Cuenta la directora polaca Agnieszka Holland que no quería dedicarle tan sólo cinco minutos al clímax de su película sobre los últimos años de Ludwig van Beethoven. Ese sería el tiempo máximo que cualquier productor estaría dispuesto a concederle sin que se le pusieran los pelos como escarpias. Ella, en cambio, decidió colaborar con su hija para condensar en 15 minutos los más de 70 que dura la Novena Sinfonía del compositor alemán, consciente de la importancia que adopta en su relato el estreno de una de sus obras más importantes. De ahí que el espectador acuda a todo un concierto de música clásica en versión reducida con una hermosa puesta en escena sin que en ningún momento esos 15 minutos induzcan al bostezo. Estamos en la Viena de 1824. Por aquél entonces, Beethoven ya adolecía de una importante sordera que le obligaba a usar trompetilla para entender a sus interlocutores y a ingeniárselas con diferentes artilugios para captar el sonido de la música. Durante estos años, los último...
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