Puede que sea por la repentina saturación de películas que giran su trama en torno al cáncer, el cáncer que sea. O puede que por mi tendencia a aborrecer cierto tipo de cine independiente estadounidense, el que a base de perseguir el desmarque del discurso oficial consigue precisamente encasillarse en esa otra parcela de películas forzadamente ingeniosas pero que ya conforman un patrón nada original . El caso es que esta tragicomedia protagonizada por una adolescente enferma de cáncer y su vecino rarito me ha provocado el mismo rechazo que me producen el humor fingido, calculadoramente alternativo, y el drama lacrimógeno barato. Quizá por eso no entiendo que una cinta como Yo, él y Raquel despierte tantas carcajadas y alabanzas y que a día de hoy sea la segunda película mejor valorada por el público del Festival Internacional de San Sebastián. Cada carcajada en la sala por cada broma absurda me hacía sentir un poco más extraterrestre . Cada comparación con Wes Anderson me hací...
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