Publicidad de la película por todas partes. Iluminando parte del decorado de Times Square, en los autobuses, en taxis, en la televisión, tanto en formato anuncio como en formato entrevista interesada en el programa de turno (un ejemplo: Samuel L. Jackson en Ellen, el programa homónimo de la espontánea, fresca, divertida, payasa, y exnovia de Anne Heche, DeGeneres). Snakes on a plane hasta en la sopa, vamos. Es increíble la poderosa maquinaria publicitaria que ejercitan las productoras norteamericanas para promocionar sus películas en su país de origen, sobre todo sí, como ésta, son malas de cojones (disculpen que haya vuelto tan rudo de las llanuras estadounidenses).
El caso es que tanta promoción tiene su efecto. Es la primera vez que me encuentro en una sala de cine al público vitoreando los títulos de crédito iniciales con auténtica devoción, como si hubieran estado esperando toda una vida para ver en pantalla esa obra maestra llamada Serpientes en el avión. Ni en los estrenos de Star Wars ni de El señor de los anillos, con auténticos fieles seguidores, había presenciado semejantes manifestaciones de ansia por ver una película. Desde luego, el filme no merecía tales halagos. La serie B se queda corta en el abecedario a la hora de etiquetarla.
Sin embargo, Snakes on a plane no da gato por liebre. Es un filme hecho única y exclusivamente con la voluntad de entretener. Y lo hace a base de escenas basadas en la inverosimilitud, la exageración e, incluso, la parodia. Los personajes son cómicos, cómo también lo son algunos de los supuestos momentos de pánico. Qué sino risa puede provocar el que una serpiente se lance directamente hacia la teta de una víctima o hacia el pene de la otra mientras orina sobre su cabeza? El argumento, por descontado, no se aguanta por ningún lado. El título, de hecho, ya lo dice todo y uno ya sabe más o menos lo que va a ver con sólo leerlo.
Pues ésta, señores, es la primera incursión de la española Elsa Pataky en el cine made in USA. Desde luego, una muestra más de la patética carrera que desarrollan nuestros actores al otro lado del charco. Pero si en el caso de la otra supuesta triunfadora en Hollywood, Penélope Cruz, podemos encontrar buenas interpretaciones (Volver, La niña de tus ojos, Non ti muovere), no podemos hacer lo mismo con esta modelo convertida por Dios sabe qué gracia en actriz. Y es que su interpretación es lo único que produce auténtico pavor en la película. Ni las víboras, ni las anacondas, ni los decorados, ni la ida de olla de Samuel L. Jackson. Nada es más horroroso y terrorífico que el papel de nuestra querida Pataky en Snakes on a plane. Se toma en serio su interpretación sin percatarse de que la película que ha decidido aceptar como su primer gran papel norteamericano es más cercana al cachondeo que al terror. Lo peor es que aún así resulta nula como actriz. Para colmo, los visionarios guionistas de este peliculón le han encomendado, bebé en brazos, la labor de heroína, para la que tampoco está a la altura. Su expresión inexpresiva no produce ni heroicidad, ni terror, ni tensión, por no hablar de una dicción que no debió pasar las fronteras de los capítulos de Los Serrano en los que Pataky participó.
A todo esto, la gran pregunta es: ¿qué hacía yo malgastando tiempo y dinero (las entradas cuestan la friolera de 10,75 dólares) en un AMC de Los Ángeles viendo Snakes on a plane? Como hijo de vecino y de la sociedad de consumo que soy la publicidad terminó por abducirme. Eso sí, en mi favor diré que no aplaudí en ningún momento de la proyección. Ni siquiera cuando apareció la Pataky. Y en favor del público estadounidense están los resultados de taquilla. La película, aún con toda la artillería publicitaria previa, no ha obtenido los resultados esperados. Se coló en el número uno la semana de su estreno pero sólo recaudó 15 millones de dólares. Una minucia.
El caso es que tanta promoción tiene su efecto. Es la primera vez que me encuentro en una sala de cine al público vitoreando los títulos de crédito iniciales con auténtica devoción, como si hubieran estado esperando toda una vida para ver en pantalla esa obra maestra llamada Serpientes en el avión. Ni en los estrenos de Star Wars ni de El señor de los anillos, con auténticos fieles seguidores, había presenciado semejantes manifestaciones de ansia por ver una película. Desde luego, el filme no merecía tales halagos. La serie B se queda corta en el abecedario a la hora de etiquetarla.
Sin embargo, Snakes on a plane no da gato por liebre. Es un filme hecho única y exclusivamente con la voluntad de entretener. Y lo hace a base de escenas basadas en la inverosimilitud, la exageración e, incluso, la parodia. Los personajes son cómicos, cómo también lo son algunos de los supuestos momentos de pánico. Qué sino risa puede provocar el que una serpiente se lance directamente hacia la teta de una víctima o hacia el pene de la otra mientras orina sobre su cabeza? El argumento, por descontado, no se aguanta por ningún lado. El título, de hecho, ya lo dice todo y uno ya sabe más o menos lo que va a ver con sólo leerlo.
Pues ésta, señores, es la primera incursión de la española Elsa Pataky en el cine made in USA. Desde luego, una muestra más de la patética carrera que desarrollan nuestros actores al otro lado del charco. Pero si en el caso de la otra supuesta triunfadora en Hollywood, Penélope Cruz, podemos encontrar buenas interpretaciones (Volver, La niña de tus ojos, Non ti muovere), no podemos hacer lo mismo con esta modelo convertida por Dios sabe qué gracia en actriz. Y es que su interpretación es lo único que produce auténtico pavor en la película. Ni las víboras, ni las anacondas, ni los decorados, ni la ida de olla de Samuel L. Jackson. Nada es más horroroso y terrorífico que el papel de nuestra querida Pataky en Snakes on a plane. Se toma en serio su interpretación sin percatarse de que la película que ha decidido aceptar como su primer gran papel norteamericano es más cercana al cachondeo que al terror. Lo peor es que aún así resulta nula como actriz. Para colmo, los visionarios guionistas de este peliculón le han encomendado, bebé en brazos, la labor de heroína, para la que tampoco está a la altura. Su expresión inexpresiva no produce ni heroicidad, ni terror, ni tensión, por no hablar de una dicción que no debió pasar las fronteras de los capítulos de Los Serrano en los que Pataky participó.
A todo esto, la gran pregunta es: ¿qué hacía yo malgastando tiempo y dinero (las entradas cuestan la friolera de 10,75 dólares) en un AMC de Los Ángeles viendo Snakes on a plane? Como hijo de vecino y de la sociedad de consumo que soy la publicidad terminó por abducirme. Eso sí, en mi favor diré que no aplaudí en ningún momento de la proyección. Ni siquiera cuando apareció la Pataky. Y en favor del público estadounidense están los resultados de taquilla. La película, aún con toda la artillería publicitaria previa, no ha obtenido los resultados esperados. Se coló en el número uno la semana de su estreno pero sólo recaudó 15 millones de dólares. Una minucia.
Comentarios
--Hoy se celebra "" el dia del blog"--
No lo digo por nada....solamente que para ""conmemorarlo"" podias haber escrito algo más original.