Mucho se ha escrito ya, y de forma bastante unánime, sobre los Oscar. Que la gala fue inaguantable, que la Academia volvió al conservadurismo, que las estrellas apenas brillaron. Son cuestiones ante las que sólo cabe estar de acuerdo . Curioso que en el año con los presentadores más jóvenes y guapos y con las candidaturas más prometedoras la ceremonia haya pasado directamente a formar parte de las más olvidables de la historia. Todo apuntaba a lo contrario. James Franco y Anne Hathaway parecían el filón imprescindible para borrar el aire un tanto casposo que desprendieron Steve Martin y Alec Baldwin el año pasado . Hasta que Franco decidió mirarnos todo el rato con cara de circunstancias (también de sustancias) mientras su esforzada compañera se limitaba a cambiar de vestuario y a imitar a Hugh Jackman, que desde el patio de butacas la compadecía con la mirada. Avatares de la gala aparte, la entrega de premios parecía algo más afortunada. Alicia en el país de las maravillas se llevab...
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