartley, el director independiente del cual no recordaba su nombre, este finde viendo la serie Weeds vi a uno de los actores q trabaja mucho con él y lo pude encontrar.
* Y otro pantallazo a Santiago Segura, si no lo has hecho ya, hace unos días The New York Times le dedicó una doble página, muy pocos españoles han tenido ese honor, le gicieron una larga entrevista q está colgada en internet, ¡4 PAGINAS!, en
http://www.nytimes.com/2006/11/12/mag
azine/12segura.html?ex=1320987600&en=
9ba7fa0daa7fd079&ei=5088&partner=rssn
yt&emc=rss
En escolar.net comentaron algunas cosas muy significaticas de como le hicieron la espectacular entrevista y los "Fact checkers".
Asi trabaja la prensa de calidad http://www.escolar.net/MT/archives/20
06/11/asi_trabaja_la.html
BeFour
Bueno, soy lector constante aunque casi nunca firmo, pero esta vez lo he querido así debido a la coincidencia.
Hasta otra!!