La gran fiesta del cine español, coletilla que siempre acompaña a la ceremonia de entrega de los Goya, parecía hasta el momento un guateque sin remedio. Hasta que llegó Santiago Segura y levantó el ánimo de una gala a la deriva. Gustará más o menos el director de Torrente pero las perdigonadas mordaces que lanzó sobre el patio de butacas fueron lo más lúcido de la noche. Con sentido del humor, recriminó la ausencia entre las nominadas de su película, de lejos la más taquillera del cine español. Recalcó con guasa que la lista de favoritas incluyera un filme sobre la guerra civil. Describió con retranca el sistema de votación de los académicos, no exento de amiguismos y otros criterios subjetivos. Incluso osó mencionar las conocidas pataletas de Almodóvar con la Academia, que la institución respondió con un ninguneo hacia su aplaudida obra, eso sí en el extranjero, La piel que habito (la cinta sólo triunfó en las categorías interpretativas y de banda sonora). La intervención de Segura supuso un golpe de aire fresco tras el discurso de una nueva presidencia que a tres voces reculó de la postura de Álex de la Iglesia y su mano tendida a los internautas. Visto lo visto, el amiguete no sólo parecía pedir a gritos el traje de maestro de ceremonias del año que viene sino también un hueco en el mismísimo gobierno de la Academia de cine.
Carta al director en La Vanguardia
Carta al director de El Periódico
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